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SOIS SAL Y LUZ ANTE EL MUNDO

13 « Vosotros sois la sal de la tierra. Mas, si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.
14 « Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte.
15 Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.
16 Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mt. 5, 13-16)

Jesús nos pide que seamos la sal que impide la corrupción de la tierra: el que los hombres se pudran a causa de sus pecados. Es como si la sal hiciera en el corazón la obra de la conversión… Entrando en lo interior de la vida del hombre, hace de mordiente, de forma que no quita lo malo sino que preserva para que el mal no aparezca y seamos limpios e íntegros.

En el Levítico 2, 13, se nos narra: “Sazonarás con sal toda oblación que ofrezcas”… “En ninguna de tus oblaciones permitirás que falte nunca la sal de la Alianza de tu Dios” (Núm. 18,19)… Y también, cuando un niño nacía se le lavaba bien de toda impureza y se le frotaba con sal (Jer. 16,4)…

¡Qué importante la sal en la vida del hombre!… ¡Pero ay, la sal puede perder su fuerza y ser sosa, por mojarse o ensuciarse, entonces por carecer de fin, “no sirve para nada, se arroja fuera y es pisoteada por los hombres!”… La sal así se tiraba en el pueblo de Israel a la vía pública, donde se echaban todas las basuras fuera de las casas…

Si el siervo de Dios es “soso” y “no sabe” proclamar las obras de Dios, sabemos a qué se expone ante sus semejantes que no reciben ya su Palabra de parte de Dios: “será pisoteada y despreciada”…

También “somos la luz puesta en alto”. Si es así, nunca puede dejar de alumbrar a todo lo que está a su alrededor. Lo propio de la luz es hacer distinguir todo aquello sobre lo que hace brillar. Nosotros somos esa luz resplandeciente sobre elmundo. Y todos percibirán sus destellos, que es una vida sin tacha… Y sabrán, a través de ella, que hay un Dios que un día dijo: “¡Haya luz!”… Y la luz se hizo y desde entonces el mundo no está en tinieblas, sino que “tiene la Luz de la Vida”. Y la Luz es Cristo: “Yo soy la Luz del mundo, la Luz verdadera”. A su Luz no caminamos en las tinieblas, por ello no tropezamos en las torpezas que el Maligno nos sugiere…

Pero esta Luz que Jesús quiere que seamos, tiene su cumplimiento final cuando Él, el Cordero, “haga nuevas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra” y en esa “Tierra Nueva” “ya no habrá luz que la alumbre, pues su Lámpara es el Cordero”: Jesús, el Hijo de Dios. Y, “A esta luz de la gloria de Dios, caminarán las naciones”…

Estas Palabras, fieles y verdaderas de la Luz que es Cristo, las vio y oyó San Juan en una visión apocalíptica, para que creamos que Jesús es el Hijo de Dios y esta fe nos lleve un día a gozar de su Luz, que no conoce ocaso ni oscuridad…

¡Dios sea bendito, que nos ha revelado su designio de Amor sobre nosotros que queremos ser fieles a su Palabra que nos da Vida!…

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