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¡ATENTOS Y VIGILAD, NO SABÉIS EL MOMENTO!

33 « Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento.

34 Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele;

35 velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada.

36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos.

37 Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad! » (Mc. 13, 33-37)

“Estad bien preparados para la acción, controlándoos bien, a la expectativa del don que os va a traer la Revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes no os amoldéis a los deseos que teníais antes, en los días de vuestra ignorancia. (1ª Pedro 1,13- 14).

Este texto del Apóstol Pedro, ilustra muy bien el Evangelio que meditamos sobre “la vigilancia”, porque “no sabemos el día que vendrá a nosotros el Señor”… Y “bien preparados” es estar equipados, con grandes deseos sostenidos por “la alerta”. Que esto no es salir de sí, sino entrar más adentro, en la espesura del corazón dónde se encuentra el espacio libre, luminoso y amplio para el “estar junto a Dios y hacer del Señor mi refugio”, mi delicia, mi Vida Eterna…

Y esto requiere un “buen control”, no agresivo ni abrupto sino suave, pero continuado, que no admite tiempos de descanso y distracción: vigilante, estable en “estar ahí” y no en otro lugar… Y abocado a “la expectativa”, la espera segura y silenciosa, con una cabida infinita para “acoger el Don” cuando este llegue, para abrirle de inmediato, sin demora, sin tiempo…

El Espíritu Santo está “al acecho” ante el alma, “como león en su guarida”, a saltar sobre ella e invadirla apenas abra… ¡Ansía tomar posesión!... !No quiere ausencias!... ¡Desea aposentarse en ella!… ¡Ya establemente y por la eternidad, en esta vida!…

Y esto nos lo trae la Luz y el Amor que nos da “la Revelación de Jesucristo”; la huida de nuestras ignorancias sobre Dios y sus cosas; la densa claridad que domina y alumbra el fondo de mi alma…

Así, en este estado, despiertos para acoger a Jesús ¡que viene!... “Velar y orar”, son los dos brazos con los que tomaremos el Misterio de la Encarnación de Dios, de su aparición dichosa en nuestra tierra… Como María, no nos lamentaremos de nuestra “pobreza e indignidad”, porque es el mismo Dios el que ha querido ver su cuerpecito de niño envuelto en “estos pañales”… Así lo ha elegido Dios para su Hijo Querido, y así lo quiere para nosotros: ¡Los bienes de este mundo no, pero sí totalmente nuestros corazones rodeados y caldeados por el Amor!…

!Por tanto, vigilemos, estrenemos vigilancia y atención como si fuera la primera vez que lo hacemos en nuestra vida!… Así, este Adviento, será “nuevo”: “Ahora hago nuevas todas las cosas”. Nuestro Dios es todo novedad y asombro y así nos ha hecho para Sí… Por esto, Dios nunca “se aburre” de su criatura, porque es eternamente bella y asombrosa…

¡Pidamos al amoroso Espíritu Santo que haga estas maravillas en nosotros, pues “estamos preparados para su acción” con “la Revelación de Jesucristo, Nuestro Señor”…

¡Que así sea!…

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