HACED LA VOLUNTAD DE MI PADRE

21 « No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.
24 « Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca:
25 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.
26 Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena:
27 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina. » (Mt. 7,21.24-27)

El camino para ir a Dios en este Adviento, no es proponerme lo que previamente he meditado y tratar de llevarlo al cabo… ¡No, Jesús nos dice otras cosas distintas de lo que a mí inteligencia se le ocurre!… Él dice a sus discípulos que lo primero es “escuchar” la voz de Dios atentamente… Y podemos objetar: “es que yo no oigo a Dios lo que me habla”… A Dios le oímos en la Sagrada Escritura, sobre todo en los Evangelios, que es la plenitud de esta Palabra de Dios; y le oímos también, en la voz de la Iglesia, por medio de sus pastores; y también, en lo que nos dicen los hermanos buenos que buscan mi santificación… Y en los acontecimientos que me sobrevienen, los buenos y también los malos… Todo ello, lleva para mi alma un mensaje, que quizás tenga que clarificar en ratos de oración para “escuchar” lo que quiere la voluntad de Dios…

Pero Jesús nos dice que no basta sólo escuchar, si este deseo de Dios sobre mí no lo llevó a la práctica. Entonces seríamos como ese hombre que dice de continuo: “¡Señor, Señor!”, y no hace lo que su amo quiere. No son las palabras y las buenas intenciones lo que definen mi identidad como cristiano, sino las obras… Podemos decir en nuestro caminar: “¡Si es posible Padre, pase de mí este cáliz!”, como hizo Jesús. Pero al final de este forcejeo, siempre: “¡Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya!”…

Leía estos días, que “al querer Dios, o permitir en mí, lo gozoso o lo penoso, no acaece nunca sin su voluntad”. Y aquí se mide el amor y la lealtad que a Dios le tengo, porque Él me ama más y mejor que yo me amo a mí mismo…

Sabemos todos lo que es edificar sobre roca: ¡que es Cristo!, porque entonces, toda nuestra vida tiene sólidos cimientos. Él nos sostiene y afirma en el Amor, en la Verdad y en el Bien… Y también conocemos por experiencia que, cuando edificamos sobre nuestro querer veleidoso, o sobre mis gustos, o apetencias que me parecen buenos, ello es “estar mi casa sobre arena”, porque lo que sale de mí es cambiante y por tanto no estable, y a veces ni siquiera indiferente, sino nocivo para la salvación de mi alma y “¿qué gano con conquistar el mundo entero si se pierde mi alma?”…

¡Señor, ponte ante mí como “hábil arquitecto”, que no permitas que un “simple peón” edifique mi casa!… ¡Ante tu sabiduría siempre seré torpe para saber y entender, pero Tú te abajaste a mi simplicidad e ignorancia y me llenaste de tu gracia, por eso puedo presentarme ante ti, mi Dios, como un hijo rescatado y no como un esclavo!
¡Gracias mi Señor Jesús, que siempre me da Luz!…

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