¡TU CRUZ, ADORAMOS SEÑOR!

13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 

14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, 

15 para que todo el que crea tenga por él vida eterna. 

16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 

17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Jn. 3, 13-17)

 

 

Hoy, la Iglesia, celebra la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. La Santa Cruz, no es cualquier cruz, sino “donde estuvo clavado, Cristo, la Salvación del mundo”. Así, rezamos y cantamos en la liturgia del día de Viernes Santo, en que celebramos la Pasión de Jesús, Nuestro Señor y su muerte en la Cruz.

El Padre, mostró, a través de ella todo el amor inconmensurable, al entregar a su Hijo para sufrir todos los suplicios, por medio de la Cruz. En los inescrutables designios del Amor de Dios, quiso demostrar a todos los hombres, lo que existe en su Corazón, lo que es vida en la Trinidad Santa, donde hombre alguno no ha podido llegar y menos comprender. Sólo, el Hombre Jesús, junto a su Padre y al Amor, el Espíritu Santo,pudieron sondear estos abismos “¡Y vio Dios todo lo que había hecho y estaba muy bien, era Muy Bueno!”.

Jesús, se sumergió en este Misterio, y lo vivió con “un Amor excesivo”. Pero, todo era para que muchos hombres lo siguieran e hicieran este camino de vuelta al Padre: “Quién no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”. Y Jesús, en este Santo Sacrificio, hizo que muchos miraran a la Cruz: “Mirarán al que traspasaron”. Y en este trueque de miradas y Vida, Él, nos libró del pecado, de caer en la eterna muerte y quedar para siempre alejados de la visión de Dios.

Ya Moisés, lo vivió en el Antiguo Testamento como figura, ante la serpiente de bronce, colgada en un estandarte: “Todos los mordidos de serpientes venenosas, al mirar a la serpiente de bronce, quedarían curados”. ¿Y qué mayor mordedura, sufre en esta vida el hombre que, el pecado? “Sólo Dios puede perdonar los pecados”. Y en la plenitud de los tiempos, lo hizo de una forma maravillosa, inaudita y feliz:¡No sólo nos perdonó todos los pecados, sino que, “se hizo pecado por nosotros”, para que, en su Cuerpo de carne, quedaran crucificados todos los pecados: “Yo he de gloriarme en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo”, en Ella, “yo estoy crucificado con Cristo y el mundo está crucificado para mí, ¡y yo para el mundo!”

Dejadme que, al llegar a este punto de meditación, introduzca aquí algo personal: 

Cuando yo entré en la vida religiosa, por una llamada de Jesús que me decía: “¡Ven! ¡ven!”, yo sabía muy poco de todo esto que os he compartido, y que Jesús, me ha ido regalando en la oración. Sólo sabía que, quería entregarme a Jesús para toda la vida, porque el Amor a Él, me ardía en el pecho… El día que, tenía que elegir mi nombre en religión, no dude un momento: “Me llamaría por siempre, “sor Matilde de la Cruz””. Después, he pensado muchas veces, “¿Qué sabía yo entonces, de la Cruz de Cristo, para entregarmede lleno y sin titubear, a Ella?  Yo no sabía el por qué, pero Jesús sí que lo sabía en mí. Me hacía comprender que Cristo en la Cruz, era lo más bello y atractivo que yo nunca había contemplado y deseado.Y en mi entrega a Él, era lo mejor que podía devolverle, por tanto Amor como me había regalado: “unirme estrechamente a Jesucristo en la Cruz”.

Después de años, el Señor me ha hecho gustar su sabor agridulce que, no cambiaría por nada, porque a través de Ella, ya aquí como peregrinos, gustamos del Cielo, del Amor de Dios, a manos llenas…

¡Que Él nos haga crecer en Amor y comprensión de la Cruz! ¡Amén, Amén!

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