HOY VIVE DE CRISTO CON UN RELATO BREVE

Queremos vivir de Cristo este verano, y hoy de la mano de Sión, con la sección: Relatos breves. ¡Feliz día!

IMPREVISTOS

-¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho?

El entusiasmo con que habían empezado el viaje iba cayendo al ritmo de la caída de la tarde. Tras varias horas metidos en la furgoneta, los niños comenzaban a estar inquietos. A cada respuesta negativa, le seguía, con escasos segundos de diferencia, de nuevo, la misma pregunta.

-¿Falta mucho?

Poniendo voz de general en plena batalla, fingiendo malamente un enfado descomunal, papá cambió la respuesta:

-¡Al próximo que pregunte, le ato una cuerda a la cintura y le pongo a correr delante de la furgoneta como si fuera un caballo de tiro!

Risitas nerviosas en la parte de atrás. Mamá meneó la cabeza sin poder disimular una sonrisa.

-Igual es la solución... Creo que estamos tardando tanto porque llevamos mucho peso. Lanzad alguna maleta por la ventana -insistió papá, riéndose. Y, mucho más serio, susurró hacia mamá- Lo cierto es que estamos tardando más de lo previsto, ¿no?

-Sí, la verdad es que sí...

El grito de Marcos, sentado al fondo de la furgoneta, resonó por todo el vehículo:

-¡¡Mira, primo!!

Xus, que iba a su lado, se inclinó hacia la ventana y trató de observar lo que señalaba el dedito del pequeño. Sobre las piernas llevaba extendidos los apuntes y un cuaderno en que iba haciendo ejercicios y prácticas. Sí, se llevaba el estudio consigo, pero se iba de vacaciones. Había sido incapaz de decir que no a su primo pequeño.

-Pero no voy a contarte ni un solo cuento más, ¿eh? -le había dicho, guiñándole el ojo, divertido, mientras se ponía el cinturón de seguridad- Mira que tienes cada idea... Decir que no llevas juguete para llevarme a mí, que yo soy "el agua de tus vacaciones"... Bandido conquistador...

Pero, en lo más profundo de su corazón, estaba encantado. Disfrutaba viendo los pequeños saltitos de alegría de Marcos, y se emocionaba descubriendo el brillo de ilusión de sus ojos. El gozo que sentía al hacer feliz a una persona, no lo cambiaba por nada. Ni siquiera por aprobar sus asignaturas de fin de carrera. Desde hacía un tiempo, en el fondo de su corazón Xus sabía que su vida era una entrega por la felicidad de los demás.

-No hay ningún problema -le había dicho a su tía, cuando ésta le expresó su preocupación respecto a los estudios- Soy un apasionado de las recuperaciones.

Tras otear un poco el horizonte, al fin descubrió lo que tanto había llamado la atención al pequeño.

-¡Oooohhh...! -exclamó el joven, contagiándose del entusiasmo de Marcos.

-¿Qué pájaro es ése, primo?

-Es un águila real, la reina de las aves.

-¡Guau! ¡Qué chulo! -Marcos pegó aún más la nariz al cristal, queriendo seguir el vuelo del águila- ¡Mira, primo! ¡Parece que va delante de nosotros, como si quisiera guiarnos!

En ese preciso instante, el GPS empezó a dar órdenes extrañas:

-En cuanto sea posible, gire y vuelva a la carretera.

-¡Pero si estoy en la carretera! -se quejó papá.

-Vuelva a la carretera.

-Pues estamos arreglados -murmuró Lucas.

-Mire usted, señorita... -comenzó a decir papá.

-¡Oh, no! Ya empieza a hablar con los aparatos... -suspiró Karen.

-Yo no me he salido de la carretera -papá seguía intentando razonar con el GPS- he seguido sus indicaciones al pie de la letra, llevo horas sin ver más que pinos... -

Pero la única respuesta que obtuvo fue una inquietante pantalla gris.

-"Buscando señal" -leyó mamá.

-¿Qué? ¡Señorita! ¡Así no se acaban las conversaciones! ¡Estos cacharros...!

-Yo creo que el GPS está pidiendo la jubilación -sugirió Lucas- ¿Cuántos años hace que lo tienes?

-Bueno, bueno -cortó mamá, tratando de calmar los ánimos- Seguro que con el móvil nos apañamos...

Pero, mientras buscaba en su bolso, el motor comenzó a hacer ruidos extraños.

-Ay, ay, ay... -gimoteó Lily, empezando a asustarse.

-Algo va mal -comentó papá.

-¡Aquí está el móvil! -mamá suspiró aliviada- Dame un segundo y... y... Oh, no...

-¿Qué pasa?

-El móvil tampoco tiene cobertura.

Los ruidos del motor se hicieron más intensos.

-¿Y ahora qué hacemos? -preguntó mamá, muy preocupada: el sol ya se estaba escondiendo tras la montaña, en pocos minutos se acabaría la luz.

-Hacia atrás no podemos ir -dijo papá- Son kilómetros de bosque. Nuestra única esperanza es encontrar algún pueblo o algo pronto.

Un silencio sepulcral invadió el vehículo. Todos contenían la respiración, mientras el motor se iba ahogando cada vez más. Los extraños ruidos aumentaban.

-¡¡Ahí, ahí!! -gritó Karen, casi saltando de su asiento.

A poca distancia había una pequeña señal. Papá leyó en voz alta:

-"Casa 'La Posada', alojamiento y comidas, a 200 metros".

Los niños estallaron en gritos de júbilo.

-¡Estamos salvados!

-Yo ya creía que nos comerían los bichos del bosque... -dijo Lily, suspirando de alivio.

Entre gritos, risas y bromas, la furgoneta cogió el desvío señalado. Pocos instantes después, en medio de la nada, pegado a la carretera, encontraron un lóbrego caserón de dos plantas. Un enorme y destartalado cartel en la entrada no dejaba lugar a dudas. Aquello era 'La Posada'.

La alegría se esfumó en un segundo. Papá y mamá se miraron. Realmente el sitio no era precisamente acogedor, pero no había alternativas. Ya había anochecido, las sombras comenzaban a envolverlo todo. Papá aparcó la furgoneta junto a un viejo y sucio coche blanco.

-¡Vamos allá! -dijo mamá a los niños, intentando parecer serena.

Sin comentarios, todos fueron bajando del vehículo. Marcos agarró con fuerza la mano de Xus. Esas manos, grandes y fuertes, le daban seguridad. Tras cruzar el arco que servía de entrada, atravesaron un descuidado jardín, a punto de convertirse en un erial. A través de las ventanas del caserón se adivinaba que no había nadie, pues todas las luces estaban apagadas. Tan sólo en una pequeña ventanita del primer piso se distinguía el tenue brillo de una bombilla.

El chirriante timbre resonó por el interior del caserón. Tras un rato de inquietante espera, alguien llegó al otro lado de la puerta. La familia escuchó el sonido de un montón de cerrojos que se abrían. Un segundo después, pudieron verle.

Era un anciano, bajito, ya apenas sin pelo, y muy delgado. A pesar de su apariencia delicada, sus ojos vivarachos dejaban entrever una personalidad fuerte y decidida.

-Bienvenidos.

Aquella palabra fue su único saludo.

Tras explicarle un poco la situación, papá y mamá le preguntaron si tenía alguna habitación disponible.

-Menuda casualidad que se os estropeara la furgoneta justo en ese tramo -iba comentando el anciano mientras les guiaba por los pasillos- Desde esta casa hasta el pueblo hay unos 30 kilómetros. Habéis tenido suerte...

Empujando una enorme puerta, llegaron al comedor. Era una estancia bastante grande, llena de mesas y sillas bien colocadas, con una preciosa chimenea y una gran lámpara colgando del techo.

El anciano se acercó a una esquina y encendió una pequeña lamparita que había sobre la mesa.

-¿Por qué no enciende la del techo? -preguntó Lily en voz baja a su madre.

-Porque está estropeada -gruñó el hombre- Un día de estos tengo que arreglarla... pero no encuentro el momento. ¿Vais a querer cena?

-No, no -se apresuró a responder mamá, viendo a través de una puerta de cristal toda la cocina apagada- Llevamos bocatas en las mochilas. Muchas gracias.

Poco después, ya estaban en sus respectivas habitaciones.

-Mami, no me gusta este hombre... -comentó Lily.

-Sí, es súper raro -corroboró Karen- ¿Te has fijado? En el pasillo de abajo hay una colección entera de cuadros, ¡pero todos son fotos de vidrieras!

-Vamos, artista -le contestó mamá muy tranquila- Ya sabemos que tus cuadros son los mejores del mundo... pero deja en paz al pobre anciano. Que decore su caserón como quiera.-

-Mami, ¿cuándo nos vamos de aquí? -preguntó Lily.

-Depende del coche, cariño. Mañana papá llamará al taller del pueblo. En cuanto lo arreglen, nos marcharemos. Y ahora, ¡a dormir!

Pocos minutos más tarde, en la habitación de las chicas reinaba el silencio. Aparentemente, los chicos también estaban ya descansando... aunque no todos. En una de las habitaciones...

-Xuuuuus...

La voz de Marcos sonaba muy bajita, en un susurro casi imperceptible que se ahogaba entre las sábanas con las que se había tapado por completo. Sin embargo, Xus se acercó inmediatamente al pequeño.

-¿Qué pasa, amigo?

Sintiendo la cercanía de su primo mayor, Marcos se atrevió a quitarse las sábanas de la cara.

-¡Me has oído! -dijo intentando no levantar la voz- ¿Tú tampoco puedes dormir?

-¿Yo? Bueno, ¡aún no lo he intentado!

-Pero, si no duermes, ¿qué estabas haciendo? -preguntó, intrigado, el pequeño.

-Digamos que estaba hablando con un amigo. ¿Y tú? ¿Por qué no te duermes?

Marcos no se quedó muy satisfecho con la respuesta de su primo. No le había oído hablar con nadie... pero lo que le inquietaba por dentro fue más fuerte que su curiosidad.

-Xus... -y, acercándose a su oído, le susurró muy bajito- Nos hemos perdido en la selva...

-¿Qué?

-Tú dijiste que las vacaciones eran una selva... Pues nos hemos perdido.

-¡Claro que no! -respondió Xus, muy entusiasmado. Y, procurando mantener bajo el volumen de su voz, continuó- ¿Quieres que te cuente mi secreto?

-¡Síiiii! -respondió el pequeño, incorporándose de la emoción.

-Anda, ven a mi lado, aquí, en el suelo.

El niño obedeció, bajó de la cama y se sentó sobre sus piernas, con las rodillas dobladas, imitando la postura de su primo.

-Te he dicho que estaba hablando con un amigo... -Xus rebuscó por el cuello de su pijama- Mira: es Él.

En el cuello de su primo, Marcos vio un cordón negro y, colgando de él, una cruz de madera con un Cristo grabado a fuego.

-Estaba orando, ¿sabes? Él es el agua de mis vacaciones.

El niño observaba fijamente a su primo, como esperando a que le dijese algo más.

-Mira, Marcos, no nos hemos perdido... ¡estamos en el principio del cuento, cuando se encuentran con un bosque de arbustos y mala hierba! ¿Recuerdas qué hicieron los hombres de la historia?

-¡Sí, claro! -respondió el pequeño, muy orgulloso- Uno usó su hacha; el otro dio un rodeo hasta que encontró un camino.

-¡Eso es! Pues los arbustos son los contratiempos, como éste. Ahora podemos "coger el hacha", enfadarnos por los cambios de planes, irritarnos por la pérdida de tiempo y acabar todos de mal humor... o podemos dar un rodeo y descubrir paisajes que nunca habríamos imaginado.

-¡Ooooohhhh, claroooo! -respondió el niño.

-No existen las casualidades, Marcos -dijo Xus- Si estamos aquí, es por algo. Estoy seguro de que Jesús nos ha preparado alguna misión. Sólo hay que descubrirla. Y, para eso...

-¡Hay que tener los ojos abiertos! -respondió Marcos, adivinando la frase de su primo.

-¡Exacto! Eso es lo que haremos. Nada de coger el hacha, ¡vamos a descubrir qué sorpresas se esconden en este cambio de planes! ¿No te dije que el agua sirve para lavar los ojos?

Y, muy lentamente, el joven se acercó la cruz a los labios para besarla. Fue un gesto sencillo, pero profundo, con un cariño y un respeto indescriptible.

Marcos, dudando un poco al principio, pero con decisión después, se puso en pie y se acercó a besar también esa cruz. Luego se abrazó con fuerza al cuello de su primo, para, poco más tarde, dormirse plácidamente en sus brazos, con una enorme sonrisa de confianza dibujada en su rostro.

VIVE DE CRISTO

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