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JESÚS ANUNCIA POR PRIMERA VEZ SU PASIÓN

21 Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día.
22 Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: « ¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso! »
23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: « ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!
24 Entonces dijo Jesús a sus discípulos: « Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
25 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.
26 Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?
27 « Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. (Mt. 16, 21-27)

Las Palabras de Jesús no son dulzarronas y halagüeñas; tampoco son amargura y desilusión… Sus Palabras son reales y veraces y por lo mismo, muchas veces nos parecen duras y “desilusionantes”. Querríamos un Cristo sin cruz o, a lo menos, con una cruz sin aristas y con los bordes romos: que no hieran nuestros oídos y más nuestro corazón, que busca el halago y el dulzor de la vida…

Pero en este momento, Jesús habla sin “ropajes de seda”: suena como suena y es veraz, del principio al fin: “Tengo que ir a Jerusalén y allí padecer mucho a manos de los jefes religiosos. Ser ejecutado y resucitar al tercer día”… ¡Al oír esto los discípulos se espantan! Y Pedro, que se cree con la dignidad de ser portavoz de sus compañeros, le reconviene a Jesús y aparte, (¡qué gran delicadeza!), se pone a increparlo: “¡Lejos de Ti tal cosa, Señor!... ¡Eso no puede pasarte!”…

El abismo de la comprensión de Jesús y de su misión es tan grande, que tiene que hablar a Pedro con una dureza, como no hay otra en todos los Evangelios: “¡Quítate de delante Satanás, escándalo eres para mí porque no tienes los pensamientos de Dios, sino los de los hombres!”… ¡Pedro, en este momento, con sus sugerencias, es el mismo Satanás que quiere poner una piedra de tropiezo a Jesús para que no cumpla su misión!… ¡Y esto, se lo dijo Jesús, volviéndose de Pedro, para que todos los discípulos lo oyeran!… ¡Debió de ser muy humillante para Pedro, él que se preciaba de amar al Maestro más que todos!

Y sin dejar pausa, Jesús les anuncia que para seguirlo habrán de negarse a sí mismos, y como Él, seguirle por el camino de la cruz, hasta perder la vida… Pues lo más importante para el hombre es salvar su alma, ya que nuestro cuerpo lo salvará Jesús después, en el Día de la Resurrección de la carne… ¡Pero ahora, nuestro programa, para ser discípulos del Señor, es “negarnos a nosotros mismos” y como San Pablo, llegar a poder decir: “Ya no soy yo, sino que es Cristo quién vive en mi”!…

No se trata de una autodestrucción para quedar en el vacío: ¡esto, al hombre, visceralmente le aterra!… Se trata de un proceso lento, pero eficaz, de la asimilación, hasta la raíz, de los sentimientos de Cristo. Sus mismos pensamientos hasta llegar a obrar como Jesús. Ya nos decía Dios en el Antiguo Testamento que: “mis caminos no son vuestros caminos y mis planes no son vuestros planes”… “Tanto dista el cielo de la tierra como los proyectos de los hombres y los de Dios”…

Pero en este camino de seguimiento de Jesús no vamos solos, Él nos guía, nos lleva de la mano, pone nuestras huellas en las suyas, nos atrae hacia su Corazón y de continuo oímos dentro de nosotros: “¡Ánimo, soy Yo, no tengas miedo!” “¡Adelante!”… ¡Con su Palabra, oída y sentida, nos lanzamos en su seguimiento!... Y: ¡Que venga lo que viniere!, porque su Presencia borra ante nosotros toda otra presencia que querría apartarnos de Él: Desaparecen los cálculos, los temores y todo!... Y sólo oímos: “¡Soy Yo, Yo estoy contigo para salvarte, confía, ven a Mí!”…

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