¿SABÍAS QUE…
...UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL PALABRAS?
Hay quien asegura que la publicidad actual “mete las cosas por los ojos”, pero lo cierto es que las imágenes han tenido poder desde mucho antes de que se desarrollara el marketing. Y, a veces, su poder de convencimiento puede llegar a ser arrollador… y, si no, que se lo pregunten a Reginaldo.
El mes pasado le dejamos postrado en cama, batallando a brazo partido contra su enfermedad y también contra su tristeza. Era muy consciente de que, escuchando a fray Domingo, su corazón se entusiasmaba, pero, ¿cómo tirar por la borda una vida que tanto le había costado construir?
Sin embargo, tampoco pudo dedicar mucho tiempo a estas cavilaciones: pasaban los días y su enfermedad se iba agravando. Tal es así que, con mucha delicadeza, los médicos le dijeron que lo mejor que podía hacer era pedir un confesor… y de preferencia, que lo pidiera cuanto antes…
Con el obispo, en cambio, fueron mucho más directos: tal vez el sacerdote no pasara de aquella noche. Todos en la casa comenzaron a orar, pidiendo a Dios un milagro… excepto uno de los mozos. En efecto, aquel chaval solo había escuchado hablar a Domingo en la plaza un par de veces, pero con la sencillez de su corazón, estaba seguro de que ese fraile era un santo. Y, si lo que se necesita es un milagro, ¿a quién pedírselo mejor que a él?
Raudo y veloz, cruzó las callejuelas de Roma, iluminadas por el resplandor de la luna.
-Reginaldo se muere - informó a Domingo, en cuanto estuvo ante él-. Dicen que solo puede salvarle un milagro, por eso he venido…
-Entonces -dijo nuestro castellano, sosteniendo al muchacho por los hombros- vamos a pedírselo a quien puede concedérnoslo.
Y con inmensa ternura guió al jovencito hasta una imagen de la Virgen, y allí se arrodillaron. En su corazón, Domingo elevó una curiosa oración: le pidió a María que curase a Reginaldo, ¡para que pudiera entrar en la Orden! Vamos, que le pedía no solo que le salvara de la enfermedad, sino que le salvara también de la tristeza…
***
Las horas pasaban a la luz de las velas, mientras Reginaldo seguía sudando a causa de la fiebre, que no remitía a pesar de todos los paños fríos que diligentemente le iba poniendo el ama de llaves de la casa. Los gemidos del enfermo eran cada vez más tenues, mientras su respiración se iba entrecortando.
Al cabo de un buen rato, viendo que la situación de Reginaldo no mejoraba, decidió salir a cambiar el agua de la palangana: tal vez si estuviera más fría, lograra frenar la fiebre…
Reginaldo sintió el ruido de la puerta que se cerraba. Cerró los ojos. Estaba solo. Se le agotaban las fuerzas…
De pronto, sintió los pasos de alguien que se acercaba. Volvió la vista… y descubrió que, junto a su cama, se encontraba la mujer más hermosa que había visto nunca, en pie, sonriendo con la mayor ternura, mirándole con un cariño infinito. Era la Virgen.
Reginaldo se quedó sin respiración. De pronto se dio cuenta de que, detrás de María, había otras dos mujeres más. Eran santa María Magdalena y santa Catalina de Alejandría. Y cada una traía algo en las manos: una, un frasco, la otra, un lienzo enrollado.
Sin dejar de sonreír, la Virgen se volvió y tomó el frasco. Con verdadero amor de Madre, se acercó a Reginaldo y le fue ungiendo ojos, oídos, nariz, boca, pecho y manos. Finalmente, aplicó el bálsamo a los pies de Reginaldo, mientras susurraba estas palabras:
-Unjo tus pies con óleo santo como preparación del Evangelio de la paz.
Dicho esto, hizo una señal y las dos santas desplegaron el lienzo que traían. Reginaldo miró boquiabierto. En el lienzo estaba dibujado un hombre vestido con hábito blanco y capa negra. El profesor lo reconoció enseguida, ¡¡era el hábito de los Predicadores, de fray Domingo!! Bueno, más o menos: en la imagen que le mostraba la Virgen, no aparecía la sobrepelliz de los canónigos, sino un escapulario blanco…
Al instante, la visión desapareció. Reginando parpadeó un par de veces, dudando si todo habría sido producto de la fiebre, pero…
-¡¡Milagro!! ¡¡Milagro!!-exclamó saltando de la cama.
Al ama de llaves se le cayó al suelo la palangana de agua con la que entraba. El alboroto de la casa fue sonado: el que unos segundos antes estaba al borde de la muerte, ¡ahora se encontraba estupendamente, dando gritos y saltando de alegría!
Pero Reginaldo no tenía tiempo para celebraciones ni explicaciones. A toda prisa se cambió de ropa y se lanzó a la carrera por las calles de Roma. Fue hasta la casa donde se hospedaba Domingo y, cuando estuvo delante del castellano, ¡cayó de rodillas, suplicándole que le aceptase en la Orden!
Nervioso como estaba, Reginaldo quería hacer la profesión en manos de Domingo ahí mismo, en ese mismo instante, pero, al mismo tiempo, le pesaba la promesa que había hecho a su obispo de acompañarle a Tierra Santa.
Nuestro amigo le pidió un poco de calma, sonriendo ante las idas y venidas del sacerdote. Con infinito cariño, le propuso una solución: Reginaldo cumpliría la promesa hecha al obispo, marcharía con él y, a la vuelta de su peregrinación por Tierra Santa, ingresaría en la Orden.
El joven profesor sonrió aliviado, ¡era un auténtico caballero, no quería faltar a su palabra! Pero, al mismo tiempo, no quería hacer esperar a la Reina del Cielo…
Mucho más tranquilo volvió a su casa y, pocos días más tarde, reemprendió el viaje acompañando a su obispo, deseoso de conocer la tierra del Señor… pero con el deseo ardiente de volver para cumplir los deseos de Su Madre…
Y, mientras tanto, Domingo y sus frailes también decidieron obedecer a la Virgen: a raíz de esta visión de Reginaldo, se quitaron la sobrepelliz (propia de los canónigos), ¡y quedó incorporado el escapulario blanco, tal y como seguimos usándolo a día de hoy! El escapulario es así una imagen que nos recuerda la protección especial de María, ¡sobre cada uno de los miembros de la Orden!
-¿Sabías que… el Señor sigue valiéndose de imágenes para hablarnos?
Creo que estaremos de acuerdo: si se nos aparece la Santísima Virgen con un dibujo de lo que espera de nosotros… ¡¡dime tú si no te lanzas de cabeza, como hizo Reginaldo!! Y si María empleó una pintura para comunicarse aquella vez, ¡puede hacerlo muchas más veces!
Después de este acontecimiento, el tema de la imagen cobró tanta importancia en la Orden, ¡¡que se considera una forma de predicación!! Así, por ejemplo, lo más destacado de la predicación del beato Angélico, ¡son sus frescos! (algunos de los cuales han servido para ilustrar varios capítulos de esta biografía).
San Juan Pablo II escribió en su Carta a los artistas que, “para transmitir el mensaje que Cristo le ha confiado, la Iglesia tiene necesidad del arte. En efecto, debe hacer perceptible, más aún, fascinante en lo posible, el mundo del espíritu, de lo invisible, de Dios”.
La belleza (de un cuadro o de una escultura, de la naturaleza o de la música) puede tocar las fibras más profundas de nuestra alma, en una experiencia que, a veces, es difícil expresar con palabras. Y así la belleza se convierte en sendero que nos invita a descubrir una Belleza mayor.
No deja de ser un detalle precioso de Cristo hacia nosotros: para hacernos experimentar su Amor, ¡¡se vale de todos nuestros sentidos!!
“Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos (…) pues la Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó” (1 Jn 1, 1-2).
Así pues, la próxima vez que estés ante algo bello, detén tus pasos, disfruta, ¡y deja que tu corazón vuele en este abrazo que Cristo te ofrece!
VIVE DE CRISTO
Pd. 1: No he querido alargarme en este capítulo, pero, si te pica la curiosidad de por qué la Virgen escogió a Magdalena y a Catalina de Alejandría como acompañantes, te lo explico aquí:
https://www.dominicaslerma.es/vivedecristo/sabias-que/5197-para-saber-mas-3.html
Pd. 2: Como era de esperar, la curación de Reginaldo, tan impactante, ha cautivado a muchos pintores, que la dejaron plasmada en sus obras, así que, ¡aquí te traigo una pintura para que disfrutes de este episodio con todos tus sentidos! Además, es una obra muy especial: ¡está en mi monasterio! Este es el cuadro que veo cada vez que bajo las escaleras hacia la iglesia. Dicen los expertos que en él trabajaron un maestro y su ayudante: el maestro hizo a la Virgen y a las santas, el aprendiz se encargó de Reginaldo… y por eso hay tanta diferencia de calidad y de detalles, ¡pero no deja de ser una preciosa obra de colaboración! Al fin y al cabo, Reginaldo necesitó la colaboración de la Virgen para aceptar la propuesta de Domingo… ¡espero que te guste!