VIA CRUCIS DE SAN JOSÉ

Ciertamente que si hay vidas humanas estrechamente unidas a Jesús, son las de María y José.
Como es palpable, tenemos motivos sobrados y probados de que la participación de María en la obra de Cristo fue profunda y real en su corazón y en su presencia física. Lo cierto es que no comenzó en el Calvario esta vinculación sino desde la Anunciación.


Tenemos a José que no cabe duda alguna de que este “hombre justo “ si no padeció la presencia física del Calvario, sí que culminó la participación en la Pasión de Cristo con su vida junto a Él, podríamos decir que José nos presenta anticipadamente la prefiguración real y profética de esta Obra cumbre de Jesús.
Siempre se ha dicho que a José no era necesario mencionarle, pero ahí está como soporte esencial y necesario en los panes de Dios; él perfiló con su entrega, aceptación, sumisión y puesta por obra la definitiva enseñanza, desde su papel de padre terreno de Jesús que “crecía a su lado en estatura, sabiduría y gracia”.
Los Evangelios son muy parcos en detalles, sólo Mateo y Lucas lo mencionan; pero están suficientemente bien ajustados a la realidad del papel primordial de José. Repasando con detenimiento los pasajes en que se hace alusión al “santo varón”, podemos afirmar que José vivió sobradamente su vía - crucis en comunión con el Hijo que el Padre quiso compartirle. ¿Cómo no darle el título de corredentor junto a María? Es de ley.

Siempre hemos notado este segundo plano de san José, sobre todo referido a su aparición, mención, presencia señalada... pero sabemos bien que esto forma parte de su esencia, de su vocación, de la Voluntad de Dios sobre él; por tanto no es necesario que nos empeñemos en ensalzar a aquel que Dios quiso mantener oculto, ni justificar una obra que no necesita relumbrar en agasajos sino únicamente ser realizada, porque “por sus frutos se conoce al árbol”. ¿Entonces? Si, a los que nos acogemos a este santo nos hace bien al menos reconocer todo esto y también podernos apoyar para seguir sus huellas y así, cuando nos toque vivir algo parecido, poder acoger, aceptar y secundar esta vocación de raíz en la Obra de Dios tan múltiple y diversa.

Comparando los Evangelios de Mt. y Lc. se aprecia que Mt. cuando menciona a José, casi exclusivamente se centra en él, en su figura, en su dignidad y linaje, en su actitud y respuesta al Plan de Dios; es padre de familia que asume su responsabilidad a fondo sin esquivar esfuerzos ni compromisos... “ha asumido” y por lo tanto es consecuente no sólo en los hechos concretos hacia fuera, sino poniendo toda su historia, toda su vida y el ser entero en realizar el Plan inaudito y sorprendente de Dios.

Le vemos en el principio del Evangelio como la pieza cumbre de una generación de raigambre que, sin embargo, abarca todo tipo de hombres y mujeres necesitados de Redención, aún pecadores consumados; pero , al fin; escalones que nos proporcionan la “bajada” de Dios a nuestra realidad ... ... aquella “escala” del padre Jacob en su forcejeo ¿no prefiguraba esta bajada de “Dios-con-nosotros”? Y José es quien ostenta en este “momento culminante” de la “plenitud de los tiempos” la herencia del padre Jacob.

Avanzando al momento de ver a José recibir el encargo de la paternidad legal, contemplada en la ley de su Pueblo: el “Levirato”, vemos que Dios elige a los más humildes para las obras más grandes como es ser cauce de otorgar al Mesías los derechos del “linaje davídico”... ... ...

Y comienza la concreción de los hechos “antes de empezar a estar juntos”... con Dios, en sus cosas, siempre hay que estar dispuestos a ir mucho más allá de la razón, a dejarse hacer por encima de lo lógico... porque hay que vivir de fe.

COMIENZA EL VÍA CRUCIS DE SAN JOSÉ:

I. Jesús es CONDENADO A MUERTE injustamente. ¿No es cierto que José ante sí mismo, en un primer razonamiento, y ante todo el pueblo estaba siendo “condenado” a la crítica, murmuración, etc., etc.?

Pero él sigue erguido, apoyado en la Voluntad de Dios que, como Jesús en Getsemaní, prefiere a la suya aunque tenga que sudar sangre. Afronta y actúa desde su buena voluntad “era justo” y “decidió repudiarla en secreto”


II. Sin embargo, cuando trata de aparcar, de descansar en el sueño, Dios le toca en su ser profundo y le habla de algo mucho más allá de lo razonable pero que le avoca no sólo a su Plenitud personal sino ,nada menos que a sostener a “Aquel que salvará a su Pueblo” y “ despertado, hizo como el Ángel le había mandado” : es decir : TOMA LA CRUZ QUE LE COMPORTA ESTA Misión cómo y con María: “Hágase tu voluntad” ... “y tomó consigo a María, su mujer”.

III. Llegado el tiempo del Nacimiento de Jesús, tiene lugar el mayor descendimiento, la incomparable CAÍDA: Dios se hace hombre. Visto a esta luz ¡qué poco significaba esta caída de Cristo bajo el peso de la Cruz...!
Y José “le puso por nombre Jesús “haciéndose uno con este Niño que salvará a su Pueblo y sosteniéndolo en su crecimiento y madurez; al ponerle el nombre asume sobre sí toda la responsabilidad de su paternidad. Ya es ‘oficial’ su vinculación que asume mil caídas y levantamientos.

IV. (v.2, 11) “vieron al Niño con María su Madre”. Aquí no aparece José, el hecho estaba consumado y la atención de un recién nacido recae sobre la madre que lo sostiene. José cumple su misión de raíz, no aparece en los honores, sí en las necesidades y servicios para los que se le hace casi imprescindible a Dios (Mt.2, 13 ss.). Pero saltemos al paralelismo con la IV estación dolorosa de Jesús: SE ENCUENTRA CON SU MADRE. SÍ, ALLÍ ESTABA Ella sosteniéndole con su mirada que, de algún modo, le atraía toda su vida compartida y, por lo tanto, a José... ¡cuántas, cuántas veces en aquellos años de vida oculta José acogería a Jesús en sus brazos y le acompañaría con su mirada paterna llevando en su corazón la incertidumbre del qué, cómo y cuándo del Plan del Padre! ... ¡cuántas veces se encontraría Jesús con su padre!

V. (v.2, 13) De nuevo José entra en activo en primera persona con su Misión dada por Dios “se le apareció en sueños”... ya conocía él este lenguaje y no se hizo de rogar: “levántate...huye...estate...” impresiona esta secuencia de imperativos que José secunda dócilmente “LEVÁNTATE”, es decir que no podía acomodarse ni descansar, que tenía que seguir, reanudar el camino que nos traería la Salvación. ¿No estaba siendo José un perfecto y continuo Cireneo mucho antes que aquel padre de Rufo?


VI. “se levantó...tomó...se retiró a Egipto” “de noche”. A Jesús se le había velado el rostro del sudor mezclado con sangre y el polvo del camino... Mira si no era polvoriento el camino a Egipto por el desierto; mira si no estría velado el rostro de José al frene de aquella expedición con temores e inseguridades continuas ¿alguno te ENJUGÓ EL ROSTRO, José? Sólo tu santa compañía y la alegría de cumplir los planes de Dios. ¡Qué pasión viviría por dentro!


VII. Otra parada: “estuvo allí hasta...” instalarse y desinstalarse ¿puede haber un hombre que haya sido tan traído y llevado? ... “para que se cumpliera el oráculo del profeta”. Dios había hablado a su Pueblo en profecías, ahora se cumplía el tiempo y, ya consumado, los evangelistas tenían que corroborar este cumplimiento... había mil detalles y entre ellos este de las sucesivas CAÍDAS Y LEVANTAMIENTOS, idas y venidas que Jesús empezó ya a cumplir de la mano de José y con una ejemplar sumisión por su parte.


VIII. (v.16) “Herodes se enfureció...” era un presagio de que el más “humilde” tendría que someterse al juicio de los poderosos; aquí Dios pone a José como mediación para salvar al Justo, que necesita crecer para salvar a todos; entonces murieron inocentes ¡Qué interrogante para José! que iba al exilio acordándose de aquello: “Raquel llora a sus hijos”. Sorprendente paralelismo con aquellas mujeres a las que Jesús se dirige en su camino hacia el Calvario: “no lloréis por mí, LLORAD POR VUESTROS HIJOS


IX. (v. 19-20) ¡Un TERCER LEVANTAMIENTO! ¿Supone una caída? Supone una docilidad absoluta, aunque las fuerzas estén al límite: “levántate, toma, ponte en camino a Israel”. Jesús había recorrido muchos pueblos y ciudades, pero había de volver a Jerusalén para consumar la Pasión; lo sabía, el Padre había marcado el itinerario ¡qué valioso debió de ser a Jesús el ejemplo, desde niño, de la docilidad de José!

Xo (v.22) “avisado en sueños...se retiró a Galilea” de acá para allá, sin nada propio; a este “páter familias” le despojaron de lo más elemental como es un hogar estable... ¡Despojamiento! Un día el Hijo predicando a los que le habían de seguir, les compartía algo que no le era ajeno desde Niño: “las zorras tienen madriguera...” ¡Qué soltura tenía que tener para el momento de SER DESPOJADO DE SU S VESTIDURAS! Hemos de aprender los que le seguimos y también de aquel que le precedió: José.

XIo (v.23) “se fue a vivir a Nazaret”. José va delante, se instala, por fin ha llegado a su lugar donde se acomoda para dar estabilidad a su Familia. ...” ¿no es este el hijo de José de Nazaret?”, “le llamarán nazareno”.
Ahora Jesús llega al culmen del camino: LE CLAVAN EN LA CRUZ, donde se establece para salvarnos de nuestros desequilibrios. Y aquí se aprecia un especial paralelismos con los principios: Jesús mira a su Madre cargada... y quiere dejarla en buenas manos: Juan “el discípulo a quien amaba”. ¿Cómo no evocar el hecho de la encomienda del Padre a José que “la recibió en su casa”? “no temas llevar contigo a María ti mujer”.

XIIo “para que se cumpliese el oráculo del profeta”. Vemos a José continuamente llevando a cabo en su misión el cumplimiento de las profecías mesiánicas...por eso se instaló en Nazaret. No sabemos el momento de la muerte de nuestro patriarca; la tradición nos cuenta que debió de morir acompañado de María y Jesús ¡sin duda! Fuera como fuera, José había llevado a término la misión que el Padre le había encomendado. Jesús tenía que dar cumplimiento a ciertos detalles antes de MORIR: “tengo sed” (Jn.19-28 ss.) “e inclinando la cabeza entregó el espíritu” consciente de haber cumplido su Misión en el Plan de Dios.

XIIIo De José nos queda el buen gusto de su obra cumplida contra viento y marea; un hombre así no puede perderse nunca en el corazón de Aquella que compartió con él la Misión más excelsa en la tierra: acoger al Hijo de Dios. Ahora MARÍA no podía menos de experimentar la “presencia” consoladora del padre... él le había puesto el nombre de Jesús: “Dios-salva”... así, como en la Anunciación y la Presentación se le presagiaba ́algo extraño' sobre ese Niño...ahora al contemplar al Hombre MUERTO EN SUS BRAZOS, sin duda que en su corazón materno se evocaba aquel momento en que en sus brazos lo presenta recién nacido como Salvador del mundo.

XIVo Venimos siguiendo sobre la figura de José el relato de san Mateo...es curioso al llegar al momento de la SEPULTURA DE JESÚS. Este evangelista narra algo sorprendente (Mt. 27,51 ss.)...una instantánea resurrección de muertos que se aparecen...quizá mi ocurrencia pueda hacer sonreír a muchos, pero ¿y José? ... al menos si no resucitado, sí que estría extraordinariamente presente en este gran acontecimiento salvador para el que Dios le empleó toda su vida y energías. Ya... no necesitaba de hechos extraordinarios, porque siempre experimentó esta salvación ahora cumplida.

Después de recorrer este camino, queremos encomendar el nuestro propio personal a san José para que nos alcance ser fieles al Plan de Dios como él y estar siempre tan pendientes de Jesús hasta que nos absorba la Vida eterna.

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