LOS PECADORES, VAN DELANTE DE VOSOTROS EN EL REINO DE DIOS.

28 « Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: "Hijo, vete hoy a trabajar en la viña." 

29 Y él respondió: "No quiero", pero después se arrepintió y fue. 

30 Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: "Voy, Señor", y no fue. 

31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» - «El primero» - le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. 

32 Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él. (Mt. 21, 28-32)

 

Vino Juan Bautista, y predicó la conversión a todo el pueblo de Dios. Pero los sumos sacerdotes y ancianos,los que todos escuchaban como intérpretes de la voluntad de Dios, ellos, no le creyeron. Opusieron a la palabra de Juan, sus razones, sus Leyes y, sobre todo, sus “obras de justicia” que, ante Dios clamaban retribución por su santidad. Ellos escuchan desde “su bien obrar”, pero los pecadores, lo hacen desde la oferta de un cambio de vida. En sí mismos, no hallan más que “mal obrar” y pecado, por ello, su corazón está vacío de todo bien y pueden acoger algo muy bueno que les hará gratos a Dios: ¡la confesión humilde de su vida desastrosa!

Éstos, dijeron siempre: “¡no quiero!”, pero en el momento en que Juan les habló, fueron veloces a “trabajar en la viña del Señor”. Por esto, afirma Jesús a estos santones: “vino Juan, enseñando el camino de la justicia y no le creísteis”... Y después de ver la alegría del perdón a los publicanos y prostitutas, no creísteis aún a Juan. “Ellos, os llevarán la delantera en el Reino de Dios, porque “el que se humilla será enaltecido y vosotros, que os ensalzáis ante los hombres, y peor aún, ante Dios, seréis humillados hasta el polvo””, ese polvo que despreciáis y que será vuestra morada perpetua, si no os convertís dejando vuestras vanas obras y acogiendo el Reino de Dios en su Palabra salvadora.

Éstas y parecidas, serían las exhortaciones de Juan, y a veces, con lenguaje todavía más duro les llamará “raza de víboras” y “dad el fruto que pide la conversión, porque ya toca el hacha en la raíz de los árboles y el árbol que no dé fruto, será talado y echado al fuego”. Su lenguaje, es amenazante, y aun así, “no recapacitaron y creyeron”.

Todos, somos unos pobres pecadores que necesitamos de la misericordia de Dios para convertirnos a Él: “! Conviérteme Señor y me convertiré!”. Pero, tenemos que pedir a Dios su gracia abundante, porque “el momento es apremiante”: ¡El Hijo de Dios, quiere nacer de nuevo en este tiempo nuestro y sólo podremos recibirlo si nuestro ser lo desea ardientemente! ¡Si está vacío y lo vamos llenando de fervientes deseos y oración, se irá formando en nuestro corazón, una cuna blanda y limpia para hacerle olvidar lo que los hombres de su tiempo le prepararon: un pesebre de bestias que no debía de oler agradablemente!

¡Jesús, queremos amarte cada vez más! ¡Necesitamos de tu humildad y mansedumbre, para que en esta Navidad nos visites con tu presencia muy viva! ¡Si deseas acercarte como un niño necesitado y dependiente,bendito seas, yo te cuidaré con el mismo amor y mimo que lo hizo tu madre María! ¡Si, por otra parte,quieres venir a mi suavemente, como Dios y Señor mío, bienvenido seas a mi corazón!... ¡Pero, no dejes de venir una vez más a nuestra tierra tan herida por las guerras y el pecado! ¡Tú lo puedes todo, porque eres Poderoso, y, además, nuestra paz! ¡Amén! ¡Qué así sea!

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