¿SABÍAS QUE...

...DOMINGO Y EL OBISPO DIEGO FUERON A VER AL PAPA PARA PRESENTAR SU DIMISIÓN?

Ese era el verdadero plan que traían entre manos: dimitir.

En esos meses de andaduras, nuestros dos amigos habían visto mucho, y habían hablado y orado mucho. Se juntaron varios factores. En primer lugar, la conversión del hospedero les hizo ver la necesidad de predicar. Por otra parte, al llegar a la lejana Dinamarca, oyeron de la existencia de otros pueblos, más alejados aún (los cumanos) que habían sido “descartados” de todos los planes de evangelización de la Iglesia. Y, finalmente, el ajetreo matrimonial que les había traído de cabeza... ¿acaso era eso a lo que debían dedicarse?

A Diego le remordía la conciencia: era obispo, sí, pero, ¿qué clase de vida evangélica era la suya? Todo el día asistiendo a reuniones de temas políticos, asesorando al rey, pasando los días entre nobles y caballeros... No, no era eso lo que había querido al hacerse sacerdote.

Domingo había hecho arder en el corazón del viejo obispo los sueños de juventud que creía olvidados. Y comenzaron a soñar juntos: Diego renunciaría a su obispado ante el Pontífice, y los dos se ofrecerían como misioneros voluntarios para llevar el Evangelio de Cristo a los cumanos.

Diego se sentía rejuvenecido tras haber tomado esa decisión. Y Domingo estaba feliz de poder contar con su obispo en la nueva empresa. Ahora sí, hasta parecía que los caballos de la comitiva trotaban más rápidos.

Podemos imaginar la emoción de nuestros viajeros al pisar la Ciudad Eterna. Visitar Roma era el sueño de todo cristiano medieval, aunque muy pocos lo lograban. Los ojos de Domingo brillaban de emoción mientras recorría las calles, los monumentos, las iglesias...

Y, poco después de su llegada a Roma, el obispo Diego consiguió audiencia con el Papa, que por aquel entonces era Inocencio III. Hombre de cualidades físicas, intelectuales y morales extraordinarias, que pesaron más que su notable juventud cuando fue elegido Sumo Pontífice. Para muchos críticos e historiadores, se trata de uno de los mejores Papas que ha tenido la Iglesia, y, desde luego, será una pieza clave en la vida de Domingo.

El encuentro de los dos viajeros con el Papa comenzó del modo más formal y protocolario: con una enorme lista de preguntas por parte de Inocencio III, que quería saber cómo iban las cosas por Castilla, cómo estaba el rey, la Iglesia...

Terminado el “interrogatorio oficial”, Diego y Domingo se miraron de reojo. Su petición iba a sonar extraña, descabellada. Pero era ahora o nunca. Tragaron saliva... y presentaron su dimisión al Papa.

Inocencio III puso los ojos como platos. Nunca antes había oído una petición como aquella: ¡un obispo que quiere dejar de serlo para convertirse en misionero! Y nada menos que de los cumanos...

El Papa les preguntó si sabían en qué lío se estaban metiendo: había dejado estos pueblos fuera de sus planes evangelizadores porque tenían la mala costumbre de trocear (literalmente) a todos los misioneros que pisaban sus tierras.

Los dos castellanos afirmaron que lo sabían y que estaban dispuestos a correr el riesgo. Querían ir, anunciar... y, si el Señor así lo disponía, coronar sus vidas con heroico martirio.

El que no estaba tan dispuesto a la labor era el Papa. Una petición como aquella, y además tan llena de entusiasmo, solo demostraba la enorme valía de los dos hombres que tenía delante.

Así pues... el Papa denegó su petición. Les aseguró que necesitaba personas como ellos, con ese temple, renovando la Iglesia desde dentro. Así que dijo al obispo Diego que volviera a su diócesis.

Los grandes sueños de los dos valientes misioneros... se desvanecieron.

PARA ORAR

-¿Sabías que... en los contratiempos es donde mejor se demuestra la fe?

En efecto. La fe verdadera se manifiesta en los actos. Cuando recibes una negativa (sobre todo cuando es algo objetivamente bueno), es el momento de creer que realmente todo en tu vida lo lleva el Señor. Si el proyecto es Suyo, Él lo sacará adelante en Su momento, a Su manera.

Domingo mantuvo siempre latente el sueño de ir a evangelizar aquellos pueblos lejanos... pero nunca lo realizó. El Señor quería otras cosas para él: la Iglesia perdió un mártir, pero ganó un Padre, el Fundador de una Orden, ¡que hoy sigue evangelizando por todo el mundo! Incluso por aquellas tierras lejanas que soñó él...

VIVE DE CRISTO

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