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DICHOSOS LOS QUE ESCUCHAN Y CUMPLEN LA PALABRA

27 Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: « ¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron! »
28 Pero él dijo: « Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan. » (Lc. 11, 27-28)

Sí, “¡Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que te alimentaron!”.
Esa mujer, entusiasmada, que levantó su voz en medio de las Palabras maravillosas que pronunciaba Jesús tenía razón, porque ¡María fue muy Bienaventurada y dichosa al engendrar y dar a luz al Hijo de Dios! …! No hay mayor gracia de Dios!: “!Llena de gracia!”, como la llamó el ángel en su Anunciación… Jesús, al oírlo, no niega esto, pero nos descubre que hay algo “mejor”: prestar oído atento a la Palabra de Dios…

Ya Moisés dio al pueblo de Israel la mejor oración, el máximo mandato: “el semá”: “Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es único Dios: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Las palabras que hoy te digo guárdalas en tu corazón y se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado” (Dt. 6, 4-7)… ¡Es decir, siempre y en todo tiempo y circunstancia!… Pero este mandato, el único que se puede llamar tal, va precedido de “la escucha atenta”, el oído muy limpio y presto para acoger lo que se ha de hacer… Y esta “escucha” a la sola Palabra de Dios, excluye otras voces que puedan llamar nuestra atención: ¡No al reclamo de la creación!... ¡No al reclamo de las voces de los hombres!... ¡No a mis necesidades y deseos!… “Cuando vayas a orar”, ¡No a todo lo que no sea “entrar en tu aposento y cerrada la puerta, escucha a tu Padre”!... ¡Si Dios es la Palabra, siempre tendrá algo que decirme: siempre será su deseo único, de paz y amor!...Y este oir bien, va seguido de la acción: “Vosotros decís: ¡Señor, Señor! y no hacéis lo que yo os mando”...

¡Que no tengamos que escuchar “estas quejas de Dios” el día que nos visite, sino todo lo contrario!: “¡Muy bien, empleado bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor, porque tuve hambre y me diste de comer!”... Escucha y acción van unidas en apretado abrazo y no podemos separar una sin sentirse herida la otra...

María, fue la perfecta discípula de Jesús: escuchó, guardó en su corazón y “se puso en el camino de la fe”… Fue más Dichosa y Bienaventurada por escuchar a su Hijo, que por ser su Madre carnal: Así lo ha dicho Jesús y así lo creemos nosotros sus discípulos…

Engendrar a Jesús en nuestro seno no nos es posible, pero darlo a luz en nuestro corazón, abrazando su Palabra y sus mandatos, eso sí que es posible a todo hombre y mujer de buena voluntad que ha comprendido que “una sola cosa es necesaria”: amar la Palabra de Jesús por encima de otro amor…

¡Jesús, haznos discípulos obedientes, como María, para que pegados a Ella podamos oír un día el mismo elogio que tú le dirigiste ante toda la muchedumbre que te escuchaba!…

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