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REVELACIÓN DEL PADRE A LOS PEQUEÑOS

21 En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: « Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
22 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. »
23 Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: « ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!
24 Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron. » (Lc. 10, 21-24)

Jesús se llena de alegría por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es su Espíritu y siempre le habita, pero en este momento como si se desbordara en el alma humana de Jesús y le hizo alabar al Padre-Dios con gran alegría, que se derrama en palabras de acción de gracias y alabanza.

María, también saltó de alegría en el Espíritu Santo al entonar su “Magníficat”. Madre e Hijo estaban llenos del Espíritu Santo y el fruto de esta inhabitación es la alegría de Dios, la gracia de Dios en acción…

¿Y por qué se alegra Jesús? Porque el Padre ha elegido a los sencillos para hacerles depositarios de sus secretos, de lo más íntimo que se realiza en el seno de la Trinidad. Y lo que allí sucede, porque Jesús nos lo ha revelado, es que hay una corriente de amor entre las Tres divinas Personas, que salta de una a otra y este movimiento, es eterno. ¿Qué cómo puede ser esto? Sólo Dios lo sabe y lo revela a los pequeños, no para que lo escudriñen y comprendan, sino para que lo adoren y no se cansen de alabar a Dios, por la misericordia que hace en entregarles sus secretos más profundos. En los planes de Dios, el Padre ha querido que lo más sublime de su divinidad pueda entrar en los hombres más simples. Que su corazón salte de gozo por estas maravillas, que “los sabios y entendidos” ni vislumbran porque está escondido a sus ojos y más a su corazón, pues: “lo necio de Dios es más sabio que los hombres y lo débil de Dios, es más fuerte que los hombres”

Y Jesús les dijo sus discípulos que eran bienaventurados por oír estas cosas que muchos profetas y reyes desearon oír, de los mismos labios de Dios, y ver lo que ellos ven y no lo vieron… Oír y ver, los dos cauces por los que entra la fe y uno accede a los misterios de Dios…

¡El Señor nos conceda ser sencillos y simples, como palomas, para que seamos íntimos de Dios, según su Corazón y según su Palabra!... ¡Amén Amén!...

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