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CREER EN JESÚS, ES TENER VIDA ETERNA

35 Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.
36 Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis.
37 Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera;
38 porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
39 Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día.
40 Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.» (Jn. 6, 35-40)

Jesús, es el Pan de vida. He aquí el sacramento de la Eucaristía. Su Cuerpo, lo ha hecho pan, para ser alimentados en nuestra vida espiritual y también corporal, porque somos una unidad y dónde está mi espíritu, allí le acompaña infaliblemente mi cuerpo, con mi alma y todas sus potencias. Pero no es el cuerpo el que alimenta el espíritu, sino al revés. Donde hay espíritu del Señor allí hay Vida. Por esto, si Jesús nos dio un trozo de pan, que contiene todo su Cuerpo y Sangre, al ser Dios y Hombre, nos alimenta con su divinidad. Pues Jesús mismo nos dijo: “El que come mi Carne, tiene vida eterna y yo lo resucitare en el último día” ...

Toda hambre de vida eterna, es saciada en la Eucaristía, al comer el Cuerpo del Señor... ¿Quién no ha experimentado alguna vez el hambre material? Pues ésta, no se puede comparar con el hambre de nuestro espíritu: necesidad de sentir el amor y la ternura de un corazón, que no diga: “hoy sí y mañana no”. El amor, que ansía mi alma, sólo puede ser el del Corazón de Cristo que, está siempre y sin limitaciones, derramándose en las almas que, buscan la vida, es decir, que buscan a Dios: “Yo soy el pan de vida” ...

Y la sed de Dios, se calma en la fe en Él. Es verdad que, no cree el que quiere y dice poder, sino aquél de quien el Señor tiene misericordia... Pero ésta, es un torrente inagotable, por ello, siempre sacia a los que se acercan esta fuente: “El que cree en mí, torrentes de agua viva manarán de sus entrañas”. Todo el que busca a Jesús, lo halla: “llamad y se os abrirá” ... ¿Y qué se abre?: pues el Costado de Cristo, invitándonos, a través de su Sangre, a llegar a la fuente de su amor: su Sagrado Corazón... El camino, su Costado; El amor, la Sangre...

¡Y pensar que, nos han sido dados estos misterios, “sin pagar nada”, sólo para acercar la boca del deseo y beber su Sangre, beber Vida eterna, beber el Amor que, siempre está a mi puerta, esperándome, porque esta es la voluntad del Padre sobre mí: “¡Que crea en el Hijo a quién ha enviado, para salvarnos, regalándonos la vida eterna”! ...

¡No limitemos nuestro deseo de la Eucaristía! Éstos, serán siempre limitados, como yo soy limitado y necesitado. Pero tenemos un Abogado dentro de nosotros que, clama con gemidos inenarrables: el Espíritu de Amor que, es infinito en todo lo que toca: Éste, intercede por nosotros, según Dios y no según nuestra precariedad y debilidad... ¡Acojámonos a Él, pues ha prometido escucharnos en nuestro deseo y llanto!, que, ¡éstos sí que son infinitos, porque los provoca Él mismo!...

¡Que Dios, fuente de todo Amor, me revista de su Cuerpo, para que, pueda decir en verdad: “Ya no soy yo, ¡es Cristo quién vive en mí! Y mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó, ¡y se entregó por mí”!…
¡Oremos y pidamos, sin timidez a Dios, “ser como dioses” ... ¡Amén, Amén!... ¡Así sea!…

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