UN PROFETA, HA DE MORIR EN JERUSALÉN.

31 En aquel mismo momento se acercaron algunos fariseos, y le dijeron: « Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte. »
32 Y él les dijo: « Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.
33 Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén.
34 « ¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido!
35 Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! » (Lc. 13, 31-35)

Jesús entra de nuevo en Perea, territorio del dominio de Herodes, y esto molesta el monarca porque este predicador le es muy enojoso. Y no quiere actuar con él como con Juan el Bautista, a quien mandó decapitar, sino que poniendo en acción su astucia e hipocresía, manda a unos fariseos a decirle a Jesús, so capa de que quieren salvarle la vida: “sal y marcha de aquí, porque Herodes quiere matarte”… Jesús, conoce las intenciones de estos emisarios y también las de Herodes y les devuelve las palabras, con esta respuesta: “id a decir a ese zorro: yo echo demonios, y curo hoy y mañana, y al tercer día consumo mi obra”…

Jesús siente una aversión muy fuerte hacia los hipócritas. Los pecadores le inspiran compasión y misericordia, pero a éstos los rechaza en pleno, porque son mentirosos y son hijos de Satanás, que es “el padre de la mentira”. Y sus palabras para ellos, son muy duras: a Herodes le llama “zorro” astuto y ladino, y les invita a los fariseos a que se lo digan, de parte de Jesús… ¡Él no les tiene miedo en absoluto!…

Las manipulaciones de los hombres malvados no pueden atentar, ni siquiera rozar a los planes que Dios tiene sobre los hombres, y más con su Hijo Querido: la obra de Dios en Jesús, está prefijada desde toda la eternidad: “tres días”, simbólicos, “curando y sanando y expulsando demonios”, para hacer ver a los judíos que es el Enviado del Padre, su Hijo… ¡Pero Dios, bien sabe que Jesús será rechazado, como lo fueron todos los profetas, anteriores a Él, y que con su palabra y su vida le estaban anunciando. Morirá como todos ellos en Jerusalén,” La Ciudad del Gran Rey”, y santuario de Dios, para consumar así su maldad y su blasfemia: ¡matarán al Hijo de Dios, “en Nombre de Dios y para darle gloria”!… Jesús les recuerda a los fariseos la historia de estos fieles de Dios y cómo acabaron con ellos, y éstos no les pusieron resistencia: prefiguración del sacrificio de Jesús que consumara en Jerusalén: “como un cordero llevado al matadero, no abría la boca”… Pero esto será en la hora prefijada por el Padre… Mientras, en este breve tiempo de gracia, todo es solicitud por parte de Dios con su Pueblo: “¡cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas, y no habéis querido!”… Y les predice “la destrucción de su Casa, porque no han reconocido el tiempo de su venida”…

¡Un gran temor y temblor nos ha de sobrecoger ante estas palabras fuertes de Jesús, que se han cumplido en su tiempo!… ¡Si no nos convertimos de aquello que sabemos Dios quiere de nosotros, nuestra “casa”, nuestra vida quedará desolada y sin frutos de vida eterna!… ¡Y esto no son amenazas de castigo, sino avisos amorosos de un Padre Bueno, que no quiere que uno sólo de sus hijos se pierdan!…

¡Dejémonos cobijar y calentar bajo el Espíritu de Jesús, que quiere darnos unos ojos nuevos que vean la Verdad como Dios la ve y podamos proclamar con voz potente y limpia de toda falta!: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!… ¡Que así se haga en mí, por su misericordia!…

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