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HE VENIDO A DAR PLENITUD A LA LEY

17 « No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
18 Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.
19 Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. (Mt. 5, 17-19)

“Dios es el mismo ayer y hoy y siempre”, por esto Él no se contradice en la Ley y los Profetas, y en las enseñanzas de Jesús… En una ocasión, Jesús recriminó a los doctores que leían las Escrituras y “no entendían” porqué estas estaban continuamente hablando de Él, eran preanuncio de su venida a nosotros para “darles plenitud”. Él es el que lleva a esta plenitud todas las Palabras de Dios que se han proclamado, antes de Él en los oráculos de los profetas y en las leyes de Moisés que dio al pueblo, en el Monte Sinaí, de parte de Dios…
¡Y éstas las grabó en piedra para que no fueran nunca olvidadas por su antiguo Pueblo elegido y por el nuevo Pueblo de Dios, que es su Iglesia!

¿Cómo pensar que Jesús haya venido a enseñarnos algo distinto? Toda su Palabra era para “dar espíritu y vida” a los que las oyen y las cumplen: y son completadas por el Amor, cosa que no conocíamos ni teníamos antes de que el Hijo de Dios, todo Amor, se encarnara… Porque conocía el Pueblo de Dios lo que era Dios, pero no que era Padre, en todo el sentido de la palabra: que nosotros también somos sus hijos adoptivos en el Hijo y por lo tanto herederos de su Gloria y de los bienes definitivos…

Por esto, “todo podrá pasar: el cielo y la tierra, pero la Palabra de Dios permanece por siempre”, porque Ella es el mismo Verbo de Dios, que se ha hecho hombre, uno como nosotros -menos en el pecado- para que mirándole a Él, en sus obras y palabras, llevemos también nosotros en nuestra vida su Palabra encarnada…

¡Qué bueno es tomar entre nuestras manos los Evangelios de Jesús y orarlos!... ¡Mejor, dejarnos orar por Él, pues “la Palabra de Dios es viva y eficaz”, independientemente de nuestra actitud hacia Ella!… Pero si la cogemos con cariño, va construyendo nuestra vida en el Amor y con Ella damos frutos de vida eterna…

¡Seamos celosos en leerla y meterla en el corazón!… El resto, lo hará el Espíritu Santo, que es “Señor y dador de vida” y hará que nuestra vida salte hasta la vida eterna, donde Dios quiere gozarnos como hijos, con el Hijo y en el Hijo, que “es su Palabra y no tiene otra”…
¡Que así sea, Dios mío!…

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