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Misión de Jesús respecto a la ley antigua

17 « No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
18 Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.
19 Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. (Mt. 5, 17-19)

Es el mismo Dios el que promulgó la Ley desde antiguo y envió al mundo a sus profetas para que supieran interpretarla según el beneplácito divino. Ahora, esta Ley, en la plenitud de los tiempos, con Jesús, es Dios mismo el que quiere llevarla del todo a su cumplimiento. Por tanto, los Mandamientos de Dios, son voluntad divina y quiere que los meditemos y cumplamos. Pero no quiere el Señor que los interpretemos, con leyes casuísticas, como hacían los fariseos, llenando la Ley Santa de múltiples preceptos humanos que, por ser humanos, muchas veces no iban acordes con los Mandamientos de Dios.

Jesús es el único intérprete de la Ley y va más allá de la misma, pues donde la Ley decía, por ejemplo: “Ama a tu prójimo y aborrece a tu enemigo”, Jesús dice: “Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen”. Y da la razón última: como “Dios es amor”, “hace llover sobre malos y buenos”…

Y donde decía la Ley: “No matarás”, Jesús afirma: “Yo os digo, que todo el que se irrita contra su hermano, ya le está matando y es reo del Juicio de Dios”…

Y así con todos los mandamientos. Jesús nos pide en ellos el espíritu de Caridad, que nunca dice “basta”, porque Dios se nos ha entregado todo entero en su Hijo Jesús y no se ha reservado “en su cielo” todo su Amor y misericordia…

Con la justicia rigorista de los escribas y fariseos nos asegura Jesús que: “No entraremos en el Reino de los Cielos” ¡La Ley y sus Mandamientos sí, pero la doctrina evangélica, mucho más!... Antiguo Testamento y Nuevo Testamento no se oponen. El Nuevo Testamento completa el primero con el Amor, como vemos también en el Sermón de la Montaña, donde el principio de la Bienaventuranza es del Antiguo Testamento y la segunda parte, es bendición y gracia por Jesucristo: “Dichosos los pobres, los que lloran, los misericordiosos, los que padecen persecución”, etcétera…

Y siempre el mismo premio en la gloria futura: la Visión de Dios con su Paz y su Amor, por haber seguido las huellas de Jesús en su vida…

¡Bienaventurados si entendemos estas cosas con el corazón, porque ya somos felices ahora, por la gracia de Jesús… y después de esta vida, gozosos en su gloria!

¡Amén, amén, que así sea!…

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