OLVIDO DE SÍ MISMO (PRIMER ANUNCIO DE LA PASIÓN)

34 Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: « Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
35 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
36 Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?
37 Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?
38 Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles. »
9, 1 Les decía también: « Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios. » (Mc. 8, 34-9, 1)

Aquí, el orden de factores sí que altera el producto, porque Jesús advirtió a sus discípulos que para seguirlo, lo primero que habían de plantearse es “negarse a sí mismos”, después “cargar con su cruz” y por último, “seguirle”.
Pero los discípulos lo hicieron al revés: primero siguieron al Maestro, que era lo más fácil, y después, como de soslayo, miraban la cruz y el negarse caía muy lejos… Pero las palabras de Jesús eran muy claras: primero está el negar su “yo”. Esto es poner el dedo en la llaga, porque mi “yo”, es un ego inflado que quiere ser plenipotenciario en el poder, en el tener y en el saber…, y darse cuenta de esto en uno mismo ya es una gracia muy grande, porque sólo con la luz de Dios puedo verme como soy en realidad…

Pero he descubierto en la vida diaria que cuando Jesús me envía su cruz y la pone sobre mis hombros, llámese angustias, dolores, humillaciones, tentaciones, etc…, si Jesús me socorre, y siempre lo hace, mi ego se debilita: “la comunión con los padecimientos de Cristo”, -aquellos que no puedo rehuir- desinflan mi yo, porque ellos están ungidos y su fruto es la humildad, el olvido de sí, un amor doliente y paciente hacia la voluntad del Señor, que no humilla sino para ensalzar al alma y unirla más a Él…

Entonces así, el seguimiento a Jesús es fácil y sin complicaciones. Todo lo ha hecho Él, a mí sólo me queda el “padecer” a Jesús, en dejarme hacer por Él y alejar toda desconfianza y duda, porque diremos con San Pablo: “sé de quién me he fiado” y Él sólo me pide que le mire fijamente y no me desvíe del camino trazado… Yo de su mano y poniendo mis pies en sus huellas, sé que llegaré a la meta. Él es el Camino y la Meta…

¡Sostén mi fe Jesús, a Ti me acojo! Creo…

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