¿SABÍAS QUE…
¿SABÍAS QUE… DOMINGO SE VIO IMPLICADO EN UN SUCIO ASUNTO DE BLANQUEO?
No, si no nos libramos de una… En fin, está claro que trapos sucios ha habido desde que el hombre es hombre… así que alguno nos tenía que caer, por pura estadística matemática…
Una fresca pero soleada mañana, llegó un jinete trayendo un mensaje para Domingo. Era una carta de Berenguer, arzobispo de Narbona… ¡¡que quería hacerle una donación!!
Se trataba de la iglesia de san Martín de Limoux y unas tierras en el territorio vecino de Taix, que el prelado quería donar a las chicas, con sus rentas y diezmos. Se trataba de una donación realmente principesca: cuatro más como esa, y tenían el pan asegurado para toda la vida.
Preguntando a qué se debía semejante oferta, el mensajero les contó la historia:
Como hemos visto en los capítulos anteriores, nuestro muy querido obispo Diego, en su último viaje, paró a visitar a todos los prelados que pudo para pedirles que cuidaran del proyecto de Prulla.
Al parecer, al arzobispo Berenguer se le conmovió el corazón al escucharle… y había decidido colaborar.
Cuánta generosidad, ¿no crees?
Pues va a ser que no. Veamos lo que sucedía en realidad:
La triste verdad es que Berenguer llegó a arzobispo no por la fuerza del Espíritu, sino por la presión del dinero. Era hijo ilegítimo del conde de Barcelona, que le había destinado desde su nacimiento para tal cargo (el hecho de ser llamado por el Señor, ver tu vida como respuesta a un Amor que llama… pues… eran detalles que no venían al caso).
Total, que el hombre se había pasado toda su vida escalando puestos eclesiásticos como si de ascender en una empresa se tratase. Y efectivamente, así vivía su supuesto servicio a la Iglesia: como un negocio de lo más lucrativo. Los obispos de las diócesis vecinas, viendo que era más un comerciante ávido de dinero que un pastor preocupado por las almas… lo denunciaron a Roma.
Argumentos sólidos no debieron de faltarles, porque en menos de lo que canta un gallo, el arzobispo recibió una carta convocándole a una reunión urgente con el Papa. Se le acusaba de todo: simonía, complicidad con la herejía… Vamos, que tenía media bula de excomunión ya preparada en el despacho de Su Santidad. A falta de la firma, no más.
Evidentemente Berenguer puso mil excusas para no ir (problemas de salud, avanzada edad…) pero no le sirvieron de nada. Si en un mes no se aparecía en Roma, se desaparecía de la Iglesia. Y ahí sí que se le desmontaba el chiringuito. Ale, pues a Roma se ha dicho.
Cuentan que Inocencio III, al verle llegar maltrecho por el viaje, cargado de achaques y casi sin poder sostenerse, sintió compasión. Le dijo que le iba a dar otra oportunidad, pero que debía abandonar los negocios y demostrar su apoyo a la Iglesia frente a la herejía.
Así pues, Domingo y su “Santa Predicación” eran para Berenger, en realidad, la gran oportunidad que necesitaba… ¡para lavar su honra ante el Papa!
Y hasta aquí la cosa puede ser un tanto turbia, pero lo mejor es que, después de haber aceptado las tierras, llegó otra carta a Prulla.
Se trataba del prior de un convento cercano de la zona (cuyo nombre mejor no recordar). Total, que ese convento, rico y bien nutrido como estaba… ¡¡alegaba que las tierras que el obispo había donado a Domingo en realidad eran suyas!! Por supuesto, exigían su devolución inmediata, además de una remuneración por daños y perjuicios…
Imagina la cara de Domingo y sus compañeros. Me pasa a mí, y no tardo ni un segundo en personarme ante el palacio arzobispal de su Excelencia a aporrear las puertas pidiendo que ponga en orden sus papeles antes de hacer regalos envenenados…
Creo que esa fue la reacción del fogoso Noel, pero Domingo indicó que de ahí no se movía nadie. Escribió al arzobispo, que contestó diciendo que el prior aquel era un ladrón de cuidado… y les deseaba suerte en el juicio que había organizado para aclarar la situación. Sí, sí, tal cual: dado que las tierras se las había regalado a las chicas… quedaba convocada a juicio la priora de nuestro convento de Prulla.
Sin comerlo ni beberlo, ¡¡estamos metidos en pleitos!!
Conociendo la habilidad de Guillermo (que, como predicador, no valía gran cosa, pero en asuntos diplomáticos era un portento), la priora decidió poner el asunto en sus manos. Tan oscuro asunto nos deja, de este modo, un hermoso destello de luz: es la prueba de la comunión y fraternidad que había en la comunidad de Prulla, la confianza mutua entre las chicas y los predicadores, donde todos cuidaban de todos y cada uno ponía sus dones para ayudar a los demás…
PARA ORAR
-¿Sabías que… el amor se demuestra en la dificultad?
Tal vez me equivoque, pero este episodio bien pudo ser la gran tentación de Domingo. Por primera vez experimentaba en sus carnes aquello de lo que los herejes acusaban a la Iglesia. Por primera vez se sentía utilizado por un arzobispo, atropellado por un prior, salpicado del barro del dinero… y todo porque él era pobre, extranjero, porque no tenía defensa.
¿Acaso no sintió el dolor de la traición? Y… quizá escuchó esa voz sutil sugiriéndole que mejor empezar algo nuevo… lejos de tanta corrupción… lejos de esa Iglesia tan llena de pecadores.
De pronto, en esas noches oscuras de oración, Domingo comenzó a clamar a gritos: “¡Señor, ten piedad de mí, que soy un pecador!”.
¡Esa era la clave! Domingo sintió que no podía juzgar a nadie, pues fue consciente de que él mismo estaba cargado de debilidades… y en ese instante experimentó el gran amor de Cristo. Todos somos ladrones perdonados. Todos somos pecadores redimidos. Y para todos hay esperanza y llamada de conversión.
Domingo no escogería el camino de los herejes. Permanecería junto a la Iglesia, esa Iglesia tan herida y tan amada, esa Iglesia santa y pecadora, Esposa de Jesucristo.
Porque amar a alguien cuando brilla, es fácil. El verdadero desafío es permanecer a su lado en el momento de mayor oscuridad… para convertirte en luz.
Esta apuesta por la unidad, por permanecer fiel al Señor, marcaría no solo el camino de Domingo, sino que fue un sello para todos sus hijos: hemos enfrentado grandes dificultades, no han faltado conflictos dentro y fuera… pero, después de 800 años, nuestra Orden sigue unida.
El camino de la división es el más fácil… pero el camino que propone Jesús es el de la comunión. Aunque sea complicado, aunque sea “amar hasta que duela”, ¡no quiere que nadie se quede fuera!
¿Y tú? ¿Apuestas por la comunión?
VIVE DE CRISTO
Pd: Tras varios meses de disputa y una paciencia heroica… Guillermo logró ganar el juicio, ¡y las chicas se libraron de una deuda que habría sido su ruina! Al final resultó que, aunque no del todo limpia, la generosidad del viejo Berenguer había sido real… ¡Qué fácil es juzgar!