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ANUNCIO DEL ÁNGEL A JOSÉ

18 La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
19 Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
20 Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: « José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.
21 Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. »
22 Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta:
23 Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: « Dios con nosotros. »
24 Despertado José del sueño, hizo como el Angel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

Dice el evangelista Mateo: “La generación de Jesucristo, fue de esta manera…” Y después de este solemne anuncio del nacimiento del Hijo de Dios… ¡Cosa inaudita e impensable para la mente del hombre, que percibe la distancia infinita del hacerse Dios un hombre cualquiera!. Ahora, pasa el escritor inspirado a relatarnos sobre los seres insignificantes que rodearon este misterio grandioso: José, un trabajador de la clase baja obrera, que vive en una aldea perdida del Imperio Romano… Y María, una virgen, más ignorada todavía. Ella, la Madre de Dios y él, el protector y guardián del mayor tesoro de Dios mismo: su Hijo Amado.

Ambos estaban desposados según las costumbres del pueblo judío. Los desposorios, eran en verdad un compromiso real de matrimonio, un cuasi-matrimonio. Entre ambas ceremonias, no mediaba el cohabitar juntos, pero de hecho en muchos casos esto no ocurría. No así en Galilea, donde esta práctica era respetada…

José no entiende estos cambios en María, su prometida… Él no era el padre de la criatura que se percibía, se gestaba en su seno… María callaba y José meditaba y oraba a Dios para hacer en todo su voluntad…

A las adúlteras, según la Ley, se les aplicaba el castigo de la lapidación…!Pero José era justo y no quería denunciarla, así, decidió repudiarla en secreto!… ¡José amaba a María y prefirió cargar él con el juicio de los hombres, por el abandono de su mujer, que ponerla en evidencia…

Había hecho todo lo razonable y justo y a Dios le correspondía revelarse, si lo creía conveniente… ¡Y sí lo creyó!. Por ello, envió un ángel a José que le explicó todo el Misterio…

José obedeció a Dios y fue dócil a las palabras del ángel, sin entender gran cosa. Se supone que haría, como María hizo tantas veces en su vida: “Guardar todo y meditarlo en su corazón”. El corazón sí, a punto, pero los razonamientos no… Si el Espíritu Santo es el que toma la iniciativa en nuestra vida ¿qué nos queda a nosotros?, pues una humilde sumisión a ejemplo de Jesús, Nuestro Señor, que siempre puso su voluntad humana a los pies de Dios Padre, con amorosa humildad… De aquí que nos diga: “aprended de mí que soy humilde de corazón”…

Así José no sólo asintió, sino que “se llevó a casa a María, su mujer”. Se “despertó” para obedecer con amor y se “durmió” a su amor propio.

¡Qué gran siervo de Dios!... ¡Qué gran amigo y padre adoptivo de su hijo Jesús!... ¡Qué pequeña y humilde criatura!…

¡Que el Espíritu Santo nos dé un corazón nuevo, para que sólo oigamos y hagamos lo que Dios nos inspire! ¡Él sabe bien y todo de nosotros, nosotros no! .

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