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DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?

CUARTA PALABRA DE JESÚS EN LA CRUZ

Y después de tantas oraciones, de tanta intimidad y diálogo con el Padre, que nada hacia Jesús sin ponerse en su presencia; después de tanto amor de Padre a Hijo y de Hijo a Padre, en la hora suprema, Jesús se siente solo. Una soledad que le desgarra el corazón y le hace tomar el salmo 21 para desahogarse con la Palabra de Dios inspirada:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. Dios mío, de día te grito y no respondes, de noche y no me haces caso”…

Jesús en la cruz sintió un abandono total de la cercanía del Padre… ¿Cómo puede ser esto si Jesús era Dios y por tanto no perdió, ni aún en estos momentos, la visión beatifica?... Estamos ante un misterio impenetrable, ante el que solo cabe la adoración, lo más humilde posible…

Pero como hombres y con la experiencia de ser hombres, acercarse a Jesús, es obligado, porque Él fue un verdadero hombre, “como uno de tantos”… Y descendamos a la pequeña experiencia que cada uno tiene de esos momentos de tan honda soledad, en que ni a uno mismo se encuentra y menos a Dios, al que amamos, y en quien confiamos… Estos son hitos en nuestras vidas que nos marcan con un solo nombre: abandono y soledad. Pero en ellos, la fe se activa de forma dolorosa y muy sentida: “No veo nada, no siento nada, estoy muy solo, y sin embargo creo, saltando por encima de las oscuridades y ausencias”…

Porque sabemos que: “el Espíritu, viene en ayuda de nuestra debilidad” y desesperanzas y sabemos que su gracia nos rodea, como una mantilla cubre el cuerpo de un niño todo entero ¡Así, creemos que Jesús, todo herido en su cuerpo y en su espíritu, no sabía hacer otra cosa que dejarse caer en las manos invisibles y no sentidas del Padre!...

¡Pero sabía que El estaba ahí, a pesar de su clamor desgarrador!... No tenía más que quejarse y querellarse a su Papá Dios. Lo demás, era la acción de Dios sobre su Hijo, que es voluntad del Padre amorosa y adorable, aunque dolorosa en incomprensible para nosotros, pequeños hombres y criaturitas amadas de Dios…

¡Confianza y confianza se nos pide en estás horas supremas, como se la pidió al Hijo y “fue obediente hasta la muerte y una muerte ignominiosa de cruz!”…

¡Concédenoslo, oh Padre, por los méritos infinitos de las agonías de Jesús, tu Hijo querido!...

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