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SE SALVAN, LOS QUE ENTRAN POR LA PUERTA ESTRECHA

22 Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén.
23 Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les dijo:
24 « Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.
25 « Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y os responderá: "No sé de dónde sois."
26 Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas";
27 y os volverá a decir: "No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!"
28 « Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera.
29 Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios.
30 « Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos. » (Lc. 13,22-30)

“¿Son pocos los que se salvan? Es la pregunta que hoy también se hace el hombre religioso. En el tiempo de Jesús, el judío piadoso, sabía que se salvaba si cumplía puntualmente los Mandamientos que, recibió de Moisés, en el Monte Sinaí, de parte de Dios. De aquí este “aferramiento” a la Ley que manifestaban los doctores de la Ley y los escribas. Y detrás de ellos, el pueblo llano... Pero llega un hombre: Jesús, que de parte de Dios les dice que, si se quieren salvar, han de ir más allá de lo estrictamente mandado. El, prédica el Amor, por encima de todos los preceptos humanos y afirma que éste, siempre va más allá de la Ley... Es más: Él es la voluntad misma de Dios y sólo a través de Él, pueden llegar al Reino, al Padre- Dios... “Yo soy la Puerta y quién entre por mí, se salvará”. Jesús, es la Puerta... ¡Pero esta Puerta es estrecha, porque a través de Ella no podemos más que ir desnudos!: Despojados de nosotros mismos; De nuestros pensamientos y deseos; De nuestras apetencias y gustos; Desnudos hasta de nuestro propio cuerpo, porque si queremos entrar, yo y Cristo, dos, no caben por esa angostura que no admite más que la unidad en sólo Jesús… Y no, Él y “mis cosas”, porque “el que quiera salvar “sus cosas”, su vida, la perderá, pero el que la perdiere, (dejando todo el espacio de mi corazón a Jesús) por Mí, la salvará” ...

Pero muchos se preguntan: ¿Y por qué he de dejar todo lo mío, si no, no tengo cabida en la salvación?... Sencillamente, porque éste fue el camino que Jesús tomó, de la mano misteriosa del Padre, para salvarnos: “El, se despojó de su rango, de su condición divina y entregó su cuerpo y su vida”, ¡no para salvarse Él, sino para rescatarnos del pecado y de la muerte, “de ese proceder inútil, recibido de nuestros padres”! ¡Sí, “Él, no retuvo codicioso botín, ¡el hacerse igual a Dios!” ... ¿Qué esperamos nosotros, pobres criaturas, más que un pavoroso alejamiento de Él, si no nos entregamos con Él, y para Él?...

Pero todo este programa de vida, está entretejido en la “malla” del Amor de Dios que, es quien recibe, todas nuestras renuncias y obediencias a la voluntad de Dios... ¡Mas, todo por Amor, es decir, con el Espíritu Santo, que es quien hará gustosas y felices todas nuestras entregas!... ¡Nadie me fuerza a seguir a Jesús, en su vida y hasta en sus muertes, pero recordemos que “la Puerta es estrecha”, más no tanto que, no penetre la mano de Dios, tirando de nosotros “del otro lado”!...

! Con Jesús, nada temamos, confiemos porque lo que quiere, es darnos el Reino y atraernos hacia su Corazón… Pero esto, no “un ratito”, sino eternamente... Y ante la palabra: “eterno”, nuestra mente se pierde, no sabe, no abarca, no tiene referencia alguna... ¡Mas el Espíritu Santo nos hará entrar por esta Verdad, con sencillez y sin escándalo!... ¡No para entender, sino para saborear!... ¡Que así se haga en nosotros!... ¡Amén!...

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