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Las amigas de Jesús, que curó de sus males

1 Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce,
2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios,
3 Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes. (Lc 8, 1-3)

Jesús no eligió a los que lo seguían, a no ser a sus doce Apóstoles y posteriormente “a otros setenta y dos". Todos los demás, entre ellos muchas mujeres, se le adherían en sus correrías por pueblos y ciudades, como testigos fuertes y silenciosos del bien que Jesús difundía a su alrededor. Y las mujeres, agradecidas, forman un “grueso grupo”, como para nombrarlas sólo el Evangelista Lucas, en su “Evangelio, de los dichos y vida de Jesús”. Aunque era un grupo silencioso, no eran anónimas, pues bien sabían todos de qué males les había librado Jesús: enfermedades, posesiones diabólicas, etc. Eran los primeros testigos de que “el Reino de Dios ha llegado a vosotros”, con su salvación en los cuerpos y en las almas. Y no sólo le seguían, sino que le ayudaban a él y al nutrido grupo de escogidos por la llamada con sus bienes.

No eran mujeres desechadas de la sociedad, sino que entre ellas había gente digna de reputación entre el pueblo. Así cita Lucas a “Juana mujer de Cusa, intendente de Herodes, a Susana y otras”…

Pero la que más llama la atención, es “María Magdalena, de la que había echado siete demonios”. Jesús con ella tuvo una intervención especial. Siete, en la Biblia, es un número perfecto; así, la expulsión de los demonios de esta mujer, era algo importante. No significaba esto que María tuviera una vida impura, sino que se dice que “había estado poseída por siete demonios”, que no la dejaban y quizás querían hacer asiento en su espíritu, reiteradamente, hasta que Jesús la liberó de este mal… Ya imaginamos, la gratitud y piedad que profesaba al Maestro, y con sus bienes y servicios quería devolver a Jesús tanto bien… De hecho, es la única mujer, junto con María, la Madre de Jesús, y su hermana, que permaneció fiel al pie de la cruz… ¡Aquí su amor subió de punto, acompañándo a Jesús, cuando a los ojos de todos nada era y nada podía!… ¡Jesús le daría en el cielo un premio grande en recompensa a su fidelidad y Amor cualificado!…

A nuestra mente y en nuestra civilización nos puede parecer extraño que un profeta o Maestro taumaturgo, se rodeara de hombres y mujeres que lo seguían, atraídos por su vida, su Palabra y sus milagros que eran continuos. Pero está atestiguada esta práctica por escritores de la época, que hablan de la costumbre de los rabinos… San Pablo, en (Primera Corintios 9,5), alude también a este derecho…

Jesús no quiso nunca dejar fuera de “su Primera Iglesia” a las mujeres, “con María, su Madre y otras muchas que le ayudaban con sus bienes” y servicios domésticos…

!Seamos como ellas y los discípulos, testigos privilegiados del poder de curar toda enfermedad y expulsar los malos espíritus, porque sabemos que Jesús es Dios y actúa como tal, porque “todo lo ha hecho bien y todo lo puede”!…

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