EL PARALÍTICO CURADO

1 Subiendo a la barca, pasó a la otra orilla y vino a su ciudad.
2 En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:
«¡ Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados. »


3 Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: « Este está blasfemando. »
4 Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: « ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir:
5 "Levántate y anda"?
6 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice entonces al paralítico -: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". »
7 El se levantó y se fue a su casa.
8 Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres. (Mt. 9, 1-8)

Lo primero que sintió Jesús ante este hombre minusválido es su mal estado de espíritu: sus pecados. Pero su parálisis física es la manifestación de su parálisis espiritual. No siempre suponemos que es así, pero en este hombre, sí que lo era, por la palabra y la obra de Jesús…

El hombre sabía que estaba en pecado y ante esto: “ánimo hijo, tus pecados quedan perdonados”, debió de sentir que se le helaba la sangre y quedaba sin habla. Esto le hizo recobrarse al enfermo y sentir un amor grandísimo y una fuerza todavía mayor para salir de su pecado: en definitiva, sitió que el perdón con amor, del mismo Dios, caía sobre él.

Esta es la experiencia que Dios quiere que sintamos al recibir el sacramento de la reconciliación…, pero no siempre es así, y tendríamos que pedir a Dios que lo fuera, para nuestro bien y para gloria de su infinita misericordia…

Cuando Jesús restituyó su alma, inmediatamente sanó su cuerpo. Pero a los maestros de la ley no les interesa todo esto, ni la salud del enfermo, ni su estado espiritual. Si a ellos no les interesa el hombre, ¿de qué se preocupan?: pues de razonamientos humanos, “nadie puede perdonar pecados sino Dios”; pero Dios sí, y Él pudo hacer que el Hombre Jesús, Dios, los perdonara como hombre sobre la tierra y más todavía, su mandato a otros hombres, a otros cristos: “a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados”…

Por todo esto, los sencillos alaban a Dios, pero “los sabios” son cazados en su astucia y perecen en sus razonamientos. Danos Señor un corazón dispuesto al arrepentimiento y a la acción de gracias…

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