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YO SOY LA LUZ

44 Jesús gritó y dijo: « El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado;
45 y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado.
46 Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas.
47 Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.
48 El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día;
49 porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar,
50 y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí. » (Jn. 12, 44-50)

San Juan nos pone sin previo aviso frente a la Luz que es Jesús. Y nos sostiene allí, ante Ella, para que creamos por su testimonio. Él ha vivido junto a la Luz y nos asegura que el que se deja ilumina por Ella, ese cree en Jesús y en el Padre que nos lo ha enviado como Luz. Nosotros vivíamos en tinieblas y la Misericordia de Dios no resistió el vernos en la oscuridad y nos envió a su Hijo Amado, que es la Luz del mundo. Pero no todos acogieron la Luz y creyeron en Él, sino que huyeron de la Luz para que no se viera que sus obras eran malas, porque “el que realiza la verdad se acerca a la luz para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.

El mal siempre quiere ocultarse, actúa en las tinieblas. Por ello Jesús, siendo Él la Luz, nos ofrece un camino de Vida y de encuentro con Dios. Él ha venido para iluminar lo que esconden las tinieblas. Y lo que hay tras ellas es siempre un hambre de verdad, de bondad y de amor. Jesús es el origen de todo lo bueno de Dios, por ello, creer en Él es camino de felicidad y de segura salvación.

También tras la oscuridad está la enfermedad, la debilidad y la muerte. Pero a todas estas tinieblas ha venido Jesús para cambiarlas en Resurrección y en Vida para siempre. ¡Todos buscamos entrar en el mundo de la luz y Jesús desea más que nosotros que vivamos en la Luz, en Él!

San Pablo experimentó, en un momento de su vida, que todo su ser estaba iluminado, brillaba con luz propia, por ello pudo exclamar: “Ya no soy yo, es Cristo quién vive en mí. Y mientras vivo en la carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal. 2,20). ¡La presencia de Jesús habitando en él, le hizo creer en Jesús como su Señor, su Luz, su Dios!

¡Seamos dóciles a la Luz, a la Gracia que está empujando con gemidos inefables, para que le dejemos entrar, porque quiere que nos salvemos!. . .

¡Amemos la Luz, amemos a Jesús!

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ESCUCHAR A LA PALABRA ES DAR EL CIENTO POR UNO

ESCUCHAR A LA PALABRA ES DAR EL CIENTO POR UNO

1 Y otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar.  

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