¿SABÍAS QUE…

¿SABÍAS QUE… EN PRULLA HABÍA ALGUIEN IMPORTANTÍSIMO DISPUESTO A PONERSE AL SERVICIO DE DOMINGO?

Quizá no tenía grandes títulos de nobleza y, ciertamente, su influencia era muy escasa… pero aquel gesto de humildad fue mayor en él que en cualquier otro. Pero, ¿de quién estamos hablando? Bueno, bueno, sigamos nuestra narración en orden.

Este es el típico capítulo que se me atraganta. Ahora mismo debería liarme a aportar datos históricos fundamentales, pues, ciertamente, Europa en este momento viene a ser un hervidero de sospechas, intrigas, guerras, traiciones… Me veo obligada a rogar al respetable lector que busque algún libro decente sobre la vida de Domingo para enterarse bien, pues, por lo que a este relato respecta, nos conformaremos con hacer un resumen de mala manera: lo justo para pasar página manteniendo un mínimo de dignidad.

En nuestro minuto informativo, comenzamos con una buena noticia: si en el capítulo anterior veíamos que la guerra se iba suavizando, ahora ya podemos decir que, afortunadamente, llegó a su fin, para alivio de Domingo y todos los ciudadanos de la zona. La mala noticia es que muchos soldados (unos 40.000, para ser exactos), con el abad don Arnaldo Amaury a la cabeza, se habían quedado con ganas de más batallitas, por lo que, ni cortos ni perezosos, pusieron los caballos rumbo a España para seguir dándose de palos, esta vez, contra los musulmanes. Así se reunió el personal suficiente para el desarrollo de una campaña como la épica batalla de las Navas de Tolosa, todo un hito para la cristiandad pero, como te decía, aquí no viene al caso.

Domingo vio pasar las tropas cristianas rumbo a su patria. Cualquier otro hijo de caballeros habría sentido “la llamada de la sangre”, pero Domingo sonrió sabiendo que su verdadera batalla estaba en esos pueblos perdidos del sur de Francia, conquistando, no terrenos, sino almas para el Cielo.

Entre idas y venidas, nuestro amigo decidió volver unos días a Prulla a comprobar que tanto las chicas como el resto de predicadores estaban bien. Dejó al “Chico” al cargo del hospicio de las antiguas prostitutas y emprendió el viaje.

***

Cuando ya estaba llegando a la aldea, vio de lejos que alguien le saludaba. El bueno de Guillermo salió corriendo a su encuentro. ¡Por fin volvían a verse! Y lo mejor de todo es que Guillermo estaba en el camino porque salía rumbo a Toulouse… ¡para buscar a Domingo! Así que no solo estaba feliz del reencuentro, sino también visiblemente aliviado porque se ahorraba el paseo…

La urgencia de que Domingo volviese a Prulla tenía una buena explicación: alguien había llegado a la aldea y quería unirse a los predicadores. Alguien muy especial.

Por más que Domingo le preguntó, Guillermo se negó en rotundo a darle más información. Solo le dijo que el misterioso visitante le aguardaba en la casa de los predicadores…

Allá fue nuestro amigo, de lo más intrigado viendo que Guillermo no era capaz de disimular una enorme sonrisa. Llegaron a la casa, Domingo abrió la puerta y, allí, sentado junto a la chimenea, encontró al que iba a ser su compañero y apoyo… igual que lo había sido en su infancia y adolescencia.

-¡¡Manés!! -exclamó Domingo, sintiendo que el corazón le estallaba de alegría.

-¡Qué alegría verte de nuevo, hermano!

Manés de Guzmán había llegado para unirse a la misión. También él había visto pasar las tropas de los cruzados, y lo sintió como una señal del Señor que le hizo ponerse en camino.

El joven relató a Domingo las novedades que traía de su tierra. Don Félix y doña Juana, los señores Guzmán, habían fallecido hacía unos años. El primogénito, Antonio, se había ordenado sacerdote y había convertido la casa familiar en un hospital donde atender a pordioseros. Y él, Manés, hacía muchos tiempo que había ingresado en un monasterio cisterciense, donde era muy valorado y apreciado. Tenía un futuro tranquilo y seguro por delante, o al menos eso pensaban todos. Pero, desde que comenzaron a llegar a Castilla rumores de la labor que estaba realizando Domingo entre los herejes, una chispa se encendió en su corazón, y no había conseguido acallarla con nada: Cristo le pedía dejarlo todo… y seguirle en tierras francesas. Seguirle junto al benjamín de la familia, como uno más.

He ahí la grandeza de este hombre. En plena sociedad medieval, en la que el orden de nacimiento de los hermanos era determinante para su posición, fue capaz de dejar a un lado las normas establecidas para ponerse a las órdenes del pequeño de los hijos de los Guzmán. Renunció a destacar, asumió que su nombre quedaría en la sombra, porque vio que ésta era la manera de llevar adelante una obra que no era ni suya ni de Domingo, sino de Jesucristo. Y, por Él, era capaz de perder su vida en el monasterio, su futuro tranquilo… ¡¡y hasta su renombre!!

Cuentan que Manés era bastante callado. No lo pongo en duda, pero estarás conmigo en que su vida misma fue la más elocuente predicación: “Si te tengo a ti, Señor, nada me falta…”


PARA ORAR
-¿Sabías que… la bendición del Señor puede venir de la mano de cualquier persona?
Me impresiona un montón ver que Manés fue capaz de reconocer el don que tenía su hermano menor. Vio en toda su obra la mano de Cristo y quiso unirse, ser uno más… para formar parte de esa bendición.

Sin embargo, no siempre ha ocurrido así. Si leemos la historia de los hermanos de José (Gn 37, 1 y ss.) descubrimos que ellos también fueron conscientes de que el hermano pequeño tenía un don… pero se dejaron llevar por la envidia. Ya sabemos lo que pasó: lo venden a unos mercaderes, y acaba en Egipto. Es el principio de la historia que terminará con el pueblo hebreo como esclavo del Faraón. Tenían la bendición en casa… pero la envidia les hizo rechazarla.

Del mismo modo, podemos encontrar en nuestra vida personas con más o menos dones que nosotros, mejor o peor preparadas… y, sin embargo, el Señor puede usar a cualquiera de ellas para hacernos llegar su bendición: una sonrisa que nos alegre, una palabra que nos haga crecer…

¿Serás capaz de descubrir al Señor, venga de la mano de quien venga?

Que ninguna apariencia te haga despreciar al hermano que tienes junto a ti, pues, si el Señor lo ha puesto a tu lado, ¡¡puede ser Su instrumento para llegar a ti cuando menos lo esperes!! ¡De todos puede valerse el Señor!

Abre las manos… y recibe la bendición, ¡incluso de los que son más “pequeños” que tú!

VIVE DE CRISTO

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