ANTE EL HIJO DEL HOMBRE, MANTENEOS EN PIE
25 « Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas,
26 muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.
28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.»
34 « Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros,
35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra.
36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.» (Lc. 21, 25-28. 34-36)
Ante el gran acontecimiento de la Última Venida del Señor Jesús, nos dice que “los hombres desfallecerán por el miedo y la ansiedad”. Y es que, el universo entero se bamboleará y será sacudido, desde el cielo y la tierra y todo el orbe. Como es algo que está por venir y no vemos de ello signos que nos avisen, a veces los siervos de Cristo, sus discípulos,se dejan embargar por la pereza somnolienta, cuando no con “las juergas e inquietudes de la vida”. Éstos, son los lazos que el Maligno tiende a los incautos. Y es que, sólo podremos escapar de esta molicie de la vida, pidiendo a Cristo que nos despierte y nos haga estar vigilantes en medio de la vida que parece que, no nos trae nada nuevo.
“Estad despiertos porque caerá como un lazo sobre los habitantes de la tierra y nadie podrá escapar ante la Venida del Hijo del Hombre”. Pero,los hombres que han vivido con su mirada fija en Cristo, seguirán con la cabeza levantada mirando, no ya el crucificado en todo su amor humillado sino, al que resucitó y que está a la derecha del Dios Altísimo. Y, sabemos que es Él y que nuestros ojos no nos engañan porque el Jesús Glorioso, lleva en sí, de forma indeleble, las Llagas de su Pasión. Y en éstas, podremos reconocerlo y gritar con alegría: “!EsÉl, es Jesús, Nuestro Señor y nuestra Amor!”. Y, la gracia, el regalo del Resucitado, nos consolidará los pies y podremos estar erguidos y atraídos por su Gloria, que nos rescatará de todo lo que está por venir.
“¡Jesús, nosotros vivimos en la era de tu espera. Han pasado muchas calamidades en el cielo y en la tierra pero, no eran más que avisos y alertas para orar sin interrupción, para tener nuestra lámpara encendida con la luz de la fe y del amor! ¡Éste, es tiempo de lucha para resistir a todas las fuerzas del mal, “al Maligno que anda como león rugientebuscando a quien devorar”! “¡Pero, nuestra oración y deseo, no va sólo por nosotros sino que, imploramos la fuerza de tu gracia para que envuelvas a todos los hombres en este Día glorioso y, que nadie escape a tu Gloria hecha de misericordia y compasión!”
Porque, en este Día, también terrible, muchos hombres y mujeres que,estuvieron alejados de Ti, volverán a Ti con su corazón arrepentido y dolorido por todo lo que perdieron en su vida pero que, ahora quieren recuperar y restaurar con un corazón al que le fue regalado un amor perfecto. ¿No es esto cierto cuando contemplamos a Dimas, el Buen Ladrón que, a tu lado Jesús y, crucificado contigo, no te pedía sino:“acuérdate de mí Señor, cuando llegues a tu Reino!”?. En un instante de máximo dolor pero, también de máxima Gloria, reconoció a Jesús, el Señor que iba a rescatar su vida de las garras de la muerte y de toda su vida lejos de Dios, por el pecado.
¡Oh Señor, en esta hora, confiamos en Ti y, te pedimos que tu Espíritu Santo sople con amor la llama de nuestra fe y nuestra vigilia! ¡Oh mi Dios sálvanos! ¡Amen!