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¡ESTA ES TU MADRE!

25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
26 Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
27 Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. (Jn.19, 25-27)

Al pie de la cruz, donde pendía Jesús, estaban tres mujeres: María, su Madre, su hermana y una discípula cualificada del Señor. Y con ellas un sólo hombre y éste un joven: Juan, “el discípulo amado de Jesús”... Todos están allí inmóviles, mirando el sufrimiento, que no pueden aliviar a no ser con su compasión... Guardan silencio y lloran para desahogar su pena... Y oran, ponen ante Dios todo lo que ven y que supera su comprensión... Pero no dicen en su corazón: “¿por qué?”, ya que Jesús tampoco cuestionó a Dios por toda esta su Pasión, a no ser su grito que rasgó los cielos de Jerusalén: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”… Jesús no cuestionaba a Dios sus planes, sino que, sintiéndose Hombre verdadero, débil y muy frágil como para sufrir tanto, le suplica a Dios su ayuda y apoyo. Porque su Humanidad, junto con su Divinidad, va a estallar por un Amor dolorido, incomprensible para los que allí le miran y para todo hombre...

“¿Quién conoce la mente de Dios? o ¿quién ha sido su consejero?”: ni siquiera el Hombre Jesús, y Él sólo es el que podría haber preguntado a su Padre ¿por qué?... ¡Pero no lo hizo porque era el “Siervo sufriente”, amigo del hombre y sobre todo fiel a la voluntad de Dios, ¡sea ésta la que fuere!...

Y en este trance agónico y al límite de sus fuerzas, Jesús señala a su Madre, para que, desde ahora, Juan el Amado, la miré universalmente como “su Madre”: “He ahí a tu Madre”… No, María no queda desamparada después de haber entregado a Jesús a la muerte por Amor a todos nosotros. Ella es proclamada por Dios la Madre de todos los vivientes, no sólo de los “hijos” que viven de la gracia divina, sino también de los que no están en gracia. A los primeros, para atraerlos hacia su Corazón, que no es otro que el Corazón amable de Jesús; y a los segundos, para abrirles una luz en su vida que, cargada de esperanza y amor, les vaya conduciendo a la gracia, a la amistad con Dios...

Pero no sólo somos nosotros los “hijos de María” por un mandato suave y firme del Señor, sino que Ella es conducida por la mano de Dios a ser la Madre de todos, Madre Universal, por esto somos sus hijos. Después de Jesús y en Jesús, Ella nos ha engendrado por obra y gracia del Espíritu Santo... ¿Quién puede negar esto, si es el Señor quién, por este mismo Espíritu Santo, fue formado en las entrañas de María como Cabeza? Nosotros somos su Cuerpo para formar el Cristo total... Y, además, no sólo nos dio a luz con Jesús, sino que, en la Cruz, nos regeneró por medio de sus sufrimientos, unidos a los de Cristo, el Único Redentor...

María recibió estas Palabras de Jesús con mucho amor y aún hoy, en su Corazón, siguen vivas y ardientes, por eso sus manos están siempre abiertas para escuchar a sus hijos y a los más necesitados más...

¡Creamos con una fe muy firme que María nos ama a cada uno!... ¡Encomendémonos a Ella y sintamos su protección calidad!... ¡Amén, Amén!...

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