¿SABÍAS QUE…

… EL CIELO DEJÓ SOLO A DOMINGO ANTE EL PEOR DE SUS MIEDOS?

Hasta ahora hemos visto cómo el Señor (y su Madre) han ido sacando las castañas del fuego a nuestro querido castellano y, gracias a la ayuda divina, hemos salvado el pellejo… hasta ahora. Sin embargo, esta vez las cosas iban a ser diferentes.

Domingo y “el Chico” continuaban afanosamente su labor de predicación. Dado que su trabajo fluía como la seda, poco a poco fueron ampliando su rango de acción: no solo se dedicaban a la ciudad de Toulouse, sino que comenzaron a predicar por las aldeas próximas.

Esa mañana, nuestros dos amigos decidieron separarse: cada uno atendería a una aldea, y se juntarían de nuevo en la ciudad al atardecer.

Domingo emprendió la marcha a través del bosque. Cuando estaba a punto de llegar a su destino, descubrió un auténtico tesoro: a un lado del camino, semioculta entre los árboles, ¡¡encontró una ermita de la Virgen!! Había sido abandonada muchos años atrás, y estaba medio en ruinas… pero la imagen de Nuestra Señora seguía ahí, sonriente, con el Niño en sus brazos.

Domingo detuvo la marcha y entró para encomendar su próxima misión. Sin embargo, la quietud y paz del lugar de pronto saltó por los aires: ¡¡eran gritos de auxilio!!

Domingo salió a toda prisa de la ermita y miró alrededor. A escasos metros, en el enorme río que pasaba junto a la aldea, ¡¡un grupo de gente se estaba ahogando!!

Pongámonos en situación: la guerra había cedido por aquella zona, lo que había propiciado una relativa vuelta a la normalidad. Los que ahora pedían socorro en el agua resultaban ser unos peregrinos ingleses, que estaban haciendo el Camino de Santiago. Para cruzar el río, se necesitaba una barca y, ya se sabe: que si entramos todos, que si no entramos, que no vamos a pagar dos viajes, venga que si nos apretamos cabemos… En fin, lo de ahorrar está bien, pero esta vez se excedieron. Vamos, que la barquichuela hizo aguas y ahí les tenemos a todos, luchando contra la corriente y a punto de ir a dar el abrazo al Apóstol… sin necesidad de llegar a Compostela.

Domingo se acercó corriendo a la orilla, vio la situación y se tiró… no, al agua no, al suelo. Postrado en tierra empezó a rogar al Señor que salvase a esos pobres hombres. Lloró, gimió… pero los gritos de los desdichados le confirmaban que el naufragio no se solucionaba. Vamos, que, como no se diese un poco de garbo, en unos minutos no habría nadie a quien sacar del agua.

Pero ese era el auténtico problema. El agua. Domingo era castellano de pura cepa, hijo de valientes guerreros… pero crecidos todos ellos en tierras de secano, y con más miedo al agua que los gatos. Hombre, nuestro amigo había crecido junto al Gromejón, que nace en Caleruega, pero, teniendo en cuenta que, si hace calor, en verano se seca, lo llamamos “río”, pero creo es estirar mucho el concepto…

Para alguien que lo más que ha hecho ha sido chapotear en riachuelos, un río grande, navegable, lleno de corrientes… impone. Pero impone mucho.

Una cosa tenía clara Domingo: él no se iba a meter en el agua. Que nadie me le acuse de falta de valor; en realidad, era pura estrategia matemática: si se metía en el río, solo conseguiría que hubiese un hombre más al que rescatar.

Volvió a mirar al cielo… pero no sucedió nada. Nadie caminó sobre las aguas, ni se calmó la corriente.

No tenía ninguna cuerda. No había nadie cerca a quien pedir ayuda. Estaba solo ante el peligro, ante el miedo. Y, a cada instante que pasaba, el dramático final se acercaba.

Entonces Domingo se santiguó. Con una mano se agarró a la rama de un árbol que había junto al río y, con la otra extendió su bastón hacia los peregrinos, dándoles voces de que se acercasen.

Seamos realistas. El bastón de un hombre que apenas pasaba el metro y medio de alto no podía ser particularmente grande y los ingleses estaban ya al límite de sus fuerzas. ¿Empujó la corriente a los peregrinos hacia la orilla? ¿Se alargó el bastón? Ni idea. El hecho es que, uno tras otro, fueron agarrándose al cayado de Domingo, quien los fue sacando a la orilla. Contra todo pronóstico, nuestro amigo “pescó” a cada uno de los náufragos, para regocijo de los futuros hagiógrafos, que no dudaron en ver en este episodio una profecía de la vida de Domingo, dedicado a “pescar” a los hombres de las corrientes turbulentas de las herejías…


PARA ORAR
¿Sabías que… para realizar sus milagros, Cristo cuenta contigo?

He comenzado diciendo que el Cielo dejó a Domingo solo ante el peligro… pero eso no es verdad. Al hablar de milagros solemos pensar en cosas extraordinarias, hechos que se salen del orden normal. Y, ciertamente, ese tipo de milagros se dieron en la vida de Domingo. Sin embargo, en esta ocasión, Cristo quiso enseñarnos algo diferente: para realizar sus obras, cuenta contigo, conmigo. El mayor de los milagros nace al poner nuestra pobreza en Sus manos.

El impresionante milagro de la multiplicación de los panes, fue posible gracias a que un muchacho puso en manos de Jesús lo que tenía. “¿Qué es eso para tantos?”, había murmurado algún apóstol. Ciertamente no era nada. Pero nuestra nada en manos de Cristo… da para saciar a la multitud, ¡y para llenar varios cestos de sobras!

¿Qué es un hombre bajito, con miedo al agua y armado solo con un bastón… para resolver un naufragio? ¡No es nada! Pero Domingo puso toda su nada a disposición de Cristo, ¡y sucedió el milagro!

Del mismo modo, el Señor te invita hoy a que pongas tus dones, tus capacidades, tu tiempo en Sus manos. ¡No importa si te parece poca cosa! El Señor solo necesita un corazón generoso capaz de entregarle todo, ¡y la nada se multiplica hasta saciar a una multitud!

VIVE DE CRISTO

Pd: Los que no estuvieron nada satisfechos con este episodio fueron los pintores, que cayeron en la tentación de narrar el hecho de forma un poco más impresionante… y así han llegado a nosotros imágenes en que se ve cómo se aparece la Virgen para rescatar a los ingleses, ¡¡o a nuestro pobre Domingo caminando alegremente sobre el río!! Pues eso, que a veces lo extraordinario de lo cotidiano nos parece poca cosa y hay quien no puede evitar “maquillar” un poco la realidad… con la mejor de las intenciones. Aquí te dejo estas versiones de “el milagro del río” en pintura, ¡espero que te gusten!

 

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