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PARÁBOLA DEL AMIGO IMPORTUNO

5 Les dijo también: « Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: "Amigo, préstame tres panes,
6 porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle",
7 y aquél, desde dentro, le responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos",
8 os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite. »
9 Yo os digo: « Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
10 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11 ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra;
12 o, si pide un huevo, le da un escorpión?
13 Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan! » (Lc. 11,5-13)

Como la mayor parte del tiempo en Palestina se vive al aire libre, las gentes sencillas de estas latitudes no se ocupan mucho de las casas. Lo contrario de lo que sucede entre los ricos o en nuestros países muy civilizados.

La casa aquí, en Palestina, consta generalmente de una sola estancia, precedida por un patio, que a veces pertenece a varios vecinos. En este contexto, se entiende bien la importunidad del hombre que a media noche llama a la puerta de su amigo pidiéndole tres panes. La puerta está cerrada y hasta ella todos duermen y sus niños quizás cerca de la puerta, ¿cómo levantarse y darle lo que pide?... Pero el hombre insiste y el amigo desde dentro se dice: “Le daré lo que quiere pues es amigo”, o quizás: “Para que me deje en paz y no insista más, le daré lo que desea…”

Entre los hombres esto es así: Piden, insisten, son a veces pesados e impertinentes, según el afán que les apremia…, pero en Dios no sucede de esta manera. Para Él, ninguno de sus hijos es inoportuno. El quiere que pidamos, que llamemos sin cansarnos, que su silencio y aparente indiferencia no nos eche para atrás, al contrario. Esta espera y dilación es para probar nuestra confianza y bondad de Dios que crece en estas ocasiones. Y cuanta mayor sea ésta, mayores serán sus dones y dádivas.

Nuestro Padre Dios, no puede dar nada malo a sus hijos, siempre los bendecirá y dará más allá de lo que necesitan, porque la mano de Dios nunca fue tacaña y restringida con los que ama.

Si un padre de la tierra se porta siempre dando y dándose, ¡cuánto más nuestro Dios que es rico y generoso en amor!... Y en este desborde de gracias, nos pide que le “exijamos” su Espíritu Santo. El Don por excelencia, su Don, el que nos regaló el Hijo con su Encarnación y que en su ausencia, se ha quedado con nosotros, hasta el fin del mundo…

Pero quiere que lo pidamos, para que su venida a nosotros no parezca una violencia a nuestra libertad sino que desbordantes de amor y no sabiendo más que amar, ansiemos la unión con Dios en y con el Espíritu Santo.

¡Señor, dánosle, danos tú Amor, el que ha hecho todo bien, el que nos ama y nos está salvando, el que nos abre la puerta de tu misericordia y tú bondad! ¡Dánosle Señor, aunque nosotros no sabemos pedírtelo, pero Tú sí que sabes cómo regalárnoslo!

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