¿SABÍAS QUE…

…  EL VERDADERO OBJETIVO DE DIEGO ERA DESTITUIR A DOMINGO?

Era algo que el viejo obispo venía rumiando desde hacía tiempo. Y la visita a Prulla (especialmente la conversación con las chicas) no hizo más que reafirmarle en su decisión. Tenía que hablar con Domingo. Las cosas no podían continuar así.

Con motivo de la visita episcopal, la aldea había organizado una pequeña cena al aire libre, aprovechando esas primeras noches de otoño en que aún era posible hacer frente al frío. Habían encendido una hoguera y cada vecino había llevado alguna cosilla. No eran manjares precisamente, pero lo importante es participar, ¿no? Y a buen hambre no hay pan duro. Así pues, ¡¡todo el mundo a comer!!

Durante la ligera cena, el obispo no hacía más que mirar atentamente a Domingo. Nuestro buen amigo, totalmente inocente de lo que se estaba cociendo en la mente de Diego, seguía presentándole a unos y a otros, con nombres, apellidos, parentescos…

Ya al final de la cena, notando que su obispo andaba muy callado (¡¡demasiado callado!!), Domingo comenzó a sospechar que algo pasaba. Como buen castellano, no se enredó con investigaciones sutiles. Sin miramientos de ningún tipo, lanzó la pregunta de forma directa.

-¿Qué sucede?

La respuesta de su obispo, invitándole a dar un paseo en solitario, solo aumentó su preocupación. ¿Qué le ocurría a Diego?

Los dos amigos se alejaron tratando de no llamar la atención. Sin embargo, Beltrán, el último fichaje de nuestro equipo, se percató de su movimiento. Hizo un gesto a los hermanos Claret. Aquello no tenía buena pinta…

Apartados del bullicio de la gente, comenzaron a pasear bajo las luces de las primeras estrellas. El viento, ya frío, anunciaba la próxima llegada del invierno. Diego también era un noble castellano, así que no se iba a andar con rodeos, y Domingo lo sabía.

-¿Y bien? -preguntó tras un instante de silencio.

El viejo obispo suspiró… y fue directo al grano.

-Domingo, quiero que dimitas.

Así, sin anestesia ni na´. Total, había que decirlo… y lo dijo. Además, por la entonación del obispo, Domingo tuvo clarísimo que era una orden, no una sugerencia. En fin, que él podía echarle fe y agallas, pero buena se iba a montar cuando se enterara el resto del personal…

Antes de responder nada, decidió dejar que el obispo se explicase. En el fondo, Diego seguía siendo un padre para él. Sabía que, cualquier cosa que le pidiera, estaba orada y motivada por el cariño. Si había que abandonar, pues se abandonaba.

Diego le dijo que había visto la evolución del proyecto, lo mucho que había crecido en los últimos meses, su magnífica relación con los vecinos… ¡y las numerosas conversiones de sus predicaciones! ¡No dudaba de que era algo milagroso! Así pues, estaba decidido: tenía que dimitir. Debía renunciar… al subpriorato del cabildo de Osma.

Domingo estuvo a punto de echarse a reír de alivio. ¡¡Así que era eso!!

Nuestro buen amigo ya ni se acordaba de ese cargo (y, para qué vamos a engañarnos, tú y yo tampoco…). En fin, volviendo atrás en nuestros peculiares apuntes, me permito recordar al sufrido lector que todo este jaleo comenzó cuando Domingo fue elegido subprior del cabildo de la catedral, allá en las tierras de Castilla (al principio de la historia, vamos). En fin, con este nombramiento, el jovencito se convertía en el brazo derecho de Diego, y fue el motivo por el que, llegado el momento, le acompañó a todo el jaleo burocrático del matrimonio del hijo del rey (para más información, puedes volver a leer aquí: https://www.dominicaslerma.es/vivedecristo/sabias-que/2389-obispo-soria-queria-convertirlo-reformador.html ).

Bueno, el quid de la cuestión estaba en que Domingo TODAVÍA pertenecía al cabildo de Osma. Y, ahora que al frente de la catedral estaba Diego, pues todo iba sobre ruedas. Sin embargo, pudiera ser que a otros no les pareciera tan estupenda su ausencia. El obispo se sentía mayor, cansado… e iba intuyendo que no le faltaba mucho tiempo para terminar su peregrinación en este mundo, por lo que quería dejar las cosas bien hechas.

El subprior tenía que estar en la catedral, pero él quería que Domingo continuase en la misión… así pues, solo había una solución: que renunciase a su cargo.

A primera vista, la cosa no tiene mayor trascendencia, pero no nos precipitemos. La propuesta, hecha con tanto cariño por parte de Diego, suponía, al mismo tiempo un desgarrón para él.

Domingo dejaría de pertenecer a la diócesis de Osma. Perdería su puesto en la catedral. Y, sobre todo… ya no estaría bajo la protección de Diego, sino que pasaría a deber obediencia al obispo de Tolosa (la diócesis a la que pertenecía la aldea de Prulla).

El asunto era serio. En realidad, suponía cortar todas sus raíces, cerrar un capítulo, dejar atrás lo que había sido su casa, su padre… Era quemar las naves, para seguir a Cristo “sin un plan B”. Arriesgarlo todo por el Todo.

-¿Renuncias al subpriorato de la catedral de Osma?

Domingo elevó los ojos al cielo y, como una oración, susurró:

-Renuncio.

No necesitaron más palabras. Los dos amigos se abrazaron, conscientes de que sus caminos se separaban… pero no sus almas.


PARA ORAR
-¿Sabías que… la verdadera construcción se levanta sobre el compromiso?

Y, ciertamente, eso exige renuncias o, mejor dicho, elecciones. En el fondo, no es lo mismo decir “Vamos a ver si funciona”, que decir “Vamos a hacer que funcione”. Apostar por un camino “sin plan B” supone que vas a dar lo mejor de ti para llegar a la meta.

Es verdad que a Diego y a Domingo les podía suponer un desgarrón, ¡pero imagina la alegría de todos los miembros de Santa Predicación! En el fondo, fue la forma de Domingo de declarar “apuesto por esta misión hasta el final”. Con todo su ser. Con toda su vida.

¡Qué paz da estar con alguien que promete que no se va a marchar!

Y eso es precisamente lo que Cristo ha hecho contigo: comprometerse hasta el fondo. Hasta la cruz. Hasta la muerte. Así es su compromiso: sin reservarse nada. Ni siquiera una gota de sangre.

Cristo ha prometido estar contigo cada día, ¡y Él cumple sus promesas! Su amor es esa roca firme sobre la que puedes edificar toda tu vida. ¡¡Su compromiso contigo no cambia!! ¡Es para siempre!

Ante un amor así, ¿cómo no confiar?

VIVE DE CRISTO

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