DOMINGO DE RAMOS

1 Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces envió Jesús a dos discípulos,

2 diciéndoles: « Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella; desatadlos y traédmelos.
3 Y si alguien os dice algo, diréis: El Señor los necesita, pero enseguida los devolverá. »
4 Esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del profeta:
5 Decid a la hija de Sión: He aquí que tu Rey viene a ti, manso y montado en un asna y un pollino, hijo de animal de yugo.
6 Fueron, pues, los discípulos e hicieron como Jesús les había encargado:
7 trajeron el asna y el pollino. Luego pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima.
8 La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino.
9 Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: « ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! »
10 Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. « ¿Quién es éste? » decían.
11 Y la gente decía: « Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea. » (Mt. 21,1-11)

Se acerca la Pasión de Jesús y, por una vez, Él quiere ser aclamado, como se hacía con los personajes ilustres a la entrada de Jerusalén, la ciudad santa, en las cercanías de la Pascua… Muchos eran los peregrinos que iban a la fiesta y pronto se corrió la voz de que ¡“Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”, venía desde Betania acercándose al Templo!… Ello suscitó el entusiasmo de los discípulos que, ¡por fin, veían cumplidos sus deseos del triunfo de la manifestación solemne del Mesías!… Todos se alegraban y el mismo Jesús también, que para esta ocasión “montó en una borrica, pollino, hijo de acémila, como profetizó Zacarías 9, 9.

Los mismos apóstoles pusieron sus mantos sobre la borrica, a modo de grupa, y en su delirio, ellos y la multitud extendían sus mantos por el camino por donde iba a pasar Jesús, mientras cantaban a viva voz: “¡Hosanna al hijo de David!”… “¡Hosanna en las alturas!”... ¡Toda la chiquillería se unía a esta alegría desbordante! y cantaban: “¡Hosanna!... ¡Los niños y los discípulos, más la gente sencilla, no sabían de medida!... ¡Como todo buen oriental hace en sus fiestas!... ¡Jesús sonreiría!... Pero los fariseos se sentían contrariados y pidieron a Jesús que pusiera orden en “este entusiasmo exagerado”… Y recibieron la respuesta de Jesús: “¡Os digo que si estos callan, gritarán las piedras!…

En este evento, el Maligno tenía una carta que jugar: “el triunfalismo”; pero Jesús no ha venido a enseñarnos a triunfar, sino que su camino es el de la humildad con obediencia al designio del Padre. Jesús, siendo Dios en su persona, sabe que su naturaleza humana es criatura y como tal está sometida a Dios… Y aquí es donde nos enseña Jesús, que todo hombre ha de ser humilde en todo a la Voluntad Santa del Padre… “Él aprendió sufriendo a obedecer” y no nos ofrece otro camino de santidad para asemejarnos a Él…

Terminada la entrada en el Templo y hablando allí con unos griegos, que querían verle, y con los que le rodeaban, de nuevo Jesús se separó de ellos y marchó hacia Betania con los 12… Este episodio de tanta alegría y algarabía en torno a la persona de Jesús, no volvió a repetirse…

Más, poco a poco, va bajando Jesús la pendiente de la humildad y el silencio orante, que le precipitará en la Pasión ignominiosa y en la Muerte en Cruz…

Jesús no adelanta los acontecimientos. “La hora” bien la sabía y estaba determinada por el Amor del Padre… Pero estando muy cercana “esta hora”, Jesús siente su alma turbada: “¿Y qué diré?, ¿Padre líbrame de esta hora?… ¡Pero si para esto he venido Yo a esta hora!”…”Hora” también, en la que “el Príncipe de este Mundo, va a ser echado fuera”…

¡Qué gran consuelo para nosotros, tan limitados y pecadores, el que Jesús con “su Hora”, acogida y aceptada con Amor, haya expulsado a Satanás de este mundo y de nuestro corazón!… Pues sólo le pertenecen los que se entregan a él, ¡pero está definitivamente vencido, con la Sangre de Jesús!...

¡Gracias, Señor, por tu triunfo en el umbral de tu Pasión!... ¡Gracias por tu inmensa humildad!… ¡Gracias por tu real triunfo en tu Resurrección!…

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