ACCIÓN DE GRACIAS A DIOS, A LA MUERTE DEL PADRE MARIANO PALACIOS. O.P.

Con este testimonio a favor del Padre Mariano Palacios,no creo que le esté añadiendo algo a su persona, sino que,hablo en justicia, dándole lo que le corresponde y, creo que merece. Sí quiero que mis palabras, salgan de mí llenas de gratitud, por el bien que, una servidora, y me consta que, otras muchas monjas y personas, nos hizo, en sus comienzos de fraile dominico predicador.

Conocí al Padre Mariano muy joven, casi recién estrenado en su ministerio sacerdotal. Yo, también era joven, aunque no caminaba en una situación estable como él, sino todo lo contrario. Mi vida estaba en un estado de sufrimiento pordos dramas que se juntaron casi seguidos en mi persona: un desastre afectivo, muy doloroso y complejo y el fallecimiento, en pocos meses, de mi madre, todavía joven. Mi corazón no puedo decir que vivía, sino que,pasaba mucho tiempo sangrando en una tristeza que, me invadía cada vez más. Pero en esta coyuntura tan desastrosa no dudo que el Señor, puso delante de mí al Padre Palacios. Mi primer encuentro con él, fue fortuito y sin una razón aparente.

Yo vivía en Madrid y, no precisamente en el centro de la ciudad. Un día, vagando en mí “sin sentido de la vida”,cogí el autobús y marché al convento de El Olivar, en Atocha. Yo, no conocía apenas esta iglesia ni nada me llamaba la atención de ella más que cualquier otra iglesia. Además, no puedo decir que buscaba a Dios porque, si sabía en ese momento algo de ÉI, era que, era un ser lejano que le importaba poco o nada, lo que yo estaba viviendo. Pero, allí entré sin ningún atractivo. Sin saberlo, Dios me estaba guiando a donde yo podría encontrar unpoco de consuelo. Vi, en un confesionario, la manga de un fraile dominico colgando hacia afuera de él y, me acerqué a la rejilla... ¿De qué podía hablar sino de la abundancia de mi corazón? ¡Ni mucho menos pretendía confesarme! ¿De qué iba a pedir perdón cuando me invadía la desesperación y la angustia?. Pero en ese “cajón”, encontré consuelo y,una pequeña esperanza y más cuando al despedirme me dijo: “Si alguna vez necesitas algo, preguntas por la PadrePalacios, sea a la hora que sea me llamas en la portería, y yo te atiendo”…

Éste, fue el comienzo de mi andadura en el encuentro con Dios mediante el Padre Palacios. De nuevo, en casa, el sufrimiento de mi corazón llegó a su punto álgido. Y, otra vez, cogí el autobús y me planté en el Olivar a las dos o tres del mediodía. Pregunté por el Padre Mariano y, el portero se sorprendió de que le reclamara a esas horas y,dudaba si llamarle… Yo, le aseguré que él me lo indicó y bajó enseguida al locutorio. Sólo recuerdo que, yo hablaba y lloraba sin parar. Su seguridad y carga de esperanza, con la fe en Dios, me confortaron. Me invitó a un club de jóvenes que se reunían allí, a menudo. Yo fui y comprobéque había más cosas que mi ensimismamiento: jóvenes deseosos de Dios que, eran catequistas de niños y mucha alegría. Lo que más me gustaba eran las clases “sobre Dios” que, nos impartía a menudo el padre Mariano. Su libro de cabecera era: “La Teología de la perfección”, delPadre Royo Marín, o.p. y Santa Catalina de Siena. Pero su palabra, era enardecida y contagiaba de su fuego a todos nosotros. Nos hacía añorar la santidad y la unión con Dios, aunque hablaba a un auditorio bastante ignorante de estas cosas, pero deseosos de amar y entender a este Dios que nos quería tanto que, dio su vida por nosotros.

Viendo el Padre el cambio interior que iba teniendo, me invitó, a otra joven y a mí a ir con él a un convento de monjas donde él impartía formación y canto. Yo acepté estar quince días fuera, en Lerma, Burgos, tan lejos de Madrid. No dudo que, Dios me guiaba fuertemente a un encuentro con Él,  aunque yo no lo sabía. Allí, a solas,muchos ratos junto al Sagrario, le decían al Señor mis penas y mi deseo de Él… Y, un día, en la acción de gracias, después de la comunión, Jesús, ¡era Él, estoy segura por los efectos de su presencia!, me repetía insistentemente desde el Sagrario: “¡¡Ven, Ven, Ven!!”... ¡No cabía en mí de gozo y sorpresa y, me llené de lágrimas abundantes!, y sólo sabía decirle: “¡¡Sí, ya voy,ya voy, ahora mismo, si quieres!!”. Y Jesús seguía repitiendo: “¡¡Ven, Ven, Ven!!” ¡Él, me llamaba a mí,desde el Sagrario, y con mis lágrimas, quería manifestarle que era toda suya y que iría “ya”, a donde me llamaba: ¡a ser monja!...

Esta presencia de Jesús duró un rato y salí de este encuentro divino, totalmente transformada en otra persona: “Ya no era yo, era Jesús que vivía en mí” y sólo quería  hacerme llegar su Amor, como sólo Él lo sabe hacer con quien ama y elige para una vocación especial. Como supondrás, poco tarde entré en este convento… Y,aquí, me rodea la gracia de Dios que, siempre fue fiel a esta predilección sobre ésta, su esposa pobre.

Después de vivir todo esto, comprendí que Jesús había revestido al Padre Mariano de un “celo” por descubrir en las almas, dónde Dios las llamaba a su seguimiento. Este celo por “contemplar y dar lo contemplado”, me lo transmitió a mí con la misma fuerza con que él lo sentía y daba. ¡Doy gracias a Dios que puso ante mí a su ministro,fiel a la gracia y al don de que lo revistió!

Pensaba ahora que, el Padre Mariano me recordaba a nuestro Beato Jordán de Sajonia que, “para la Orden, captó un millar de vocaciones” y, es el patrono de las vocaciones dominicanas. Así mismo, el Padre Palacios, cuando llegaba al Lerma, se decía en el pueblo: “¡ha llegado el pichón ladrón!”. También, fue incansable trabajador en los conventos de monjas de Valladolid,Segovia, etc…

Mi testimonio es muy personal. Otros, en la prensa, han hablado bien de sus virtudes humanas, !que tenía muchas!. Mis palabras, hablan del Don con que Dios mismo lo revistió con una gracia especial de entrega a ÉI. 

¡Qué Dios, al llegar a su presencia le haya tomado para Sí con estas palabras: “ “bien, siervo bueno y fiel, pasa el banquete de tu Señor, porque has sido fiel en lo poco!”¡Amen! ¡Amén!

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