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Jesús calma la tempestad

22 Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
23 Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.
24 La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario.
25 Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar.
26 Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: « Es un fantasma », y de miedo se pusieron a gritar.
27 Pero al instante les habló Jesús diciendo: « ¡Animo!, que soy yo; no temáis. »
28 Pedro le respondió: « Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas. »
29 « ¡Ven! », le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús.
30 Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: « ¡Señor, sálvame! »
31 Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: « Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? »
32 Subieron a la barca y amainó el viento.
33 Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”. (Mt. 14, 22-33)

En cualquier circunstancia de la vida de Jesús, siempre está en Él una fuerza sobrehumana que cambia la situación y más si esta es penosa para el hombre. Pero la cantera de donde brota este poder sobrenatural es su continuo diálogo amoroso con el Padre, que en ciertos momentos, en que su persona es abrumada por la multitud, se hace imperante: “Y después de haber saciado a la gente, se fue a solas al monte para orar”… “Y llegada la noche estaba allí solo”… “¡Solo!”… “¡A solas!”… “Pero nunca estoy “solo”, porque siempre está conmigo el Padre”…

Es esa “soledad sonora” que acariciaron los místicos, y que se acercaba un poco a esa intimidad de Jesús con su Padre-Dios. La soledad de Jesús está habitada por la intimidad de ecos divinos: el Espíritu Santo inflamaba de continuo este diálogo y el Amor fluía del cielo a la tierra y de ésta hacia el cielo… Y si había palabras, ¿De qué hablaban el Hijo y el Padre?: Jesús nos lo ha revelado con su vida: Él ha venido a cumplir la voluntad del Padre, y de ésta nunca se apartó: ¡Era su único deseo de cara a Dios!… Él, es el “Único obediente”: “Yo no he venido por mi cuenta, sino que es Él quien me ha enviado”. Y ésta obediencia glorifica a Dios en el Hijo; Y Dios-Padre, por el amor obediente de Jesús, le glorificó, más tarde, resucitándole de entre los muertos…

Pero volvamos a los discípulos y descendamos del monte con Jesús: “Al amanecer, Jesús vio como estos luchaban con el viento que azotaba la barca en la que se encontraban; ¡Y andando sobre el agua, se les acercaba Jesús!... Pero ellos “se asustaron y gritaron de miedo, creyendo ver un fantasma”, mas Jesús les calmó: “¡Animo, soy Yo, no tengáis miedo!”… Y Pedro, en un acto de fe heroica, le dijo a Jesús: “¡Señor, si eres Tú, mándame ir a Ti sobre el agua!”. Y Jesús le dice: “¡Ven!”… Y Pedro saltó de la barca, andando sobre el agua… ¡Pero pronto el viento fuerte le sobrecogió, y se llenó de miedo y se hundía!: “¡Señor, sálvame!”. ¡Y Jesús lo agarró y le reprochó su falta de fe porque había dudado!…

Entrando Jesús en la barca, el viento amainó… ¡Entonces, todos le confesaron postrados!: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”…

Este Evangelio, nos trae muchas enseñanzas para nuestra vida, ¡nosotros que vamos a veces tan apocados y temerosos ante lo que nos sobreviene y nos pueda sobrevenir!… Pero Jesús, nos repite, una y mil veces: “¡¡Soy yo, no tengáis miedo!!”… Él, nos precede en nuestras pruebas y dificultades. ¡Sólo quiere que hagamos un acto de fe total!... El Espíritu Santo no nos va a faltar en los momentos en los que Jesús nos va a pedir cerrar los ojos y abrirnos a su Persona que lo puede todo y está siempre a nuestro lado: “¡Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo!”…

¡Pongámonos en sus manos, con la mayor fe que podamos, porque Él es fiel y nunca defrauda a los que confían en Él!…

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