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PREDICACIÓN DE JUAN EL BAUTISTA

10 La gente le preguntaba: « Pues ¿qué debemos hacer? »
11 Y él les respondía: « El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo. »
12 Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: « Maestro, ¿qué debemos hacer? »
13 El les dijo: « No exijáis más de lo que os está fijado. »
14 Preguntáronle también unos soldados: « Y nosotros ¿qué debemos hacer? » El les dijo: « No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada. »
15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo;
16 respondió Juan a todos, diciendo: « Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
17 En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga. »
18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva (Lc. 3,10-18)

Juan es el Bautista porque bautiza. Lucas lo presenta en un momento concreto de la historia de Israel y del mundo romano: Tiberio, Poncio Pilatos, Herodes, Anás y Caifás, etc.etc. Es un hombre concreto, un profeta suscitado por Dios y preparado por Él para una misión: manifestar al que ha de venir y prepararle el camino, mediante la llamada a la conversión. Es la palabra primera de los profetas, pues sin conversión no hay apertura de oídos y menos del corazón.

Juan Bautista grita por toda la orilla del Jordán y pide que todos reciban, con su agua, el bautismo de conversión. Y el pueblo acude a él para preguntarle: “¿Y yo, qué tengo que hacer?”; publicanos, soldados… todos preguntan. Se fían que la palabra de Juan es Palabra de Dios, que les envía como envío antaño a los antiguos profetas. A Juan, muchos le escucharon y cambiaron de vida. Tuvo más suerte que Jesús, que siendo la Palabra verdadera, fue rechazado por muchos. Unos no lo siguieron, como el joven rico, y otros lo abandonaron al darles el Tesoro de su entrega: la Eucaristía. Y el final fue la persecución y la muerte. Pero para Juan el Bautista no fue otro el final de su vida, como ya anunció Jesús: “En este mundo, la verdad siempre será perseguida”.

Juan Bautista, al principio, habla de su bautismo, pero también y esto es lo importante del Bautista, del bautismo que ha de administrar “el que ha de venir”. Es la plenitud del bautismo del agua y de la penitencia. Es el bautismo en el Espíritu Santo. El que ningún hombre puede dar sino el Ungido de Dios que tiene el Espíritu Santo en plenitud: Jesús de Nazaret. Él, quiso someterse al bautismo de Juan para enseñarnos a bajar nuestra cabeza ante los enviados de Dios, porque “el que se humilla, será ensalzado”, como dijo Jesús después de haberlo hecho vida…

Juan Bautista, anunció el Espíritu en Jesús, pero no sabía que este Espíritu, que es fuego, no arde sino para amar y entregarnos el Amor del Padre, que siendo Dios quiso abajarse a los hombres en su Hijo Jesús.

Le predicación del Bautista, era abrupta, como la de los antiguos profetas. No así la de Jesús, que estaba ungida por el Espíritu Santo y no sabía más que de perdón y misericordia, de paciencia ante el hombre pecador y de acogida tierna ante los arrepentídos.

La plenitud de la Palabra, que es Amor, está en Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, a quien amamos y adoramos.

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