EL SEPULCRO VACÍO

1 El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado.
2 Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro,
3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
4 No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes.
5 Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: « ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
6 No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo:
7 "Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite. " »
8 Y ellas recordaron sus palabras.
9 Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás.
10 Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas.
11 Pero todas estas palabras les parecían como desatinos y no les creían.
12 Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio las vendas y se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido (Lc. 24, 1-12)

El hecho de la Resurrección de Cristo es tan insólito e incomprensible a la mente humana, que pertenece a otro orden, a otra realidad, a un hecho “sobrenatural”, es decir, no comprobable, ni experimental…

Jesús fue el Primer Hombre Resucitado de entre los muertos. Por ello, Cristo, Dios Padre, y su Espíritu se reservan todo este Misterio que sólo se desvelará, en parte, a los que merezcan “estar para siempre con Cristo”…

Así, los Evangelios no saben y no pueden narrar cómo fue la salida del Cuerpo de Cristo del sepulcro, uniendo su Alma Santísima a su Cuerpo Sagrado… los Santos Padres de la Iglesia gustan de compararlo a cómo salió el Verbo de Dios hecho Hombre, del seno de María: Sin romper los sellos de su virginidad y tan suavemente como un rayo de luz atraviesa un cristal…

Así, Jesucristo, rompiendo las ataduras de la muerte, salió del sepulcro y no rompió los sellos que sujetaban la piedra a la cavidad mortuoria. Lo hizo por su propio poder y virtud y hasta las vendas y el sudario, se separaron de su Cuerpo Glorificado y quedaron en el suelo; y el sudario doblado aparte… ¡Todo con suavidad y sin violencia!...

El hecho comprobable, en fin, era que “el sepulcro estaba vacío”. Así lo vieron las mujeres y María Magdalena, y después Pedro y Juan. Todos vieron este “signo”, pero los primeros en “verlo y creer” fueron Pedro, el primero de los Apóstoles y Juan, “el discípulo amado”: “Vio y creyó”, que se amplía a los dos Apóstoles…

María Magdalena y las otras mujeres, aunque amaban mucho al Señor, necesitaron de la aparición de ángeles y del mismo Señor para proclamar a voces y excitadas: “¡El Señor ha Resucitado y nos precede a Galilea!”… De los otros discípulos, no se dice nada… ¿¿Es extraño??…

Y a partir de aquí, Jesús se aparece a los once y a los otros. Unos y otros, no dieron fe de la Resurrección de Jesús, hasta que Éste se presentó vivo y les echó en cara su incredulidad para creer a los que lo habían visto Resucitado…

¿Y María su Madre? ¿Cómo recibió la noticia?... Jesús se le presentó a Ella la primera… Nada dicen los Evangelios, pero la piedad de la Iglesia lo cree así: María lo había engendrado, criado a sus pechos, vivido con Él treinta años, en la intimidad de Nazaret y por fin, pegada a Jesús al pie de la cruz… Con estas premisas, ¿Cómo no iba a ser la primera en alegrarse de la Resurrección de su Hijo, si siempre dio fe a sus Palabras y sabía que al tercer día Resucitaría?… ¡Pero todo debió de ser en la intimidad muy secreta y en el silencio, como siempre fue la vida de María!…

¡Que Dios nos conceda una fe muy viva en la Resurrección y que lo comuniquemos con alegría desbordante y como seguros y discretos testigos de “Algo” que nos ha cambiado la vida entera!...

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