¿SABÍAS QUE…

...SANTO DOMINGO FUE SECUESTRADO?

Al pobrecito no nos lo dejan en paz. De verdad que vamos de disgusto en disgusto… pero retomemos la historia donde la habíamos dejado.

Tras el primer encuentro, Simón de Montfort se había despedido de Domingo prometiendo que volverían a verse pronto. Y era un hombre de palabra, como no tardó en demostrar.

La campaña militar iba avanzando, y el conde no perdía una sola batalla. Entre contienda y contienda, volvía al castillo de Fanjeaux. En esas ocasiones llamaba a Domingo, lo mismo para charlar un rato que para celebrar una misa. Enviaba un emisario a Prulla y nuestro amigo se personaba en el castillo. Y lo cierto es que el castellano apreciaba sinceramente al conde, así que la amistad fue creciendo en ese tiempo.

Hasta ahí todos podían entenderlo… pero la cosa se complicó cuando nació el menor de los hijos del conde. Había que bautizarle, y, ¿a quién llamaron para la ceremonia? A Domingo.

Lógico, ¿no? Pues va a ser que no, porque bautizar al hijo del campeón del ejército católico era una tarea propia, como mínimo, de un obispo, y no de un vulgar sacerdote callejero. Algún prelado quiso hacérselo ver al señor conde… pero la mirada fulminante de Simón puso fin a toda queja.

Unos meses más tarde, la mayor de las hijas de Montfort celebraba su boda, y ¿quién iba a presidirla? Fray Domingo, por supuesto. Porque al conde le vino en gana y le traía sin cuidado el protocolo eclesial.

-¿Alguna objeción? -preguntó Montfort en tono falsamente amable cuando dio la noticia.

Si las hubo, los presentes se guardaron muy mucho de exponerlas en la sala. No habría sido la primera vez que el conde mandaba cortarle la lengua a alguien. Las objeciones quedaban reservadas para cautelosos susurros en el pasillo…

***

Así las cosas, un buen día estaban Beltrán y Noel azada en mano, poniendo a punto la huerta del convento de Prulla. Era un día de radiante cielo azul. Entre golpe y golpe, escucharon de pronto el rítmico paso de un caballo acercándose. Alzaron la mirada. Noel dio un codazo cómplice a su compañero, con una sonrisa pícara.

-¡¡Hombre, heraldo!! -saludó al jinete en tono bromista- ¡Cuánto tiempo sin aparecer! Ya te echábamos de menos… Bodas, bautizos, ¿qué te trae esta vez por aquí?

Pero el mensajero no parecía estar de buen humor. Secamente preguntó por fray Domingo. Le indicaron que estaba arreglando la puerta de la iglesia, y el jinete se encaminó presuroso hacia allí.

-¿Qué querrá el conde? -preguntó Beltrán, un tanto preocupado.

Efectivamente, el mensajero encontró a Domingo en la puerta de la iglesia. En cuanto le vio, desmontó del caballo y le hizo una reverencia en señal de respeto. Domingo iba a reír comentando que no pegaban esos gestos estando él en plena faena como un peón más… pero, vista la cara sombría del enviado, prefirió dejarse de bromas.

El hombre le explicó rápidamente la situación: Montfort había conquistado Carcasona y había trasladado a su familia al palacio de esta ciudad. Hasta ahí, ninguna novedad… pero el mensajero se iba poniendo cada vez más nervioso.

-El conde ha decidido detener la ofensiva una temporada, coincidiendo con la llegada de la Cuaresma…

-Bien, bien, eso está muy bien… -comentó Domingo.

-Quiere dedicar este tiempo a la oración, para prepararse a vivir la Pascua…

-Magnífico, me parece una gran decisión.

-El punto es que… -el mensajero tragó saliva- El punto es que… el conde quiere que vayáis con él para predicarle el retiro cuaresmal.

Ese era el plan de nuestro querido Simón. Que Domingo se fuese a vivir al castillo de Carcasona los 40 días completitos de la Cuaresma. El conde quería un predicador a tiempo completo, y, por supuesto, Domingo era el elegido.

-¿¿Pasar la Cuaresma en un palacio?? ¿Qué testimonio sería ese? Agradezco mucho la invitación, pero mi misión está aquí, entre mis hermanos… no en un palacio.

-Permitidme que insista, fray Domingo…

-Mira, hijo, lo siento, pero no puede ser.

-¡¡¡Por amor de Dios, fray Domingo!!! -el mensajero se echó de rodillas a los pies de nuestro amigo, temblando y con lágrimas en los ojos- Si no logro convenceros, si no venís conmigo, ¡el conde ha prometido cortarme la cabeza por incompetente!

Eso es argumentación contundente y lo demás cuento.

***

Domingo fue a palacio, claro, ¿qué opción tenía? Más o menos secuestrado, pero fue. Simón, una vez más, demostró ser un gran estratega. Sabía que Domingo no pondría en juego la vida de nadie, ni siquiera la de un miserable mensajero, así que esa partida la tenía ganada.

Pero que nadie piense que el conde se marcharía de rositas. El sacerdote, como buen castellano, no se dejaba doblegar tan fácilmente, y tenemos pruebas fehacientes de que se esmeró muy mucho en los sermones. Aquellas predicaciones debieron de ser una auténtica joya… Lamentablemente solo nos ha llegado el título de dos, pero basta para hacernos a la idea de cómo se desarrolló el retiro. Los títulos son: “No hagáis el mal y el mal no os sorprenderá” y “Cuanto más grandes, más os humillaréis en todo”. Vamos, que el conde fue bien servido, pero me parece a mí que algún parentesco tenía con Herodes, que lo mismo escuchaba con gusto predicar a Juan Bautista, que mandaba cortarle la cabeza…

Lo bueno es que el conde admiraba a Domingo y aquella tozudez castellana indomable, tanto, que incluso entre los forcejeos se entendían, así que los cuarenta días pasaron sin que corriera la sangre… y juntos celebraron la Vigilia Pascual, terminando con un gran abrazo.


PARA ORAR
-¿Sabías que… el Señor quiere que seas su testigo en cualquier ambiente?

Es verdad que todo es más fácil cuando las circunstancias acompañan, cuando contamos con un clima favorable… pero me temo que en la partida de bautismo a nadie nos pusieron una cláusula que garantizase que todo iba a ser facilito y cómodo. Para ser exactos, Jesús nos asegura precisamente lo contrario: “En el mundo tendréis luchas…”.

Domingo tenía sus planes para la Cuaresma. Tenía sus santos propósitos ya bien delineados… pero la caridad le obligo a tirar todo por la borda.

¿Todo? No…

Domingo pasó la Cuaresma predicando y acompañando lo mismo al conde que a los sirvientes o a los soldados. ¡Eran las ovejas que el Buen Pastor le encomendaba en ese momento! Descubrirlo fue, para él, aprender a vivir ese tiempo no a su manera, ¡sino a la manera que le puso el Señor! (eso sí, la pasó entera a pan y agua, y durmiendo en el suelo… por compensar la estancia palaciega).

¿Quién dijo que no se puede amar, vivir de Cristo, en tu ambiente, en tu trabajo, con los tuyos? Quizá no es el ambiente que hubieses elegido, ¡como tampoco lo eligió Domingo!, tal vez las cosas no sean fáciles, pero el Señor te ofrece la oportunidad de ser testimonio de su amor y florecer… ¡en donde nunca habrías imaginado! Y dicen que las flores más bellas son las que nacen en medio de la tormenta…

Avanzamos con la garantía de Su promesa. Cristo camina a nuestro lado: adonde nos envía, ¡es porque cuenta con nosotros para llevar Su amor a los hermanos que pone a nuestro lado!

VIVE DE CRISTO

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