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Jesucristo, Sacerdote eterno

36 Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: « Sentaos aquí, mientras voy allá a orar. »
37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
38 Entonces les dice: « Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo. »
39 Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: « Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú. »
40 Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: « ¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?
41 Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil. »
42 Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: « Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad. » (Mt. 26, 36-42)

El que existan sacerdotes, desde que el mundo es mundo, no es una invención mental, sino una necesidad del hombre de tener “un intermediario entre la divinidad y la humanidad”… Como esto es una necesidad psicológica y del espíritu, Dios, el Dios verdadero, lo ha asumido: “Cuando Jesús entro en el mundo dijo: “tú no quieres sacrificios ni holocaustos… sino que me has preparado un cuerpo”, con el que te ofrezco, un sacrificio, que es aceptable a tus ojos, el único que te agrada: mi Cuerpo y mi Sangre, entregado por Amor, a estos hombres que buscan tu rostro en la oscuridad, pero que ahora se les ha concedido, por tu benevolencia, verte en mi Humanidad, porque “Ella, es el reflejo de la luz eterna”…

Y el momento, “la hora” en que comenzó plenamente a cumplirse, este deseo de tu criatura, de ver a Dios, está escrito en los Evangelios, cuando Jesús, en el Huerto de los Olivos, libró su gran batalla, de la “humillación de su Divinidad”, en la Humanidad asumida: “¡Mi alma está triste, hasta morir, quedaos aquí y velad conmigo!”… “Pero que no se haga, Padre lo que yo quiero, sino como quieres Tú”… “Y lleno de angustia, oraba con más insistencia… Y sudó como gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra”…

¡El ser el Único Mediador entre Dios y los hombres, le costó al Hijo de Dios, la entrega de su Cuerpo y el derramamiento de su Sangre Preciosa!… ¡¡A tan alto precio nos tasó Dios, que “para rescatar al esclavo, entregó al Hijo”!!... ¡¡A su Hijo Único y Dios como Él!!…

¡El Sacerdocio Eterno de Cristo, el poder sentarnos a su derecha en los cielos, es algo eternamente adorable y digno de toda alabanza, en los mismos cielos y en la tierra!… Por esto, “al Nombre de Jesús, toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en los abismos y toda lengua proclame: “Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”… Pero Jesús, no sólo se hizo nuestro Mediador, sino que quiso asociarnos a todos a su Sacerdocio y que fuéramos sacerdotes como Él, “para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo”… ¡Esto, es una dignación de su bondad!... Pues siendo Él nuestra cabeza, ¡Ella, no quería estar separada, en todo, de su Cuerpo, que es la Iglesia!…

! Qué gran misericordia!... Y por si esto, le pareciera poco a su Amor, quiso escogerse a algunos de los hombres, para que perpetuaran “el Misterio de la Eucaristía” poniendo, real y verdaderamente, su Cuerpo y su Sangre en sus manos y en la voz de estos ministros de Dios: “Esto, es mi Cuerpo y Esta es mi Sangre”… Y así, su Iglesia Santa, puede alimentarse, real y verdaderamente de Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero…

¡Realmente, este Misterio tan rico y adorable, nos tenía que tener absortos en su contemplación y en una acción de gracias ininterrumpida y en alabanzas continuas! … ¡Dios sea bendito por su Bondad!...

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