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Dad al César lo del César, y a Dios lo de Dios

15 Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra.
16 Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: « Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas.
17 Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no? »
18 Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: « Hipócritas, ¿por qué me tentáis?
19 Mostradme la moneda del tributo. » Ellos le presentaron un denario.
20 Y les dice: « ¿De quién es esta imagen y la inscripción? »
21 Dícenle: « Del César. » Entonces les dice: « Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios» (Mt. 22, 15- 21)

Se unieron fariseos y herodianos para poner a Jesús en aprieto, tendiéndole una trampa. Y vienen con palabras aduladoras: “sabemos que eres sincero, que enseñas el camino de Dios según verdad y no tienes acepción de personas”… Pero Jesús ve el fondo de sus corazones y ante todo les llama: “¡hipócritas!”…: Dicen lo que no creen, pues si lo creyeran, su voluntad sería buena y estarían convertidos por su Palabra… Y después de la mentira viene la trampa: “¿Es lícito pagar el impuesto al César o no?”… Ellos creían que Jesús no tenía otra alternativa: “Si dice que no, está en contra del César y entonces es un revolucionario; si dice que sí, desmiente su Palabra, pues él dice: “hay que amar a Dios sobre todo y todas las cosas””… Pero Jesús es Dios, ¡y un simple hombrecillo no puede ridiculizar a Dios!: ¡esto es una blasfemia!… Y Jesús le responde con la inteligencia y el poder de Dios, que sabe siempre separar para distinguir: “El dinero es del César, dádselo a él; pero el honor y la gloria, sólo pertenece a Dios y nadie puede arrebatárselo”... ¡La sabiduría de Dios confunde y aturde al hombre: “y quedaron abochornados”!…

¿Quién puede competir con un Gigante, nosotros que ante Él somos menos que enanos?… ¡Sí, sólo el amor puede vencer a Dios, pero el corazón retorcido y la malevolencia sólo hace que apartarnos de Él, nos obnubila su presencia que es Vida!…

La imagen que le presentan a Jesús en la moneda, es del Cesar: un hombre cualquiera, que sus mismos conciudadanos idolatran… Pero la imagen que Jesús les pone delante a ellos es “la imagen de Dios”, impresa en cada uno de nosotros, que al crearnos imprimió su “sello divino” en el fondo del alma… ¡Y esto, aunque no lo sepamos o percibamos o queramos ignorar!: ¡Es una verdad de fe y está ahí!…Y ante esta imagen, incomprensible y real, todos tenemos que doblar la rodilla y adorar este misterio de la condescendencia divina, que ha dejado su sello divino indeleble en el hombre, su criatura… ¡Y sólo lo ha hecho por Amor!... Dios no nos necesitaba. Son, como dicen nuestros santos, “migajas que caen de la mesa de Dios”. Es la abundancia de su Amor la que nos ha hecho, o si queremos “¡El excesivo Amor!”…

¿Y nosotros?, ¿cómo tenemos esta imagen en nuestro corazón?... ¿La cuidamos para que nada pueda empañarla?... ¿La limpiamos con la oración y los sacramentos para devolverle su esplendor y belleza? … ¡Ella es como el sol que no sólo se ilumina a si mismo, sino que todo lo que toca lo deja lleno de claridad y hermosura!… ¡Acercarse a un alma con “excesiva gracia” es sentir que ante ella, lo primero, nos deslumbra y su luz nos desnuda ante Dios y ante nosotros mismos!… Y los hermanos perciben: “¡Aquí pasa algo!”… “¡Aquí está Dios!”… ¡Dejémonos hacer por Jesús, el Sol de Santidad!...

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