YO OS ALIVIO EN VUESTROS AGOBIOS

28 « Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.
29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. » (Mt. 11, 28-30)

Ir a Jesús en las penas de la vida es dejar que la suavidad de su misericordia transforme estas cosas costosas en el encuentro con el Amor que henchirá nuestro corazón de dulzura y suavidad. En Él no hay nada áspero. Nuestro “vivir en Cristo” es hacer morada dentro de su Corazón, para ya no salir de Él. Quien ha probado el dejar todo lo que nos pesa y que no nos deja ser felices dentro de esta Morada divina, ya nunca más quiere salir de allí. El consuelo y el alivio endulzan las penas y ya no saben amargas, sino que están “embalsamadas” con el aceite del Espíritu Santo, que se llama a Sí mismo, y quiere que le llamemos: “¡el Consolador!”. Él es el “Padre amoroso del pobre”, “la Fuente del mayor consuelo”, “el Descanso de nuestro esfuerzo” y “Gozo que enjuga las lágrimas”… ¿Y qué más decir?… ¡Es que el Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús, es “Dios dentro de Dios”, todo acogida y Amor!.

Y Jesús nos añade, que este Espíritu es también “mansedumbre y humildad”, porque aunque Dios es Todopoderoso, esto no se contrapone con esta docilidad al Amor y a la Compasión… ¡Al contrario, ambos se complementan, porque Dios es el Único que puede hacer concurrir estos atributos sin que se opongan!… Y éste es el “yugo llevadero y carga ligera”, porque es “un yugo” de dos: Jesús conmigo y ambos a dos, portando “la carga”… ¿Y qué “carga”?: la comunión de vida; la comunicación de bienes ¡y “males”!, ¡todo, todo es común a los dos!: dos en Uno, y Uno en dos… Porque en Él, todo queda transformado en Amor, siendo una sola cosa…

¡Qué vida tan dichosa esta en la que “ya no soy yo, sino que es Cristo quién vive en mí!, pues por la fe en Cristo Jesús, se da este insigne milagro: así, mi vida, es vivir en Cristo; Y mi muerte es morir, ya todo entero, en Él y estar en su Bienaventuranza…

Esta nueva vida en Cristo es posible, porque la iniciativa no partió de nosotros, sino que fue Jesús quién nos invitó: “venid a Mí”. Pero una invitación no es forzada, siempre es “¡si quieres!”. Y aquí es donde nuestra libertad se ejercita en absoluto… Pero, ¿en verdad podemos decir ¡no! a Dios, cuando sus Palabras son tan dulces y persuasivas?… Es como si a una oveja le enseñas una rama verde, ¡pues se lanzará, por instinto, a comerla!; o si le enseñas a un niño un caramelo, ¿es que es libre para no cogerlo?, ¡no!, ¡el niño se lanzará a por él! Así que somos libres, pero es una libertad, rodeada de amor y en el amor, no somos libres de no amar. ¡Por defecto, podremos no amar y hacer sus obras, pero siempre sentiremos “un tirón” para escoger el bien y nunca el mal!…

¡Amemos esta “Palabra” tan suave del Evangelio de Jesús y dejémonos santificar por su Espíritu Santo!… ¡Que así sea!…

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