CUANDO ORES, ORA A TU PADRE, EN LO SECRETO

1 « Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.

2 Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.

3 Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;

4 así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

5 « Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.

6 Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

16 « Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.

17 Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,

18 para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. (Mt. 6, 1-6. 16-18)

Hoy comienza la Cuaresma. Un tiempo que la Iglesia, que es madre, nos ofrece para convertirnos de verdad a Dios. En el correr de los días, se nos van adhiriendo al espíritu formas y modos de comportamientos que distan mucho de nuestro ser cristiano. Y, cristiano es ser “otro Cristo en la tierra”. Nada raro a nuestro ser, y se nos pide tan sólo que volvamos a la autenticidad en nuestros pensamientos, palabras y obras.

Si la Palabra de Dios nos asegura: “los pensamientos del hombre son insustanciales”, dice verdad, porque muchas veces andamos en la vacuidad de nuestras reflexiones que, como dice la palabra “vacuidad”, son vacías. Vacías de cualquier contenido que aboque al amor. Porque, el amor es el principio y fin de todo lo que pasa por nuestra mente. Si esto es así, ¿nos vamos a quedar en nuestra esterilidad? ¡No, nada más lejos del plan de Dios sobre los hombres! Él dice: “tengo pensamientos de paz y no de aflicción, daros un porvenir y una esperanza”. Éstos son los planes de Dios, y a ellos atamos nuestras ideas y pensamientos.

Y, ¿qué decir de la conversión de nuestras palabras? Lo que decimos, viene dictado por lo que se reflexiona.Así que, tomar la Palabra de Dios como compañera en todo nuestro camino es lo sensato y también lo espiritual y divino, porque sólo Jesús es la Palabra de Dios y Él nos la ha dado con abundancia. ¡Qué nuestra boca rebose Palabras de Dios y Ella nos construirá en el amor y haremos bien a los que nos oyen!

Y por último, las obras, que han de ser obras de un hijo de Dios que hace gala de tan buen Padre, porque: “vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno”. ¡Aprendamos en su escuela a obrar siempre el bien!

Con estas premisas, Jesús nos habla de tres principios en nuestra vida espiritual: “el ayuno, la oración y la limosna”. Si ayunamos, miremos tan sólo agradar a Dios con nuestra moderación en el comer, beber, vestir,hablar y obrar. Vivamos ésta desde nuestra interioridad y huyamos de hacer nada “para ser vistos y alabados de los hombres”. Las apariencias en nuestra vida son humo que no sólo se lo lleva el viento, sino que el Maligno lo recoge para echarlo en su zurrón e incitarnos a la vanidad, ofendiendo a Dios.

Nuestra oración debe ser en lo más hondo de nuestra alma. Pues orar es entrar en diálogo con Dios y a Él sólo referirle toda nuestra vida. Nada más insensato que orar en donde podemos cosechar aplausos para nuestra falsa devoción y santidad: “ora en lo escondido, porque sólo allí, Dios te escucha y te responde con amor”.

Por último, está una Obra Santa que es la limosna. Pero para que Dios la apruebe, hemos de hacerla sin afán de ser vistos, si no que, si fuera posible, ni Dios mismo se enterara de que la hacemos. ¡Que sólo el amor de Dios nos guíe en esta gran obra!

¡Oh Señor, Tú sabes que queremos ser santos con tu santidad y no la que quizás a nosotros se nos antoja, para engordar nuestro yo!: ¡Tú sólo eres Santo”. “¡Santifícanos en la Verdad, pues tu Palabra es Verdad!”.

¡Ven a nuestros corazones al comenzar este Santo tiempo de la Cuaresma porque, no es cosa pequeña lo que vamos a celebrar en su fruto: ¡la Pascua! ¡Es todo el Misterio Redentor de Dios que, en su Hijo, se hace amor entregado en una vida que acaba en Resurrección y Gloria! ¡Arrástranos tras el olor de tus perfumes!¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!

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