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YO SOY DIOS DE VIVOS Y NO DE MUERTOS

18 Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le preguntaban:
19 « Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano.
20 Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia;
21 también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo.
22 Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer.
23 En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.»
24 Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?
25 Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos.
26 Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
27 No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error.»(Mc. 12, 18-27)

Los fariseos creían en la resurrección de la carne; no así los saduceos, que subestimaban a los anteriores en la interpretación de la Ley y no creían en que se pudiera vivir después de la muerte. Así, las esperanzas de este estado glorioso, no las admitían. Ellos procedían de la clase sacerdotal desde antiguo y se creían con derecho a desacreditar a Jesús que predicaba la resurrección. Es más, Él le había dicho a Marta, cuando resucitó a su hermano Lázaro: “Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá”...

Un día se presentaron unos miembros de esta casta sacerdotal y le propusieron a Jesús una cuestión, enrevesada y absurda, para ponerle en ridículo ante el pueblo, que se bebía embelesado sus Palabras... Es el caso de una mujer, casada con siete hermanos y sin dejar hijos: ¿de qué marido será la mujer al resucitar los muertos?... Ellos, como no creían en la otra vida, proponen un caso ridículo e imposible de que exista... Y Jesús les pone ante su incredulidad y mente retorcida: “estáis muy equivocados... Estas cosas no las entendéis y habláis de ellas creyéndoos maestros: en la Resurrección de la carne no habrá casamientos, todos serán como ángeles del cielo”... El cuerpo resucitado no tiene ninguna necesidad de los deseos de la tierra: todo su ser estará flechado hacia la Gloria de Dios en una alabanza continua: Dios les ha conferido la vida eterna y el emparejamiento de unos seres con otros y sus deseos mundanos ya no serán en absoluto necesarios. Se vive en una dimensión espiritual y no carnal y humana... Así lo dijo Dios a Moisés desde su aparición en la zarza ardiendo: “Yo soy Dios de vivos, porque para mí, todos están vivos”... ¡Y volvemos a encontrarnos con el Misterio de Dios que quiere salvar a todos los hombres, pero no sabemos cómo lo hará!...

Para Dios nada hay imposible y así como resucitó a Jesús después de estar tres días en el sepulcro, con este mismo poder resucitará a los que le hayan sido fieles y hayan buscado la verdad en su vida... ¡Y esto, aunque seamos pecadores, porque Él es el único que hace justos y gratos en su presencia! ... Por esto, no debemos aferrarnos tanto por conservar esta vida caduca, pues ella es figura y presagio de la futura: una vida imperecedera en la presencia de Dios y despojada ya de todo dolor, llanto, penas, enfermedades y todo tipo de males que este cuerpo ha de sufrir mientras peregrina en “tierra extraña”. Pues esta tierra no es nuestra Patria, sino que aún, muchas veces sin saberlo, añoramos y tendemos a nuestra Patria del Cielo, la definitiva, donde Dios nos espera para mostrarnos, “a pleno pulmón”, todo lo que nos ha amado desde que nos creo y cómo desea que lo experimentemos por toda la eternidad... Así, escribía el Apóstol a sus fieles: “¡Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra, pues nuestra vida está escondida con Cristo en Dios!...¡Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces aparecéis juntamente con Él en Gloria!” ...

¡Que el Señor nos lo conceda por su bondad!…

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