• 1

PADRE, VENGA A NOSOTROS TU REINO

7 Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados.
8 No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
9 « Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
10 venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
11 Nuestro pan cotidiano dánosle hoy;
12 y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
13 y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
14 « Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
15 pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas. (Mt. 6, 7-15)

Jesús dio a sus discípulos una norma para que su oración a Dios sea escuchada: “no usar muchas palabras”… Y para esto, la sabiduría popular, después, se había pronunciado: “el que mucho habla mucho yerra”. Cuando la verborrea domina nuestra relación con Dios, es que hay muchos pensamientos que se agolpan en nuestra cabeza y salen de ella como una catarata, sin orden ni concierto, y por tanto, sin mucha profundidad y consciencia. Dios no quiere que nos acerquemos a Él de esta forma… Lo primero que nos dice es: “que el Padre sabe de antemano todo lo que nos hace falta”, porque Él es Dios y lo sabe todo… Es a nosotros mismos a quienes manifestamos nuestras necesidades, para que demos prioridad a lo importante y dejemos aquello en lo que a veces se deleita nuestro deseo, pero que no es voluntad de Dios sobre nosotros, para darnos la Salvación. Nuestras peticiones han de ser “en verdad”, según el pensamiento de Dios. Él sabe muy bien lo que nos hace falta y nos lo manifiesta en lo profundo, con su Luz…

Aquí nos habla Jesús de “vuestro Padre”, que no es lo mismo que cuando Jesús dice: “Padre mío”… Somos hijos de Dios, pero en el Hijo, pues sin esta mediación no hay paternidad, pues estamos “hechos a imagen de Dios”, pero no somos la impronta de su Ser. Esta sólo corresponde al verdadero Hijo, porque Jesús es consustancial al Padre, por ello, con propiedad, puede llamar a Dios: “¡mi Padre!” y sentirle más íntimo que a Sí mismo…

Cuando recéis decid: “Padrenuestro”… El Dios que habita en una realidad que no es nuestro mundo creado, sino una relación de Amor de la Santísima Trinidad: Tú, estás en el Cielo y nosotros habitamos en la tierra, pero llamados, por gracia, a que un día podamos acceder a esta realidad: “¡el Cielo!”… Y en este Cielo sólo puede habitar el Santo y todo lo que es santo: su Nombre innombrable; sus ángeles santos; los bienaventurados que viven ya en la gloria de Dios… Pues esta santidad le pedimos a nuestro Padre que se haga habitación en nuestro mundo, para que deje de ser “profano” y vaya siendo santificado por esta “oración de deseo”, que no es otra que “se haga su voluntad ya aquí en nuestros corazones, como se hace en el cielo”, y en toda criatura que no es racional, y por tanto, no puede con su libertad, alejarse de este querer de Dios: de que todos nos amemos para entrar en la Gloria de Dios…

Y a partir de aquí, nuestra oración va encaminada en un sentido horizontal, sin dejar de conectar con lo divino: “danos el pan espiritual: la Eucaristía, la comunión con el Cuerpo de Cristo… ¡Y esto a veces, sin tener explícitamente este deseo!… Porque todavía nos movemos en el “pan material”, que alimenta nuestro cuerpo… Pero Dios, nuestro Padre, sabe que “no sólo de este pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de su boca”…

Y también, danos el “don grande del perdón” para que experimentando cómo Tú nos perdonas, poder después ofrecerlo a nuestros hermanos…

Y por fin, pedir, no que no seamos tentados, pues Jesús también lo fue, sino que no caigamos en la tentación y superemos las pruebas de esta vida como Él, recurriendo a su Palabra, que es poderosa para librarnos de las seducciones de nuestra carne, que es débil, por su misma condición… Y así, con su gracia, vencer al Maligno, que es nuestro enemigo, porque primero lo fue de Cristo…

En el Padrenuestro se contiene todo lo que nos hace falta para salvarnos… ¡Dios mío, escucha mi oración!...

Imprimir Correo electrónico

Gracias a Google, Norton y McAfee, te podemos garantizar que nuestra web, su contenido y los servidores desde donde se proporciona el servicio, son 100% seguros y están verificados. Puedes comprobarlo pinchando en las imágenes de abajo .
navegacion segura googlenavegacion segura nortonnavegacion segura mcafee

ImagenCookies

Hola! ¡Bienvenido a la página web del monasterio de san Blas! Nos encanta verte por aquí y esperamos que este sitio sea un lugar donde puedas encontrarte con Jesucristo Resucitado. Tan sólo queremos pedirte un favor: para mejorar la página y facilitar tu navegación por ella necesitamos que aceptes nuestras cookies. ¡Muchas gracias y oramos por ti!