DE LA PENA DEL TALIÓN

38 « Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
39 Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra:
40 al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto;
41 y al que te obligue a andar una milla vete con él dos.
42 A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.

“Ojo por ojo y diente por diente". Esta es la ley que nos va mucho a nuestra “razón equitativa”. Así, tenemos refranes del pueblo que usamos muchas veces, si no estamos vigilantes a nuestros sentimientos y a nuestras palabras: “El que la hace, la paga”. “El que a hierro mata, a hierro muere”... Pero la Ley Evangélica se salta nuestras razones y nos dice que por encima de “todo” está la ley del Amor. Y como este Amor nos ha sido traído por Jesús, del cielo a la tierra, quiere que nos movamos en El y lo usemos en nuestras relaciones humanas. Esto no es ley sino Evangelio; no es lógica, sino locura de Amor de Dios por el hombre…

Hace tiempo leí una historia real que me conmovió hasta los cimientos del alma: se trataba de una dama noble y rica que perdió a su marido en una reyerta. El joven asesino vagaba impenitente con el peso enorme de un homicidio… La dama noble era cristiana y declaró públicamente que perdonaba de corazón al que había matado a su marido… Pero su caridad, como el Amor de Jesús, era “excesiva” y al encontrarse con este joven desgraciado, le dijo que lo adoptaba como hijo… ¡Qué gran locura cristiana!... ¡Qué amor tan selecto hacia la oveja perdida!... Pero ahí no acabó su entrega… Finalmente, lo hizo heredero de todos sus bienes… Está dama miró fijamente a Jesús e hizo lo mismo que hizo Él: “Cuando nosotros éramos enemigos, nos adoptó como hijos y nos dio, el Reino de los Cielos, en herencia”…

Contemplando esta historia no podemos decir: “Es que Jesús era Dios…”, Porque una de sus escogidas, hizo el loco como Él y sólo por amor al Amor…

Tenemos que dejar, que la gracia rompa los moldes de nuestros esquemas y se pasee libremente por nuestros corazones: si me arrebatan “lo mío”, ir más allá, dar no sólo la túnica que cubre mi desnudez, sino el manto, que es como otro “yo”, que me protege de las inclemencias de la vida… “¡Pero, entonces me quedó desnudo, sin arrimo a nadie, ni nada!”… Sí, así quiere Dios reconocer en nosotros a su Hijo: “se despojó de su rango divino”... ¿Cómo no iba a dar también el manto de su Humanidad...? Así, sin nada, el Padre lo revistió de su Resurrección y “le dio un Nombre sobre todo Nombre..., y ante Jesús, todo se arrodilla y lo adora”...

¡Jesús, rompe nuestro corazón, con tu gracia y haznos semejantes a Ti en el Amor hacia los que no me aman, o los que me hacen daño!… ¡Ellos son también tus hijos y has muerto por ellos, entregándoles, gratis, el Reino de los Cielos!

¡Escúchanos, Señor!... ¡Conviértenos al Amor!… ¡Gracias, Jesús!…

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