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EL ESPÍRITU DE LA VERDAD, ESTÁ EN NOSOTROS

15 Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; 

16 y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, 

17 el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros. 

18 No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros. 

19 Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros si me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis. 

20 Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. 

21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» (Jn. 14, 15-21)

 

Cuando amamos a Jesús por encima de nuestras fuerzas, es decir, con el poder de su gracia, la alegría de esta situación nueva nos pone delante los preciosos mandamientos de nuestro Dios. Ellos, vienen a nosotros con luz propia porque deseamos de todo corazón y con gozo, hacer todo lo que Dios nos manda: Amarle por encima de todo lo creado y de uno mismo; Sentirnos siempre deudores de Dios y darle a Él, y a nuestros hermanos, todo el amor que su gracia nos regala. Sólo, el que ha experimentado esta alegría, puede ser testigo de la misma y clamarla a voces: “¡Tus mandatos, son fieles y seguros, porque la santidad es el adorno de tu casa, Señor por días sin término!”

Y en este clima, es Jesús el que interviene pidiendo el al Padre, Otro perpetuo Consolador y Defensor: el Espíritu Santo que, procede del Padre y del Hijo. “Él, sí que nos lo enseñará todo y nos irá recordando todo lo que Jesús nos habló e hizo en su breve vida”. Pero es que, el que ama a Jesús, de inmediato, se siente habitado por este Espíritu: “mora en nosotros y está en nosotros”. Él, nos habita como en casa propia y hace y deshace en nosotros, si le dejamos. Y, ¿cómo no le dejaremos si Él, es el mismo Espíritu de santidad?Seamos celosos de recibir y honrar a tan gran Huésped, pues sólo Él, puede hacernos santos en presencia de Dios.

Pero, miramos a nuestro alrededor y comprobamos con tristeza y, una gran pena que, el mundo creado con tanto amor, no conoce todavía a Jesús. Él mismo lo dijo: “la mies es abundante pero los obreros son pocos,rogad pues al Dueño de la mies, que, mande obreros a su mies”. La mies, es el mundo con la gracia,circulando acá y allá, para dar a conocer y amar a Jesús. Pero “los verdaderos adoradores en espíritu y en verdad”, los predicadores, fieles de su Palabra, son pocos. ¿Cómo se convertirán tantos hombres si no han oído el mensaje de salvación? Porque, “a toda la tierra alcanzan su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje”.

Nosotros, vemos y conocemos a Jesús, viviendo en nosotros. Tenemos que pedir al Dueño de la mies que,haga arder nuestra palabra de predicación y testimonio, con el fuego de su Espíritu, porque Él, es el Único que, puede poner fuego en los corazones de nuestros hermanos los hombres. Y, sabremos que, nuestra Llama arde con Vida, porque Jesús mismo se manifestará en nosotros y por nuestra Palabra de Vida.

¡Jesús, vive y sigue viviendo en nuestra tierra! ¡Demos a Jesús a todos! ¡Entreguémosles su Espíritu Santo,porque es Él, el que realiza la obra, pero quiere valerse de instrumentos pequeños y pobres! ¡Seamos fieles a esta confianza de Jesús que habita en nuestra fragilidad! ¡Y, oremos, oremos con fe y confianza en Dios!

¡Él, lo quiere así y nosotros, nos ponemos felices en sus manos! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!

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