Hoy el reto del amor es vivir el día desde la Misericordia

Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.

¿BUSCANDO CULPABLES?

Eran las 5 de la mañana, cuando un sonido fuerte me despertó. ¡Pum! Menudo portazo. Sí, para mi buen dormir, tuvo que ser fuerte…

En ese momento pensé: “Vaya, alguna monja que sale al baño, pero… ¡con qué aires va para ser tan de noche!”.

Me volví a dormir, pero unos minutos después… ¡pumba! Un nuevo portazo sobresaltó mi sueño.

“Mira, la monja que vuelve, ¿cómo no tendrá un poco más de cuidado?”, me dije, mientras me daba la vuelta para seguir durmiendo pensando que todo quedaría ahí.

Pero no, los golpes no quedaron ahí. Pocos instantes después comenzaron a sonar muy seguido. Y evidentemente era una puerta que daba golpes por la corriente y se volvía a abrir, para seguido cerrarse de golpe y volverse a abrir.

Y es que las puertas de hace 400 años no son como las de ahora, el sistema es algo diferente, con una especie de aldabilla, que, si no queda bien encajada, la puerta se abre.

Así que ya mi sueño se había terminado. Golpe tras golpe, no dejaba de razonar, pensando cómo era posible que la monja pudiera dormir con su puerta dando portazos.

Hasta que se me iluminó: No era la puerta de una celda, sino la puerta de la celda prioral (que es como su despacho), y encima yo había sido la última en entrar la noche anterior para dejar las llaves de la iglesia.

¡Cómo cambia todo! ¡Cómo giró mi pensamiento al darme cuenta de que en realidad no era otra monja, sino que había sido responsabilidad mía, y quizá muchas otras estaban también escuchando los golpes sin poder dormir!

Así que, rápidamente, salí a cerrarla y me volví toda silenciosa a la celda.

El Señor tiene sentido del humor… me estuvo dejando un rato pensar quién podría ser, buscando un responsable, hasta que al rato “devolvió la pelota a mi cancha”.

Y es que… es cierto, cuántas veces nos sucede. Siempre es más fácil ver lo de los demás, incluso nos atrevemos a juzgarlo desde fuera, sin embargo, aquella noche, el Señor me mostró una vez más que la realidad es que todos somos igualmente frágiles, igualmente responsables, todos tenemos derecho a equivocarnos…

Es el Señor quien nos hace libres de todo temor y juicio, porque Él nos ha liberado, “porque, si nos amo cuando éramos enemigos suyos, cuánto más ahora que estamos con Él”. Él nos devuelve la pelota a nuestra cancha para que descubramos que en nosotros también hay necesidad de Misericordia, y solo desde ahí, solo desde experimentar que somos amados en nuestra pobreza, es desde donde podemos amar al otro en la suya.

Hoy el reto del amor es vivir el día desde la Misericordia. Hoy no busques en otro las responsabilidades de las cosas que te sucedan, hoy tan solo pídele al Señor descubrir lo tuyo y experimentar ahí su Amor, y desde ahí mirar a los demás con la misma mirada con que Él te ha mirado a ti.

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¡Feliz día!

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