¿SABÍAS QUE…

… CON EL CONCILIO NOS SALIÓ EL TIRO POR LA CULATA?

Y no solo a nosotros, a los dominicos… digamos que a la Iglesia universal también le salió bastante caro el IV Concilio de Letrán. Pero vayamos por partes.

Antes de nada, una pequeña curiosidad para aclarar términos. Si el Concilio se celebraba en Roma, ¿por qué se le llamó “de Letrán”? La respuesta es bastante sencilla: porque todas las sesiones se celebraron precisamente en la basílica romana de San Juan de Letrán. Así pues, para qué andar a complicarnos la vida buscando otros nombres, con lo complicado que estaba todo ya…

Y, sí, sí, la situación en la Ciudad Eterna se había vuelto bastante difícil. Estamos hablando de que, en el Concilio, participaron nada menos que 1.200 prelados, arzobispos, obispos, abades… cada uno de ellos con su respectiva comitiva, que incluía soldados, criados, caballos, animales de carga… Vamos, que allí se preparó un guirigay de mucho cuidado.

Entre el cansancio del viaje, las pésimas condiciones de higiene y la polvareda de tanto transeúnte junto, aquello era como para enfermar al más sano. Tanto es así, que las crónicas señalan que muchos prelados murieron en pleno Concilio, rindiendo sus cuentas, en vez de ante el Papa, directamente ante Dios. Sin pretenderlo, Inocencio III tuvo que afrontar una “renovación forzosa” de la curia…

Como puedes comprobar, en este aspecto el Concilio resultó un desastre… pero, con las sesiones ya iniciadas, se demostró que era un soplo del Espíritu para la Iglesia.

El objetivo principal era averiguar cómo combatir las herejías y, sobre todo, cómo renovar la Iglesia. No me atrevo a ser yo quien describa la situación en que se encontraba. Dejo esa tarea en manos de alguien autorizado, nada menos que San Bernardo. Varios años antes del Concilio, este santo se lamentaba de la siguiente manera:

“Las iglesias están sin fieles, los fieles sin sacerdotes, los sacerdotes sin honor… los cristianos sin Cristo”.

El Papa sabía que se enfrentaba a una crisis que llevaba gestándose largo tiempo, y quería la colaboración de todos para encontrar soluciones.

***

Las reuniones se iban sucediendo. Fulco participaba en ellas con entusiasmo, mientras Domingo oraba y esperaba. Lo cierto es que no le faltaban motivos para la esperanza: ¡¡su obispo no hacía más que darle buenas noticias!!

En efecto, uno de los primeros días, Fulco le dijo que había conocido a un cardenal extraordinario que se había interesado mucho por el proyecto de Domingo y quería conocerle en persona.

Se trataba nada menos que del cardenal Hugolino. Un hombre fuerte, firme, serio, perspicaz, inteligente… y que, además, era sobrino del Papa. Hugolino tenía un porte intimidante y una mirada penetrante, pero Domingo fue capaz de descubrir también que tenía un corazón profundamente enamorado del Señor, y que ardía en deseos de ayudar sinceramente a la Iglesia.

Conversaron durante muchísimo tiempo. El cardenal estaba muy interesado en la experiencia de Domingo a lo largo de todos estos años: combatir la herejía, no con la espada, sino con la predicación, fomentar el estudio…

Hugolino se quedó impresionado con el castellano. Y, aquella tarde, cuando el sol moría tras las montañas, entre Domingo y el cardenal nacía una profunda amistad que les acompañará el resto de sus vidas.

***

Hugolino terminó la reunión de la noche prometiendo hablar con el Papa y conseguirles una entrevista. Cuando se marchó el cardenal, Fulco no podía disimular su alegría: ¡¡¡el encuentro con el Papa estaba conseguido!!! Si todo iba bien, volverían a casa con la Orden aprobada por el Papa, ¡¡¡y los predicadores podrían moverse libremente por toda la Iglesia!!!

Los siguientes días, las cosas solo fueron a mejor. Hugolino les confirmó que, al terminar el Concilio, Inocencio III recibiría a Domingo para escuchar su propuesta. Fulco mantuvo la compostura mientras estuvieron ante el cardenal pero, una vez a solas, ¡¡dio una enorme palmada en la espalda a Domingo!! ¡¡¡Todo iba sobre ruedas!!!

Unos días más tarde, al terminar una de las sesiones de trabajo del Concilio, Domingo vio que Fulco salía feliz, ¡¡¡casi bailaba entre los obispos!!! ¿El motivo? Acababa de aprobarse el célebre Canon X del IV Concilio de Letrán, en el que la Iglesia pedía que se nombrasen predicadores en las diócesis para combatir la herejía y formar a los fieles.

Domingo abrió los ojos como platos. Aquello sí que no se lo esperaba… ¡¡¡era justo lo que había hablado con el cardenal Hugolino!!! Fulco se lo confirmó: las intuiciones del castellano habían sido expuestas ante el Papa y los obispos, y ahora… ¡¡¡eran aprobadas y apoyadas por la Iglesia entera!!! Es como para que a uno le tiemblen las piernas, ¿no te parece?

Y Domingo seguía orando, pidiéndole al Señor seguir siendo simplemente un instrumento en Sus manos y cumplir en todo la Voluntad del Señor. Aquella noche, su corazón voló hasta Tolousse, hasta Prulla… y, de pronto, se sintió arropado por la oración de sus frailes, de sus monjas. Les sintió a todos cerca, tan cerca, que casi podía abrazarlos…

***

La sesión había terminado hacía un rato. La mayoría de los obispos habían salido ya. Domingo comenzó a buscar con la mirada a Fulco, empezando a inquietarse. Por fin vio su silueta atravesar las puertas. El castellano se acercó preocupado. Nuestro obispo estaba serio, con la mirada sombría… Algo terrible tenía que haber ocurrido.

-¿Que sucede? -preguntó suavemente Domingo.

-Acaba de aprobarse el Canon XIII.

Domingo, sin entender, esperó en silencio. Finalmente, Fulco tomó aire, y, con voz quebrada, sentenció:

-La Iglesia ha prohibido la fundación de nuevas órdenes religiosas.

PARA ORAR
-¿Sabías que… con el Señor se hace camino al andar?

Todos teníamos muy claro cuál era el camino para que naciese la Orden de Predicadores pero, con este giro en los acontecimientos… ¡¡¡podemos tirar nuestros planes por la borda!!!

Y así nos sucede muchas veces con el Señor: en cuanto empezamos a intuir un proyecto o una misión que nos encomienda, tenemos la tentación de adelantar acontecimientos, vivir en el futuro suponiendo lo que va a suceder. Nos gusta tener ciertas seguridades, ¡¡¡pero muchas veces el plan del Señor va por otros derroteros que no imaginamos!!!

Cristo lo único que nos pide es que estemos dispuestos a caminar, ¡¡no que tengamos un esquema detallado del plan!! Cuando el Señor llama a Abrahán, le dice que deje la tierra de su padre y que se ponga a caminar, ¡¡¡pero no le indica hacia dónde!!!

Jesús espera de ti esa disposición de ponerte en marcha. Ciertamente, el Señor no te mostrará la senda entera, pero siempre te dará luz para dar el siguiente paso. Y así, pasito a pasito, ¡¡¡se hace camino al andar!!!

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