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UNA VOZ DECÍA, ESTE ES MI HIJO AMADO

13 Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. 

14 Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» 

15 Jesús le respondió: “Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó. 

16 Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. 

17 Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.» (Mt. 3, 13-17)

 

Cuando Jesús llamó a Natanael, para que lo siguiera, les dijo solemnemente: “¡En verdad, en verdad os digo,veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre!”. Pero para Juan Bautista, esto, no fue una promesa, sino una realidad. “Después que bautizó a Jesús, salió Éste del agua y se abrieron los cielos y vio al Espíritu Santo en forma de paloma que, se posaba sobre Él. Y se oyó una voz del cielo que confesaba: “Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco”” Juan Bautista, pudo contemplar, de alguna manera, a la Trinidad Santísima: el Padre en la voz; El Hijo en Jesús y el Espíritu Santo en forma de paloma. Así, pudo decir en un momento de su vida: “¡Mi alegría está colmada!”

¿Qué le faltaba a Juan Bautista para ser bienaventurado? Sí, le faltaba consumar su testimonio mostrando que, Quien es igual al Hijo,  hace las complacencias del Padre. Éste, no reconocerá como hijo suyos a los que no tienen los rasgos de Jesús. Y Juan, se adelantó en su seguimiento, muriendo su misma muerte y en la más grande esperanza de resucitar con Cristo a una vida nueva que, Él, en breve, iba a inaugurar y consumar con su muerte en la cruz.! Qué hombre más extraordinario es Juan Bautista, él sólo vivió para cumplir la voluntad de Dios, ¡dónde y cómo el Señor quisiera!

¿Qué hemos hecho nosotros para merecer ser bautizados en Cristo y seguir sus huellas, allí donde estemos y en la situación en que Dios nos ha colocado?: Ningún mérito por nuestra parte, a no ser que antes de existir ya éramos amados por Dios. Porque el día de nuestro bautismo, fueron pronunciadas las palabras del Padre: “tú eres mi hijo muy amado en quien me complazco”. Y esto, es verdad porque en ese momento se nos perdonó el pecado original y todos los pecados actuales que hubiéramos cometido hasta entonces.

Y, ¿qué nos sucedió que, pasado este momento, a veces nos apartamos de Dios y nos hicimos desemejantes a Él? Pues es que vivimos en el mundo, donde no estamos confirmados en su gracia, sino que “en el mundo tendréis luchas”. Nos lo dijo Jesús. Y en este combate, muchas veces sucumbimos a las insinuaciones del Malino. Pero sigue diciendo Jesús: “pero tened valor, Yo he vencido al mundo”. Él, ha vencido por mí a todas las invitaciones para apartarme de su voluntad y las ha clavado, con su fuerza sobrenatural, en la Cruz,de donde nos viene toda la salvación. Su Sangre y su fuerza, están siempre a mi lado en cualquier lucha. Pero sucede que, a veces apartamos nuestra mirada de la Cruz, donde Cristo nos invita a seguirle. Él, es fuerte en mí, y: “todo lo puedo en Aquél que me conforta”. En el momento de la prueba, no miremos a la tierra sino al cielo; no nos fijemos en nuestra debilidad sino en su coraje divino para adherirse a la voluntad de Dios. ¡Él es Dios, y yo “su hijo muy amado en quien se complace”!

¡No pongamos resistencia a la gracia y caminaremos esta vida con alegría y júbilo! ¡Qué así sea! ¡Amén!

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