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¡QUÉ BUENO ES ESTAR AQUÍ!

2 Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos,
3 y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo.
4 Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.
5 Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: « Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías »;
6 - pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados -.
7 Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: « Este es mi Hijo amado, escuchadle. »
8 Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
9 Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
10 Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de « resucitar de entre los muertos. »(Mc. 9, 2-10)

A los ocho días. ¿De qué? Pues Jesús va instruyendo a sus discípulos y con dolor de su corazón les dice que tiene que padecer mucho y ser rechazado por los ancianos sacerdotes y escribas y ser matado y resucitar al tercer día… No les habla Jesús para que le comprendan, pues sabe que estos Misterios venideros están velados a su mente y más a su corazón que no sueña sino con glorias humanas, porque ellos esperaban que él sería el libertador de Israel. Les habla sin ambages de su pasión y muerte en cruz y de su resurrección, al tercer día, para que cuando suceda, se acuerden ellos de que Jesús se lo había predicho. “Y discutían, ¿qué sería eso de resucitar de entre los muertos?”, prueba ésta de que estaban a años luz de la Persona de Jesús y de su misión en favor de todos los hombres…

Lo de “sufrir Jesús”, lo rechazaban de plano: “¡no será así!”, que le reconvino Pedro en un momento de su itinerancia con Jesús… Viendo éste, el desencanto y depresión en que se habían sumido los discípulos, quiso confortarlos ante el escándalo de la cruz y se llevó aparte a tres de sus seguidores, un poco los pilares con los que en el futuro habría de fundar su Iglesia… Y “los subió con Él, a un monte para orar”, como hacía con frecuencia…

Y allí, en lo cotidiano del hecho, ¡de repente, Jesús se transformó en Luz, con sus vestidos blancos de resplandor!… ¡“Y aparecieron a su lado Moisés y Elías, como íntimos de Jesús, y nimbados también de luminosidad!”… “! Y hablaban familiarmente con Jesús!”… ¿Y de qué podían hablar los tres, sino de lo que embargaba el corazón del Maestro: “de su próxima muerte en Jerusalén”?… Pero los discípulos no entendían entonces estos diálogos. ¡Ellos estaban sumidos en una “nube” que les hacía felices y deseosos de que aquel gozo no se terminará nunca!…

Pero también estaban asustados y no atinaban a decir nada coherente… Sólo Pedro repetía una y otra vez: “¡Qué bien se está aquí!”… “Aquí no hay luto, ni llanto, ni dolor, como si su primer mundo hubiera pasado y un mundo nuevo hubiera suplantado al que ellos conocían”… “¡Qué bien se está aquí con Jesús y sumidos en un trocito de su Gloria y Majestad!”. Así lo escribió San Pedro en su segunda carta: “fuimos testigos oculares de su Gloria, que recibió de Dios-Padre, cuándo se hizo oír aquella Voz que decía: “Éste es mi Hijo muy Amado en quién tengo mis complacencias”… No sólo los ojos se llenaron de luz divina, sino que los oídos quedaron invadidos de una Voz que procedía de lo alto, invitando a estos hombres a creer y ser dóciles a la Persona de Jesús, pues a pesar de su apariencia como hombre, ¡es Dios mismo el que les enseña y los conduce a la salvación!…

¡Qué bien comprendieron ahora lo que hasta entonces estaba velado!… Pero desde la “visión” que se les regaló, todo estaba claro… No así, cuando se levantaron y sólo vieron de nuevo al “hombre Jesús”… Entonces volvieron a ser los mismos con el Maestro… Pero la gracia de Dios los iba trabajando y fortaleciendo en su fe…

¡Hay que ver qué respetuoso es el Señor con su gracia!: se amolda al ritmo humano, que a veces es exasperante por su lentitud... No empuja a nadie: ¡se ofrece y espera, como sólo Dios sabe esperar!…

Pero Señor, ¡cuando un ímpetu interior vuela dentro de nuestro corazón, pidiéndote más luz y más amor, por caridad, abre la brecha de tu Corazón, para que seamos anegados en el ardor de tu Sangre Divina que sólo sabe de entrega y ternura, por los anhelos del corazón, que clama por la gracia divina!…

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