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Son Bienaventurados

1 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron.
2 Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
3 « Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
4 Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
11 Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
12 Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. (Mt. 1, 5-12a)

Hoy Jesús, en este Evangelio, no propone a unos pocos la felicidad eterna, un gozo inmutable e inmarcesible, sino que “vio a muchos”, que querían escucharle... Entonces “subió al monte y se sentó”. Los maestros, cuando impartían sus enseñanzas a los discípulos, se sentaban: “en la cátedra de Moisés, se han sentado los escribas, haced lo que dicen, pero no hagáis lo que hacen”… Jesús, lo que dice, ya lo he hecho, por eso su Palabra llega el corazón de todos: “habla con autoridad”…

Se supone, que en lo alto de un montículo y ante un gran gentío, su voz resonaría fuerte y potente para que todos, aún los más alejados, le oyeran… Pero no sólo su Voz, sino que lo que les dice: ¡es muy importante, son Palabras de vida eterna que salvan y llevan a unirse con Dios!: “¡Bienaventurados los pobres en el espíritu… los mansos… los que lloran… los que ansían la santidad… los limpios de corazón”… ¡Y todos, por causa de Jesús!. Y al mirarle a Él, uno puede pronunciar estas palabras, ¡como un deseo, el más fuerte en esta vida!, y no siente escándalo o impotencia para llevarlas a hacer realidad y decir con San Pablo: “¡Todo lo puedo en Aquél que me conforta!”…

Estas Bienaventuranzas son puro Evangelio y no tienen nada que ver con “mandatos moralistas”, por ello, el entrar en este clima es pura gracia de Dios que regala a los que le buscan, como lo único necesario… ¡Al rico de bienes materiales, de poder, de ensimismamiento!, ¿se le puede proponer el ser pobre de espíritu?… ¡Parece algo absurdo!… Primero, la vida, le ha de despojar de todo para que perciba, que lo que no dura, no vale y que él tiene un espíritu que no puede ser llenado sino por algo que no es de acá abajo… ¡Entonces, se podrá abrir en su alma una rendija por donde Jesús puede entrar con su Luz!…

También, la mansedumbre, nunca tuvo prensa en este mundo: al manso el mundo lo asocia a “tonto”: no se defiende, no ataca al ser agredido en palabras o en obras. Es como “una oveja modorra” que la llevan al matadero, ¡y ni abre la boca!… ¡Pero todas estas imágenes que el mundo desprecia, ya estaban profetizadas en Isaías hace muchos siglos!… ¡Y hablaba del Mesías que Dios enviaría al mundo en pecado, para salvarlo con su silencio y su dulzura envuelta en Amor Divino!… “¡Los pensamientos de Dios son más sabios que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres!”… Estos mansos, con Jesús a la cabeza, son los que de verdad poseen el cielo… Y así todas las bienaventuranzas, que son como perlas caídas de la boca de Dios en Jesús de Nazaret...

¿Y qué decir Señor de “los limpios de corazón”?: Pues que sólo ellos verán a Dios, tal como es en Sí mismo… Los ojos de estos bienaventurados son transparentes, claros y luminosos… No albergaron en su corazón algo malo, por eso ven todo como Dios lo ve: ¡ven a Dios en todo!… La Virgen María es el prototipo de éstos de corazón puro. Ella no conoció el pecado. Siempre, desde su concepción, amó a Dios sobre sí y sobre todas las cosas: era “la Esclava del Señor” que siempre le decía: “¡Señor, como Tú quieras y lo que Tú quieras!”… Por esto, era “la Niña Amada de Dios, la Purísima, la Inmaculada”…

¡Oh Señor, que cada bienaventuranza caiga en nuestro corazón y con tu gracia fructifique en frutos de Santidad y Amor!…

¡Que yo comprenda, con tu Luz, lo que me has querido decir en cada una de ellas!... ¡Gracias Señor!…

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