¿SABÍAS QUE…

… EL RECIBIMIENTO DE SANTO DOMINGO EN SU NUEVO HOGAR FUE DE LO MÁS TORMENTOSO?

Está muy bien eso de que Simón de Montfort se haya ablandado un poquito y decidida dar una segunda oportunidad a la ciudad de Toulouse. Pero no seamos ingenuos: los habitantes habían quedado derrotados, eran los vencidos… y no hace falta mucha perspicacia para imaginar las ganas que tendrían de recibir sermones de un enviado del bando conquistador. Pues eso, ganitas, lo que se dice ganitas, ninguna.

Domingo imaginaba cómo iba a estar el percal, pero ya sabemos que nuestro amigo no se arredra con nada, ¡y la dificultad le resulta incluso emocionante! Lo veía como la forma de decir a Cristo “te seguiré adonde vayas”…

Así pues, Domingo hizo el viaje cantando, como era su costumbre, y animando a hacer lo mismo a su compañero. En efecto, en esta misión, el castellano iba con refuerzos, nada menos que el otro Domingo, al que apodaban “el Chico”.

El viajecito supone unos 75 km de caminata, lo que, según Google Maps, vienen a ser unas 15 horas de marcha. Igual a ti y a mí nos da un patatús solo de pensarlo, pero para nuestros amigos esa distancia era prácticamente un paseo.

Y, entre canto por aquí, salmos por allá, un padrenuestro… ¡y casi estaban terminando el viaje!

Antes de llegar siquiera a divisar la ciudad, se encontraron con un enorme campo de trigo. Varios hombres estaban segando. Unos a otros se hicieron señas al ver pasar a los caminantes. En cuanto escucharon la Salve que Domingo iba cantando a pleno pulmón, no tuvieron dudas: aquellos tipos eran católicos.

Los campesinos, que al principio les miraban curiosos, torcieron el gesto. Alguno que otro comenzó a insultarles. Los ánimos se iban caldeando, y el campo a cruzar era enorme. El “Chico” estaba cada vez más nervioso, viendo que la situación se estaba poniendo tan oscura como el cielo, que repentinamente se había cubierto de nubarrones negros…

Fue en ese instante… cuando Domingo dejó de cantar y se detuvo. El “Chico” lo único que quería era apretar el paso, ¡¡echar a correr, dicho en castellano!!, pero Domingo estaba ahí, parado, mirando a los labradores.

El “Chico” trató de meter prisa a nuestro amigo, intentó hacerle ver que el peligro crecía a su alrededor, pero Domingo contestó serenamente que aquellos hombres formaban parte del rebaño que se les había encomendado, ¿cómo marcharse sin predicar?

El pobre “Chico” se echaba las manos a la cabeza.

-¡¡Fray Domingo, por Dios y por la Virgen!! Ninguno de estos hombres nos escuchará… ¡¡y nuestra misión terminará aquí si nos quedamos!!

Los insultos continuaban a su alrededor. Algún labrador mostraba su hoz como amenaza. Tal vez en esos católicos podían vengar las fechorías de Simón de Montfort, se gritaban unos a otros.

-No podemos irnos sin ni siquiera orar por ellos…

Y Domingo se puso de rodillas entre las espigas. El “Chico” imitó dócil a nuestro amigo, aunque un sudor frío le empapaba toda la espalda y lo que intentó rezar fue la recomendación del alma, dando por sentado que les iban a agenciar un pasaporte al Cielo antes de decir “amén”… pero estaba tan nervioso que no era capaz de recordar ninguna oración.

En ese preciso instante un trueno hizo retumbar todo: ¡¡comenzó una impresionante tormenta de verano!! No, peor aún, ¡¡era una granizada!!

Los campesinos empezaron a gritar desesperados, viendo estropearse la cosecha: ¡toda la ciudad dependía de ese trigo!

Serenamente, Domingo miró al cielo, se puso en pie y trazó la señal de la cruz sobre el campo.

Y entonces…

No, la tormenta no se frenó.

El granizo caía con todas sus fuerzas… ¡¡en los bosques y praderas de alrededor!! Era exactamente como si se hubiese abierto un enorme paraguas invisible que protegía todo el trigo.

¡¡¡Imagina el susto de los labradores!!! Seguía granizando, ¡pero no caía ni un pedrusco en su campo! Y ahí soltaron todos sus aperos y hoces, y fueron corriendo a caer de rodillas ante Domingo, arrepentidísimos por haberle recibido tan mal…

Evidentemente, ante tal prodigio, los corazones de estos pobres hombres estaban más mulliditos y blanditos que el algodón, así que Domingo enlazó una cosa con otra, y se puso a hablar de la misericordia de Dios, que siempre espera al hijo pródigo, aunque le haya tratado de malas maneras…

El “Chico” se puso en pie titubeando, sacudiéndose el polvo de las rodillas, asombrado al descubrir que esos lobos que le aterraban un minuto antes se habían convertido en mansos corderitos, que escuchaban, emocionados hasta las lágrimas, las palabras de Domingo…

PARA ORAR
-¿Sabías que… el Señor prepara las ocasiones?

Nos gustaría que todos los de nuestro alrededor, compañeros, conocidos y, sobre todo, nuestros familiares y amigos disfrutasen del amor de Cristo, ¡le conociesen más! Sin embargo, ¡es tan fácil encontrar una puerta cerrada, sentir que su corazón se endurece como una piedra…! ¿Qué hacer ante quien no quiere escuchar?

Creo que lo primero y más importante, más aún que hablar, es actuar como Domingo: ¡orar!

Solo Cristo puede llegar al corazón del hombre. Es Él quien está deseando salir al encuentro de esa persona y puede hacer el milagro… ¡cuando y como menos te esperas!

Por eso, no des a nadie por perdido, no te rindas, ¡permanece a su lado! Y, sobre todo, no dejes de orar. Pídele al Señor ver a esas personas con Sus ojos de misericordia, con dulzura y comprensión. Cuando llegue el momento, esa persona sabrá encontrarte, sabrá que puede acudir a ti.

De esta forma, esperamos atentos la señal del Señor. Así, cuando Cristo necesite un instrumento, ¡nos encontrará preparados para lo que quiera! A veces una simple sonrisa o una palabra amable han sido el inicio de auténticos milagros…

VIVE DE CRISTO

Pd: Los hechos narrados en el capítulo de hoy fueron tan impresionantes para los labradores (no es para menos), que, para conmemorarlo, construyeron un pequeño monolito en el lugar exacto donde estaba Domingo durante la tormenta. Lo mejor es que ese pequeño “monumento”, ¡todavía se conserva! Si vas en coche desde Carcasona a Toulouse, a la altura de Montreal, ¡¡lo encontrarás!!

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